sábado, noviembre 23, 2024
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Elogio del apache apasionado

ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ,

Algunos amigos en política activa me cuentan que, a veces, la agenda del partido les impide hablar de otras cuestiones que les importan más. Se entiende. Si se hace una estrategia política y de comunicación, hay que marcar los tiempos y los focos. No se puede convertir la acción de un partido en lo que el poeta Miguel d’Ors llama con una imagen cinematográfica: «Un ataque de comanches borrachos».

El problema, en cambio, es mío. Quien se enrola en la tripulación de una piragua tiene que remar acompasado al resto de remeros si no se quiere o hundir el bote o cambiar su rumbo o frenar su marcha. En cambio, la agenda política también marca sus objetivos a los que nadamos por aquí, y eso ya no resulta tan legítimo.

Yo puedo ir por libre en mis columnas. Más o menos: debo seguir algo la actualidad, porque escribo en periódicos diarios, que salen periódicamente día a día, si me perdonan la redundancia, pero tengo un margen. Hay que tener cuidado porque el partido en el Gobierno puede sacarse escándalos de la manga (o con los pies) —véase el último contra Abascal— para que no hablemos de lo que de verdad ocurre, esto es, de la amnistía o del pacto con Bildu.

Cuando Cervantes se hace este maravilloso propósito: «No quiero irme en la corriente del uso», está hablando, claramente, de no dejar que lo políticamente correcto del momento le llevase por donde ni su conciencia ni su estética querían. Pero también se puede ir uno corriente abajo a base de nadar contra corriente del uso. A veces hay que salirse del río por la orilla más amena y coger por los caminos de montaña. Las modas no hay que seguirlas ni para contradecirlas, porque entonces uno irá siempre a la anti-moda. Hay que tomar aire fresco.

Esto importa también porque para meterse con nosotros, los conservadores, nuestros hermanos los reaccionarios dicen que nos dedicamos a dar por buenas las políticas que la izquierda impuso. Es una sana corrección fraterna, aunque eso nos ocurre a todos, y no por aceptación pánfila del status quo, sino porque la rabiosa actualidad nos pone a discutir de otras cosas distintas a la conveniencia de quien maneja la agenda. Y se nos traspapelan las batallas pendientes. Cuidado con las incomparecencias y la prescripción adquisitiva del progresismo usucapiente.

Si me preguntasen por el problema más grave de España, yo respondería que el aborto legalizado y en serie. ¿Cuánto hace que no escribo contra eso? Si me dijesen qué batalla me gustaría ganar: la de la libertad máxima de enseñanza, con cheque escolar y una recuperación de la excelencia. ¿Le he dedicado al asunto algún artículo en el 2013? ¿De qué me gusta escribir? De las pequeñas alegrías familiares, que resisten todavía y siempre al invasor. Sí he escrito de eso, pero menos de lo que necesitamos. ¿Hablamos suficientemente de la crisis que afrontan los matrimonios, no sólo de la económica y tributaria, sino de la sentimental y de sentido? Hace dos meses que le prometí un artículo a nuestro suplemento Ideas sobre las familias extensas, y aún no me he puesto.

Lo mejor de todo esto es que depende de mí. Puedo escribir un artículo en contra del asalto a las instituciones democráticas que está perpetrando Pedro Sánchez, pero la solución al problema, al menos en primera instancia, depende de Sánchez. Sin embargo, soy yo el que puedo sacudirme de encima las imposiciones de la agenda y no dejar —como aconsejan por otra parte en los cursos de management— que lo urgente desplace a lo importante.

Decía Chesterton que la Iglesia nos permite escapar de la degradante esclavitud de ser hijos de nuestro tiempo. Estoy de acuerdo, y sumaría las tradiciones familiares y locales y también la gran literatura. Igualmente podemos zafarnos de la aún más degradante servidumbre de estar sometidos a la agenda política que marcan los medios y los poderosos prácticamente al minuto. No hace falta escribir como perros de Pavlov al dictado inmediato de las tendencias de Twitter. Marquemos distancias. Siendo conservadores comme il faut, que diría el Vizconde de Chateubriand, conservemos nuestro orden de prioridades y nuestro estado de rebelión permanente contra las ideas de fondo que nos quieren colar por la puerta de atrás, mientras nos tienen asomados a la ventana con cualquier jaleo artificial. Escribamos artículos contra el nominalismo de Guillermo de Ockham.

No seremos comanches borrachos dando vueltas al galope desbocado, pero sí podemos ser el apache que sigue la pista de un rastro y oye los lejanos cascos de los caballos enemigos, sin que le distraigan las huellas falsas y las trampas. Aprovechemos nuestra soledad e independencia para hablar del derecho a la vida y del cheque escolar con irritante frecuencia.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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