Ni los pocos referentes del kirchnerismo más duro se animan a anticipar una victoria este año. Hasta la misma Cristina Fernández de Kirchner dice que es momento para focalizarse en un objetivo realista y concreto: llegar a la segunda vuelta. Una modesta ambición nunca vista en la trayectoria del peronismo. Sin embargo, el descontento y las encuestas dicen que, por primera vez en la historia, el justicialismo (actualmente en la encarnación kirchnerista) podría quedar relegado al tercer lugar.
Por estas horas, en el Instituto Patria se resignan al mal menor y evalúan hasta desdoblar las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Temen que el fracaso nacional les haga perder el bastión de supervivencia y más de uno reconoce que vale la pena intentar retener la provincia, aunque esto signifique terminar terceros en octubre.
Para el analista Sergio Berensztein, a pesar de la centralidad de la vicepresidente, no hay demasiado que pueda hacer CFK para revertir la situación. Ni con ella candidata ni señalando con el dedo a sus nuevos delfines. Es que, aunque el piso que tiene es alto (aproximadamente un tercio del electorado) el techo está prácticamente pegado y no hay mucho margen de crecimiento. El experimento fallido del Frente de Todos y la propuesta del “Alberto moderado” no permite repetir la fórmula.
Kirchner todo esto lo sabe muy bien y asume públicamente que no es momento para buscar crecer fuera de las posibilidades, sino de fortalecer el núcleo duro y esperar que la suerte haga que Juntos por el Cambio y Javier Milei no se saquen demasiada ventaja para que el balotaje se abra para cualquiera. Ahí será cuestión de repensar la estrategia.
“El kirchnerismo está a punto de hacer su peor elección. Lamentablemente, para Cristina Fernández, este es un dato que puede ser no modificable, independientemente de la fórmula que ella elija”, señaló Berensztein en diálogo con Perfil.
A la hora de pensar el próximo escenario nacional, el especialista en cuestiones electorales adelanta que, simbólicamente, puede que el peronismo no sea más percibido como “el partido del poder”. En este sentido, considera una posibilidad que el Partido Justicialista siga la suerte de otros espacios en América Latina como el PRI mexicano, el PDV de Brasil, el Partido Colorado de Uruguay (que hoy precisa de una alianza con su tradicional adversario para estar en el gobierno) o el Partido Demócrata Cristiano chileno.
Según los datos relevados por la consultora de Berensztein, el hartazgo con el kirchnerismo de la mayor parte del electorado no se limita a los políticos del oficialismo. Los argentinos, según los últimos estudios, también se habrían cansado del modelo estatista y dirigista, por lo que estarían dispuestos de votar opciones de orientaciones más liberales.
“Si hoy le preguntás a los argentinos, más del 56 % estaría dispuesto a privatizar Aerolíneas Argentinas e YPF, que son dos íconos, en términos simbólicos culturales de nacionalismo intervencionista argentino, de la idea de Estado grande que, curiosamente, Cristina Kirchner reivindica”, resaltó.
Cuando la sociedad argentina viró en esta dirección en la década del noventa, luego del colapso estatista alfonsinista, el peronismo no tuvo ningún reparo en hacerse cargo de la situación durante el menemismo. De repetirse la historia, seguramente el Partido Justicialista sobreviva y represente otra cosa. Pero la suerte del kirchnerismo sería muy diferente y quedaría relegado a un pequeño espacio de izquierda nostálgico de otros tiempos.