María Durán,
Mis hijos, de tres y cinco años, cuando quieren llamar mi atención, pasan corriendo a mi lado y me gritan «¡caca!». Entonces, yo cojo un estropajo que nunca se usa para nada más y hago como que les lavo la boca. Ellos consiguen que les haga caso y yo les voy enseñando qué cosas no se dicen. Irene Montero y Ángela Rodríguez PAMplinas, que nunca han podido pasar de la edad mental de mis hijos aunque estén ya talluditas, llevan toda la semana intentando llamar nuestra atención con cosas como la masturbación femenina, la regla o contarnos que las gordas también se acuestan con sus novios.
El motivo por el que ellas necesitan llamar nuestra atención, sin embargo, es siniestro: les urgía tapar su absoluta indigencia intelectual, moral y legal, que ha rebajado las penas de más de 700 violadores, antes de salir a protagonizar su aquelarre del 8M. Al que no dedicaré ni un minuto más porque tenemos asuntos más importantes de los que hablar en España que los problemas de autoestima de unos cientos de mujeres y porque, francamente, ya dieron los medios ayer una turra mortal como para seguir insistiendo hoy. Esta elección del tema-obsesión de los últimos días no es casual: quieren que las llamemos «malfolladas» para poder presentarse de nuevo como víctimas en vez de como las verdugos de mujeres violadas que son. No les demos ese placer sólo por el hecho de que lo sean.
Irene y Pam llevan una semana diciéndonos a las mujeres que no les debemos nada, que es terrible que el 75% prefiramos las relaciones sexuales con una pareja que la «autoestimulación». Les ha costado, pero por fin se han dado cuenta de que a la mayoría de nosotras nos gustan los penes. Si les damos un poco más de tiempo -no mucho, pongamos 30 o 40 años- para pensar, puede que se den cuenta de que incluso nos gustan algunos de sus propietarios. Y es que solo en cabezas como las de estas dos individuas cabe equiparar ambas cosas. Las que piden «no cosificar» a la mujer, cosifican al hombre comparándolo con un Satisfyer. ¿Alguien se imagina las reacciones de estas mismas odiadoras si un político de Vox dijera que no entiende como el 75% de hombres prefiere tener relaciones con mujeres que comprarse una muñeca erótica? Arderían las calles, y con razón.
Siempre he pensado que se llega a ser feminista básicamente por haber tenido la mala suerte de conocer a unos hombres deleznables. Si te han gustado, les has gustado, te has divertido y has aprendido lo que es la complicidad con ellos, es imposible odiarlos como hacen las señoras que juegan a Polly Pocket en el Ministerio de Igualdad. De PAMplinas sabemos que su relación con ellos ha sido inexistente. De Montero, que el padre de sus hijos le tapa la boca en público para que no diga las tonterías a las que nos tiene acostumbrados. Así se explica bastante bien su trastorno.
Reivindican que los jóvenes puedan recibir Educación Sexual y a la vez la Secretaria de Estado les dice a las adolescentes que un vibrador «mata fascistas». Y en vez de dedicar dinero público a informarles de que existen métodos anticonceptivos y cómo se usan, les dicen a las quinceañeras que en su camino por convertirse en locas de los gatos como ellas estarán haciendo algún tipo de activismo político. Como si a los hombres normales les importara que las necesitadas de casito se aparten de ellos voluntariamente. Dejemos a Irene y Pam entretenidas con su carísimo delirio, y que las aguanten los únicos hombres que las adoran: los violadores y pederastas.