Al analizar los datos más recientes del Banco Central, es imposible pasar por alto la drástica contracción de las inversiones extranjeras en el sector productivo de Brasil. Es una señal de alarma cuando, al examinar el rendimiento de 2023, observamos una caída abrupta del 40% en las Inversiones Directas en el País (IDP) hasta septiembre, en comparación con el mismo período del año anterior.
Este retroceso, de 68.800 millones de dólares a 41.600 millones de dólares en entradas netas de IDP, no es solo una cifra negativa; es el presagio de una tendencia que puede comprometer la sostenibilidad del crecimiento económico a mediano y largo plazo. Después de todo, son estas inversiones las que nutren el sector productivo, que a su vez es el motor capaz de generar empleo, innovación y competitividad internacional.
Entre líneas de esta caída, encontramos un superávit comercial incrementado a 7.200 millones de dólares en septiembre, pero esto se ha conseguido a costa de una retracción del 5,2% en las exportaciones de bienes y una significativa disminución del 23,8% en las importaciones, en comparación interanual. Esto puede parecer positivo para algunos, pero tal balanza favorable enmascara una realidad preocupante: no estamos importando menos por mayor eficiencia, sino por una contracción en la actividad económica.
La situación alarmante se intensifica con la disminución del IDP a 3.800 millones de dólares en septiembre de 2023, lo que representa una caída vertiginosa del 61% en relación a septiembre de 2022. Esta es la proporción más reducida desde marzo del año pasado y refleja una aversión creciente al riesgo, que se esparce como una niebla densa sobre el horizonte de los negocios nacionales.
Narrativas engañosas del PT
Sin embargo, es imperativo desmontar la narrativa engañosa difundida por el Partido de los Trabajadores (PT), que utiliza datos aislados de un período específico para pintar un cuadro optimista de recuperación económica y atracción de inversiones extranjeras. La divulgación de que Brasil fue el segundo país que más atrajo Inversión Extranjera Directa (IED) en el primer semestre de 2023, según proclama la OCDE, es una verdad parcial que ignora la tendencia de declive en los meses subsiguientes. Es crucial reconocer que un desempeño positivo en un semestre no es suficiente para asegurar una recuperación económica consistente, especialmente cuando se enfrenta a un declive abrupto subsiguiente. Existe un escenario mundial de incertidumbres y recelo de inversiones en China, por ejemplo. Brasil, lamentablemente, no se ha posicionado como un aliado confiable para los países occidentales al considerar las grandes tensiones geopolíticas mundiales en Ucrania e Israel.
Además, no podemos olvidarnos de las proyecciones recientemente reducidas del propio Banco Central y del mercado financiero para el IDP de 2023. El optimismo inicial del BC se vio sacudido, pasando de una expectativa de 75.000 millones de dólares a 65.000 millones de dólares, mientras que el mercado financiero recalibró sus estimaciones de 80.000 millones de dólares a 70.000 millones de dólares. Esta revisión a la baja es un claro indicativo de la creciente desconfianza en el clima de negocios de Brasil.
La expectativa de crecimiento del PIB de Brasil para 2023 es del 2,89%; el escenario esperado para el próximo año es de un crecimiento de casi la mitad en 2024, alcanzando un modesto 1,5% según informó la Revista Oeste.
De acuerdo con un informe reciente de Poder360, incluso con la reducción de la “tasa Selic” (tasa básica de interés en Brasil), Brasil mantiene los intereses reales más altos del mundo, alcanzando el 6,9% anual. El incremento de los intereses reales representa un escenario de riesgo elevado, desincentivando la inversión extranjera directa y desalentando las iniciativas de inversiones a largo plazo.
La correlación negativa entre estos indicadores señala una economía que camina en dirección opuesta a la productividad y el dinamismo. La fuga de capital extranjero productivo refleja no solo un ambiente económico adverso, sino que también hace eco de la desconfianza política y la inestabilidad regulatoria que, lamentablemente, se han convertido en marcas registradas del país en el escenario global. Es decir, Brasil no genera confianza jurídica para el inversor extranjero, las cuentas públicas se deterioran, el crecimiento no despega, la tasa de interés no es alentadora y el posicionamiento geopolítico del país es de una cercanía cada vez mayor con las principales dictaduras en América Latina y en el mundo.