SONIA SCHOTT,
El término «líder del mundo libre» se utiliza para referirse al presidente de Estados Unidos porque, históricamente, ha sido reconocido como tal, por un concierto de países, por defender y promover la democracia y especialmente por su capacidad para influenciar y transformar eventos.
Ya desde mediados de la década de 1880, Estados Unidos se perfilaba como líder mundial, aun sin buscarlo, superando a Gran Bretaña como principal productor mundial de bienes manufacturados y acero.
El influyente editor de la revista Life, Henry Luce, escribió en 1941 que, el siglo XX debería considerarse «el siglo americano» por ser la nación más poderosa del mundo.
La victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial confirmó la imagen excepcional de Estados Unidos, con un papel especial que desempeñar en la historia de la humanidad.
Pero, Estados Unidos entra en el siglo XXI con grandes desafíos a su liderazgo.
“Tenemos competencia entre grandes potencias como China y Rusia, y todavía tenemos problemas de terrorismo, como los israelíes sin duda lo han experimentado de manera brutal la semana pasada. Así que creo que eso requiere un enfoque mundial en lugar de intentar eliminar partes del mismo. Está todo conectado. Los chinos y los rusos dijeron que ahora son amigos para siempre. Se están utilizando drones iraníes en Ucrania y contra los israelíes” dijo recientemente el Senador republicano, Mitch McConnell.
Para el presidente, Joe Biden, la última semana ha sido quizás una de las más duras de su administración, tras su visita de emergencia a Israel, para mostrar su apoyo, luego de las atrocidades cometidas por el grupo palestino Hamás, pero también apagar fuegos para evitar un incendio mayor.
En su discurso a la nación, el segundo desde que asumió la presidencia, Biden utilizó sombrías advertencias para destacar la importancia de enfrentar a terroristas y dictadores, en referencia a Hamás y al presidente ruso, Vladimir Putin.
Esta ha sido una constante de la presidencia de Biden: el cómo Estados Unidos debe liderar al mundo en una batalla por la democracia sobre la autocracia.
Los ataques de Hamás contra Israel demostraron cuán vulnerable puede ser una democracia, cuando se enfrenta a enemigos que no creen en la convivencia pacífica.
De la misma manera, la invasión de Ucrania por parte de Putin demostró que el líder ruso cree que el fin justifica los medios.
En momentos en que muchos cuestionan el liderazgo estadounidense, el discurso de Biden enfatizaba el papel global de Estados Unidos en la lucha contra esas ideologías que buscan imponerse por la fuerza; mientras tanto, China y Rusia se reunían para pronunciarse a favor de un nuevo orden mundial dominado por Pekín y Moscú.
Ya sea Biden o cualquier otro aspirante que gane las elecciones presidenciales de 2024, la próxima década será un período trascendental, en el que la rivalidad entre las grandes potencias avanzará hacia un conflicto potencial.
Por ahora, la prioridad está puesta en apoyar a Israel y a Ucrania.
La Casa Blanca está pidiendo al Congreso 105 mil millones de dólares de ayuda para Israel y Ucrania, pero el Legislativo sigue sumido en el caos y sin un presidente de la Cámara de Representantes, a Biden le resultará difícil lograr sus objetivos.
Ya hay señales de un debilitamiento del apoyo a Ucrania en el Partido Republicano.
La ayuda Israel en el Congreso seguirá siendo tan fuerte como siempre, pero ¿qué pasará si la confrontación entre Israel y Hamás se convierte en una guerra regional? ¿Tendrá Estados Unidos que desempeñar un papel militar?
Cuando Biden voló en el Air Force One a Israel recientemente, parecía una visita condenada al fracaso, luego de que la cumbre con lideres árabes fuera cancelada tras la muerte de cientos de palestinos en el hospital Al-Ahli en Gaza, por un ataque en que ambos bandos se responsabilizan.
Sin embargo, el viaje de Biden adquirió un nuevo propósito.
Después de que el ejército israelí presentara lo que parecían pruebas concluyentes de que el ataque al hospital había sido causado por un cohete defectuoso disparado desde Gaza, el viaje de Biden adquirió un nuevo propósito. Sus cuidadosas palabras, llamando a Israel a no ser “consumido por la ira” por los asesinatos de tantos israelíes por parte de Hamás el 7 de octubre, marcaron el tono.
Su mensaje a Israel tal vez no detenga la anunciada invasión terrestre de Gaza para eliminar a Hamás, pero sus palabras, como líder del país aliado más importante de Israel, deberían poder moderar las tensiones en el gobierno de Tel Aviv y más allá, poder evitar que los sonidos de los tambores de guerra, se extiendan.