Hugo Marcelo Balderrama,
Un par de semanas atrás, mientras participaba en una mesa de debate sobre la economía de Bolivia, un exaltado contertulio cortó mi participación de manera violenta. Sus palabras fueron: «No milito en el Movimiento Al Socialismo, pero no me parece correcto que afirme que la economía boliviana está en caída. Personalmente, considero que el equipo económico del gobierno está conformado por los mejores economistas del país».
La interrupción del iracundo participante me dio la oportunidad de continuar el evento mostrando datos del desastre que causaron Evo Morales y sus bandoleros. Pero, como dirían Mark Twain: «Ninguna cantidad de evidencia convence a un idiota».
Pocos días después de esa surrealista escena, empiezan las colas por conseguir dólares, las calificadoras de riesgo, entre ellas, Moody’s y Fitch Ratings, alertaron sobre la economía boliviana, además, según Bloomberg, los bonos soberanos de Bolivia han generado pérdidas de 7 % en lo que va de este año. En este punto es necesario aclarar, ¿u oscurecer?, el panorama: las AFPS fueron forzadas a comprar los bonos soberanos. Es decir que las jubilaciones de millones de bolivianos están «invertidas» en unos títulos que van en picada.
Ante las bajas calificaciones internacionales, Marcelo Montenegro, ministro de Economía, afirmó que Moody’s no consideró otras variables, tampoco tomó en cuenta el efecto de la guerra entre Rusia y Ucrania. En sencillo, culpó de los desastres a otros, menos al verdadero causante de la tragedia: El Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP).
Además, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), Bolivia, al empezar a adquirir del exterior más combustible que el que vende a otros países, se convirtió en abril de 2022 en un importador neto de energía. Otro dato que tira al tacho el mito de la gran gestión económica y energética de Evo Morales.
Pero eso no es todo, Luis Arce Catacora, que en Bolivia es un mudo políglota, porque está callado en todos los idiomas posibles, aprovechó la más reciente asamblea de la ONU para pedir, por tercera vez desde que arrancó su presidencia, la condonación de la deuda externa a los países en desarrollo.
¿Qué significa que las principales calificadoras de riesgo hayan puesto a Bolivia en zonas rojas y que el presidente boliviano lloriquee por no pagar las deudas que adquirió durante su época de ministro?
Simple, ya nadie en el ambiente internacional se come el chamuyo sobre la fortaleza del modelo económico boliviano, ni siquiera su propio creador.
Empero, todavía hay más capítulos en la tragedia nacional, ya que el gobierno, en su desesperación por conseguir recursos, decidió reponer la Ley 1386 (renumerada como 280). El proyecto habla, una vez más, de «fortalecer la lucha contra la legitimación de ganancias ilícitas». Sin embargo, tras sus maquillajes semánticos, se repite la intención de establecer un sistema de vigilancia y asalto al trabajo del ciudadano de a pie, en especial, al sector informal. Es evidente que la dictadura está dispuesta a todo para mantener a flote su caduco modelo.
Tengo la esperanza que la informalidad y otros sectores del capitalismo popular, ante este nuevo atentado contra la propiedad privada, rompan definitivamente su romance antinatural con el MAS. Pues es ilógico que ese segmento de la población, con prácticas de emprendimiento y muy cercanas al libre mercado, haya adoptado simbología y lenguaje socialista. Asimismo, es una buena oportunidad para que la oposición democrática construya puentes con los sectores de la economía informal, la sinergia entre lo popular y lo electoral.