OMAR ESTACIO Z.,
“Acabado el racimo, meneando la cabeza me dijo:
Lázaro, engañado me has. Juraré yo a Dios que comiste las uvas, de tres en tres y no de una en una como lo habíamos acordado
- No comí más -me defendí, yo- ¿por qué sospecháis de mí?
- ¿Sabes en qué veo, yo, que soy de nacimiento ciego, que las comiste de tres en tres o quizás de cinco en cinco? En que comía, yo, de dos en dos y guardabas sospechoso silencio – replicó el astuto ciego, dicho lo cual me molió a garrotazos (“Lazarillo de Tormes”, Tratado I).
Leídas las anteriores enseñanzas de la picaresca castellana ¿Quién se traga el cuento chino de la picaresca ramplona, según la cual, el camarada El Aissami, se robó, se engulló o se atragantó, no con tres, ni cuatro, inocentes uvas, sino con la friolera de veintiún billones de dólares, en los propias narices o bigotes de Nicolás Maduro, quien sin ser ciego no solo, no lo vio, sino que tampoco lo oyó, olió, sintió, ni sospechó nada?
Menos aún lo vio, oyó, olió, sintió, ni sospechó, el aparataje represivo “roboLucionario”, léase, el SEBIN, las FAES (los chafarotes de este último han estado muy atareados, torturando disidentes), el DGCIM, el CICPC, la PNB, las policías de rolito que pululan por las municipalidades para desgracia de los parroquianos; la Contraloría General de la República, tampoco; el Consejo Nacional Electoral, menos aún; el Tribunal Supremo de Justicia ¡ni se diga! Tan prestos, todos, en develar, conspiraciones; intentonas golpistas o de magnicidios; de desembarcos de marines por las costas de Maiquetía o de prodigar inhabilitaciones políticas de candidatos opositores, incluida la represión de iguanas saboteadoras de Corpoelec después de cada apagón. En definitiva, que de tal multitud burocrática, nadie movió ni un solo músculo de sus abotargados rostros para impedir el saqueo.
Tampoco fue que del gran total de los US $ 27 billones se apropiaron de manera ilegítima de un milloncejo, por ahí, como quien no quiere la cosa o quizás de cien milloncitos. Tarek y pandilla, según las pesquisas, de ese gran total, se embolsillaron el 80% es decir, US $ 21 billones a lo largo de varios ejercicios fiscales. Ahora pretenden que les creamos, que la referida horda represiva -incluidos los soplones del G2 castrocubano, del SVR de Vladimir Putín, los espías enviados por el gordito de Norcorea – vino a descubrir el arrase, cuando era muy tarde, quiere decir, cuando el monto de lo esquilmado ya estaba, en las cuentas off shore de la banca internacional más proxeneta a disposición de los muy felices asaltantes.
Marco Tulio Cicerón, De Officis, II, 40, advertía “Si un ladrón toma algo por la fuerza o por fraude a otro miembro de la banda -todo o parte del botín- peligra su posición en la pandilla de ladrones y hasta su propio pellejo”.
Queda una vez más ratificado que no hay nada nuevo bajo el Sol. Menos todavía en el asalto “roboLlucionario” de las arcas públicas que hoy copa centimetraje en la prensa.
Quedan desmentidos, quienes han especulado que tras el «Affaire El Aissami», se agazapa una purga por discrepancias ideológicas o que el caído en desgracia es sujeto de represalias por conspirar para deponer el gobierno de su compinche o excompinche o que, con el saqueo de Pdvsa, el transgresor se proponía financiar la implantación de una república islámica en Venezuela.
Ha sido el enésimo caso de corrupción puro y simple de la nacosatrapía (y vendrán más). Solo que El Aissami lo ha mancillado todo con su inequitativa repartición del botín.
El lisiado moral que usurpa el Poder ha amenazado, a raíz del incidente, con imponer pena capital a los manoseadores del Erario Público.
Después de las correspondientes reformas, constitucional, del código penal, de la consiguiente resurrección de la ley de vagos y maleantes, los conducidos al patíbulo, serán los que insistan en “comer pa´ellos solos”. O quienes pretendan reservarse para sí, la llamada “parte del león”. Y que conste que por hoy, no hemos contabilizado el narcotráfico.