La pregunta era clara. La periodista de Ámbito Financiero le consultó a la portavoz del presidente, Gabriela Cerruti, los motivos que llevaron a Alberto Fernández a no condenar personalmente y explícitamente el supuesto ataque al despacho de la oficina de la vicepresidente. Aunque también consultó sobre “cómo quedó la relación entre ellos”, alcanzaba con una respuesta políticamente correcta, de las que generalmente la vocera hace uso y abuso. Sin embargo, la encargada del parte diario del presidente, representando al “albertismo”, eligió que el país supiera que Cristina Kirchner no le contesta ni siquiera los mensajes al teléfono.
Luego de afirmar que “el gobierno” sí condenó el ataque al despacho de Cristina Kirchner, y de decir que les pareció “un hecho muy grave”, dijo:
“Condenamos el episodio de violencia. Repudiamos el episodio de violencia. El presidente se comunicó, sin tener respuesta, con la vicepresidenta, la presidenta del Senado, también así con su secretario privado”.
Para que no quedara ninguna duda, Cerruti concluyó el comentario diciendo: «Las relaciones personales son una cosa y las relaciones políticas son otra cosa».
Luego del quiebre en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), mucho antes de la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque y de su voto en disidencia, Alberto Fernández, por primera vez, se hizo cargo del gobierno. Fuentes cercanas a la Casa Rosada confirman que la verdadera presidencia, sin consulta a CFK, comenzó aproximadamente hace dos meses.
Lejos de ser algo como para tomarlo al pasar, las tres palabras del “sin tener respuesta” significan una señal clarísima hacia todas las direcciones: hacia el kirchnerismo duro, al que Fernández le hace saber que decidió dejar de lado la pantomima de las formas, hacia el electorado, al que se le blanquea quien comenzó a gobernar en Argentina y hacia la oposición, a la que se le pude volver a pedir el voto en el Congreso, tal cual como ocurrió con la aprobación del acuerdo con el FMI.
Fuente: PanamPost