MANUEL AGUILERA,
El 14 de junio de 1982 las tropas argentinas se rindieron ante las fuerzas británicas en la islas Malvinas. Dos meses antes, un sobreexcitado Leopoldo Fortunato Galtieri, presidente de la Junta Militar argentina, había ordenado la ocupación de este territorio bajo soberanía británica.
Juan Bautista Yofre, autor de dos libros sobre la guerra de las Malvinas, «1982» y «La Trampa”, recuerda aquella época en el ocaso de la dictadura militar: «El Proceso no iba ni para atrás ni para adelante, la inflación era muy grande, estaba el tema de las violaciones a los derechos humanos, había una insatisfacción de la sociedad frente a un régimen militar que ya era anacrónico”. Algo que podría aplicarse casi al cien por cien a la actual situación de Venezuela, salvando las diferencias históricas y la puesta en escena con algunas diferencias del tipo de dictadura.
Galtieri y la Juan Militar quisieron insuflar un “chute” de adrenalina nacionalista al alicaído pueblo argentino con la toma de las Malvinas pero seguramente no contaron con la enemiga que tenían en frente. Si baja era la popularidad de la dictadura argentina, tampoco corrían buenos tiempos para Margaret Thatcher y el Partido Conservador. En ese momento, la primera ministra batía récords de impopularidad debido a la mala situación económica, al desempleo y a los ajustes y recortes sociales que había promovido desde su llegada al poder. Galtieri buscaba conseguir el favor de los argentinos y en un primer momento tras la invasión el 2 de abril de 1982 lo consiguió. Pero sin darse cuenta le puso en bandeja a Thatcher ponerse al frente de la respuesta militar británica y ganarse el apoyo de su pueblo. Para los británicos aquello fue un paseo militar y Margaret Thatcher fue aplaudida y vitoreada en un desfile de la victoria en Londres que dejó en un segundo plano a la mismísima reina de Inglaterra.
Cuenta Gofre que «Thatcher pasó de ser la peor premier de la historia a la mejor», y esta gesta le sirvió para revalidar su mandato y arrasar en las elecciones de 1983. Mientras Galtieri se veía obligado a dimitir tras la derrota militar, certificando el principio del fin de la dictadura militar.
Observando la vehemencia con que otro dictador, Nicolás Maduro, acaricia la idea de anexionarse el Esequibo he recordado este asunto de las Malvinas y he pensado que inspirándose en la historia de Thatcher quería envolverse en la bandera venezolana para recuperar una decadente popularidad. Pero analizando los hecho más de cerca, las similitudes con Galtieri son mayores con Maduro, entre otras cosas porque a día de hoy un proceso electoral en Venezuela no tiene ninguna credibilidad como ha quedado demostrado en el referéndum que ha obrado la versión moderna de los panes y los peces: urnas con escasa participación y 10 millones de votos que aparecen de la nada.
Sin entrar a valorar qué razones históricas o políticas que se arroga Maduro para la anexión, las formas le equiparan a Galtieri y a la Junta Militar argentina. Coincidiendo además en el tiempo con la persecución judicial anunciada contra sus rivales políticos a cuenta de este asunto.
La comunidad internacional ha dado muchas oportunidades a Maduro de redimirse. La última, la flexibilización de las sanciones por parte de EEUU, una política que apoya el pueblo venezolano tanto dentro como el que está fuera del país como aseguran las encuestas, pero dicho esto, lo que toca ahora es explicarle a Maduro que es hora de respetar el derecho y las resoluciones de los tribunales internacionales. Y los organismos multipaís así se lo harán saber. Su reivindicación es legítima pero el uso de la fuerza no puede ser una opción. Es hora de que Maduro se de cuenta que está frente al espejo de Galtieri y no al de Thatcher cómo a él le gustaría. ¿Será el Esequibo para la dictadura venezolana lo que fueron las Malvinas para la dictadura argentina? Veremos.