Roderick Navarro,
La Comisión Nacional de Primarias (CNP) se ha reunido con el CNE para sentar las bases de un acuerdo de cooperación «técnica» y así llevar adelante el proceso interno de primarias de la oposición. Hace un par de semanas, la encuestadora Meganálisis realizó un estudio en el que demuestra que si el Consejo Nacional Electoral participa en la organización de este evento, que no tiene nada que ver con el chavismo, la desconfianza en el voto aumenta y, por ende, participaría un porcentaje muy bajo de venezolanos, lo que generaría una débil percepción de legitimidad ante un liderazgo opositor que ya se encuentra disminuido.
Las primarias, más allá de elegir un candidato para participar en las elecciones de 2024 contra Nicolás Maduro, se han convertido en el proceso para legitimar un nuevo liderazgo opositor tras de la muerte del interinato. La favorita es María Corina Machado con una propuesta alternativa a la de los partidos del G4, los cuales proponen continuar con la agenda política que comenzaron en 2013 y que solo ha conseguido darle mayor estabilidad al chavismo en el tiempo, y que por lo cual se les cataloga como partidos colaboracionistas.
En este sentido, los partidos del G4 están interesados en que la opción de Machado no sea la ganadora, pues su propuesta ha conectado con la mayoría de los opositores dentro y fuera del país. ¿Y cómo pueden lograr esto? Haciendo que la participación en el proceso sea mínima. Esto lo pueden lograr en la medida que participe el CNE, ente chavista, en el control de la elección. En pocas palabras: a más CNE, menos María Corina.
Ante este contexto, la campaña de Machado hace énfasis en la participación de la diáspora. Una importante mayoría de venezolanos en el extranjero es contraria al chavismo y también a la oposición colaboracionista. Por lo tanto, si votan masivamente, es muy probable que voten por la propuesta de Machado. Es por esto que la CNP y el CNE podrían estar de acuerdo en realizar juntos el proceso: de esta forma, quedaría electa una oposición que no se enfoque en la salida del chavismo sino que permanezca en la agenda de diálogos y elecciones sin condiciones.
Siendo esta la situación, la diáspora podría superar este obstáculo y cuestionar el sistema mediante la organización ciudadana, esto es, realizar el proceso de votación al margen en un acto incontestable de desobediencia civil, reforzando la idea de que la votación tiene que ser libre como la gente quiere, y no controlada como lo quiere el chavismo y sus aliados.
De ocurrir este hecho político que cuestiona a la CNP y al CNE, estaríamos hablando de una derrota tan significativa como la que se le propinó a Chávez en 2007: sería una derrota histórica a la oposición que colabora con el régimen, lo que les quitaría la influencia en el establecimiento de una agenda política para salir del chavismo de manera permanente.
Otro escenario visible es el de boicotear el proceso mediante el desconocimiento de la elección. En este caso, ocurriría lo mismo que en 2018: la abstención sería la más grande, pero la legitimidad se la llevan los pocos que participen. Aprender de este hecho político del pasado reciente sería muy significativo: es de manera activa que se conseguiría el objetivo de legitimar una nueva oposición. Otra forma pasiva de enfrentar a las primarias es aislarse del proceso, mediante una campaña de descalificación nihilista contra todo y contra todos, lo que resultaría en dejar a la oposición más condescendiente con el régimen en el plano protagónico, nuevamente y hasta 2030.
En definitiva, hay solo dos resultados posibles: se legitima una nueva oposición o se legitima de nuevo el colaboracionismo. Ya está corriendo el tiempo y de aquí a octubre aún no hay certeza sobre cuál será el resultado que prevalezca. Todo dependerá de los participantes, no de los ausentes.