MIAMI- La crisis bancaria que se desató en Estados Unidos (EEUU) con la quiebra de tres bancos (Silvergate, Silicon Valley y el Signature) y un cuarto (First Republic), que tuvo que ser rescatado por 11 entidades financieras estadounidenses, se convirtió en la cesta de oro para las grandes instituciones en este sector, en especial para JPMorgan Chase.
En sólo tres días, el gobierno estadounidense -a través de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC)- intervino dos corporaciones financieras, después de un retiro masivo de depósitos y cierre de cuentas en el Silicon Valley Bank, radicado en Santa Clara, California, y en otros.
Este fue el colapso bancario más grande de Estados Unidos, luego del desplome del Washington Mutual en 2008.
Pero otros centros financieros regionales también elevaron la tensión al perder gran parte de su potencial operativo, que dio comienzo a un nuevo sendero oscuro en la historia financiera del país.
La californiana PacWest cedía (-54,74%), Western Alliance (-82,47%) con sede en Phoenix (Arizona) o Zions Bancorporation (-31,60%), de Salt Lake City (Utah).
«La crisis no ha terminado»
El Silicon Valley Bank fue impactado por el mal tiempo que atraviesan las compañías tecnológicas con la caída de sus acciones durante meses en los mercados bursátiles; la necesidad de acometer despidos masivos frente a un exceso de personal contratado durante la pandemia de COVID-19 y en medio de la pugna por el poder en la llamada Inteligencia Artificial.
La estrategia del Banco Central de aumentar las tasas de interés de casi cero a 4,50%-4,75% en ese momento para combatir la inflación impactó de forma negativa a todo el sector. Ahora la tasa de referencia se encuentra en 4,75%- 5.00%.
Para contener la desesperación de los mercados y de millones de clientes no sólo en EEUU, sino en el mundo, el presidente Joe Biden, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen y el máximo responsable de la Reserva Federal, Jerome Powell tuvieron que salir al ruedo público para presentar “una situación bajo control de Washington”, con un depósito en el First Republic Bank de 30.000 millones de dólares y otros $300.000 millones disponibles para la emergencia.
Todo parecía cierto hasta que el presidente ejecutivo de JP Morgan Chase, Jamie Dimon, dijo lo contrario el 4 de abril en su informe anual de 43 páginas dirigido a inversionistas: «La crisis bancaria actual no ha terminado, e incluso cuando haya quedado atrás, habrá repercusiones durante años», puntualizó Dimon en un mensaje que abarca diversos temas, desde los resultados de JPMorgan hasta la geopolítica y las regulaciones financieras.
Luego de las tensiones de marzo, «las condiciones financieras probablemente se volverán más ajustadas, los financistas se volverán más prudentes, y no sabemos si eso afectará los gastos de consumo», reflexionó Jamie Dimon.
Por eso, para enfrentar riesgos de impactos, en particular por créditos hipotecarios con fines de instalaciones comerciales o en tarjetas de crédito, los grandes bancos han separado reservas de liquidez.
El éxodo de depósitos y ganancias
¿Hacia dónde fue el dinero que los clientes extrajeron de esos bancos y que creó un cierto pánico generalizado?
Para evitar el contagio de retiros masivos de dinero en otros bancos, el gobierno federal priorizó la estabilización de las entidades en quiebra y aseguró los fondos de clientes sin importar la cantidad mediante un programa de rescate.
La ley federal garantiza en este tipo de situaciones hasta 250.000 dólares. Por esta razón miles de clientes abrieron sus cuentas en los grandes bancos estadounidenses como Citigroup, Wells Fargo, Bank of America y JPMorgan Chase, el mayor beneficiado hasta ahora por la crisis.
Miles de clientes en EEUU se dirigieron hacia las instituciones de mayor poder financiero en busca de seguridad de su dinero y ante menores riesgos de quiebra.
En el primer trimestre de 2023, JP Morgan Chase incrementó sus ganancias en un 52% (12.600 millones de dólares) respecto a igual trimestre de 2022, cuando también los dividendos ascendieron de forma significativa en comparación con el 2021.
La facturación, del mayor banco estadounidense en volumen de activos, subió un 25% para una cifra récord en el primer trimestre.
La de Citigroup, el tercer banco del país, aumentó 12% «a pesar del entorno movido para los bancos», destacó su presidenta, Jane Fraser.
Wells Fargo obtuvo 34% más de ganancias ($4.700 millones), Citigroup 7% más ($4.600 millones), y PNC un 18% con $1.600 millones.
Por su parte, Bank of America, el segundo banco de EEUU por volumen de activos registró en el primer trimestre un incremento de 13% a 26.300 millones de dólares de sus ingresos, gracias en parte a un alza de 25% de sus ingresos netos por las tasas de interés (la diferencia entre los intereses que el banco gana por préstamos a clientes y lo que paga a los ahorristas).
Sus ganancias netas ascendieron así a 7.700 millones de dólares, 16% por encima del primer trimestre de 2022.
El pánico silencioso perdura
Sin embargo, el miedo y la incertidumbre financiera y económica reinan en un gobierno demócrata con una agenda permeada de exigencias del radicalismo de izquierda, que ha demostrado su incapacidad o su interés en crear crisis por intereses ideológicos, en vez de desarrollar la economía del país.
Debido a las políticas económicas fallidas del gobierno de Biden, EEUU sufre la inflación histórica que llegó al 9,1% en junio de 2022, la deuda pública por encima de los 32 billones de dólares; un déficit comercial durante dos años en cifras nunca antes vistas en la historia económica de la nación que superó en el 2022 los 948,000 millones de dólares; un declive consecutivo en ventas de viviendas durante 12 meses, el sector manufacturero en contracción desde hace seis meses y una ralentización del consumo en general desde mediados del año anterior y la caída en marzo de las ventas minoristas en 1%.
En resumen, excepto el sector laboral, el resto de los índices de la economía estadounidense se encuentran en números rojos récord o su intermitencia representa la desestabilización, a pesar de que la Casa Blanca y los medios de prensa de izquierda digan lo opuesto a la realidad que sufre la mayoría de los estadounidenses desde hace más de 24 meses.
La inflación de EEUU es «generalizada» y el camino hacia un alza de precios reducida y estable podría ser largo y difícil, advirtió una alta funcionaria de la Reserva Federal estadounidense (Fed, Banco Central).
Las diversas medidas utilizadas para calcular la inflación «han superado sus picos pero siguen siendo elevadas, lo que sugiere que la inflación se ha generalizado en la economía», dijo Lisa Cook, miembro del comité de la Fed que fija las tasas, en un discurso en la Universidad de Georgetown, Washington.
“Aparecen las grietas en la resiliencia que los consumidores demostraron en 2022, a medida que los precios son más elevados y las tasas de interés más altas. La incertidumbre del ambiente macroeconómico finalmente está pasando factura”, dijo Mickey Chadha, vicepresidente de Moody’s.
La agencia Moody’s pronostica que los consumidores serán cada vez más “selectivos” en sus gastos durante el 2023.
Goldman Sachs, el único perdedor grande
Hasta ahora, y entre los grandes bancos y entidades de inversiones, Goldman Sachs es el único cuyos ingresos por la actividad de asesoría a empresas en operaciones de fusión y adquisición, salida a Bolsa o capitalización, cayeron 26% en el primer trimestre. Así su facturación global bajó 5% (12.200 millones de dólares) en el trimestre, por debajo de lo esperado por los analistas. Sus ganancias netas cayeron 19% (-3.100 millones de dólares).
En sentido general en estos momentos prima cierta reticencia en el sistema financiero estadounidense para otorgar préstamos, una de las graves secuelas que causan las crisis bancarias. Por eso los volúmenes de crédito entregados por los bancos «disminuyeron» en marzo y a principios de abril, según una encuesta de la Reserva Federal.
“Los volúmenes de préstamos y la demanda de créditos disminuyeron a individuos y empresas”, destacó la Reserva Federal en su informe conocido como “Libro Beige”.
“Varias regiones notaron que los bancos ajustaron las normas (para otorgar) créditos, en un contexto de incertidumbre y preocupaciones sobre la liquidez”, detalló el documento.
«Muchos bancos prefirieron reducir el volumen de créditos, en particular para los nuevos clientes, a pesar de liquidez abundante», señala el informe.
Los bancos se han preparado para enfrentar la eventualidad de que sus clientes no puedan pagar sus deudas y que las empresas no puedan devolver los préstamos comerciales o inversiones. Por eso, JPMorgan Chase separó 1.400 millones de dólares, Citigroup $640 millones, Bank of America, $403 millones y $397 millones tiene listo Wells Fargo.
El jugoso botín de los de arriba
Pero en medio de la tormenta, las grandes instituciones financieras estadounidenses se están haciendo de oro con la crisis bancaria y están utilizando sus conexiones políticas para beneficiarse, en particular JPMorgan Chase y su presidente ejecutivo, Jamie Dimon, sobre el que muchos afirman que podría estar cimentando su legado como el más poderoso de Wall Street, al tiempo que otros indican que es el “verdadero presidente en las sombras de la Reserva Federal”.
Dimon es ahora quien dirige las decisiones junto a Larry Fink, de Black Rock (la mayor gestora de fondos del mundo con activos de casi 9 billones de dólares), este último en un segundo plano por intereses de la propia firma.
Lo que hizo Dimon fue crear una alianza a nombre del JP Morgan Chase para colectar 30.000 millones de dólares y depositarlos en un banco en quiebra, algo que recuerda el rescate que logró el fundador del banco durante lo que se conoce como el Pánico financiero de 1907 o el pánico de los banqueros en EEUU, cuando Wall Street cayó un 51%.
JP Morgan no sólo se ha llevado grandes depósitos de fondos, sino que se queda con la mayoría de los clientes de empresas de tecnología consolidadas y de diversos sectores, además de las compañías que decidieron salir de pequeños y medianos bancos u otras entidades prestamistas.
El sistema bancario no funciona como mercado libre, sino mediante un modelo creado para privatizar beneficios y socializar pérdidas.
El mejor ejemplo es Dimon, quien ha gestionado personalmente estos rescates con el Tesoro y la Reserva Federal para tranquilizar los mercados, cuando él ha dicho que la crisis continua.
Los grandes fondos en los que invierten en gran medida estos gigantes financieros consiguieron en marzo, ya en medio de la crisis, hacerse con un cofre dorado de 7,200 millones de dólares, en apuestas contra las acciones bancarias; es decir, la crisis es para “los de abajo”, no los de arriba.
De esa cifra, $1.300 millones proceden de apuestas contra Silicon Valley Bank, $848 millones contra First Republic y otros $684 millones contra Credit Suisess. Sólo con estos tres bancos, los de arriba se “han puesto las botas” en apenas dos o tres semanas. Y de cara a los próximos meses, estos fondos de cobertura prevén mayor turbulencia en el sector bancario.
El programa de ayuda de liquidez de la Reserva Federal evitará en gran medida que los bancos regionales más débiles quiebren por falta de liquidez, pero dado el tipo de interés actual esto provocará un impacto catastrófico en los márgenes de interés creando a su vez un alto riesgo de solvencia. Es decir, la cura es temporal.
En una de sus columnas, The Financial Times afirma que hay un alto riesgo de solvencia bancaria, porque si los bancos logran recuperar los préstamos con los altos intereses actuales (algo distinto a los pronósticos de expertos), las ganancias serían alucinantes, pero si no lograr recuperar la mayor parte de sus volúmenes de préstamos, pues la debacle sería también alucinante.