Marcelo Duclos,
Las instituciones son sabias. Presentan sus anticuerpos para sobrevivir ante la eventual llegada de un mandatario autoritario. Argentina puede funcionar mal, pero las instituciones políticas sobrevivieron a un kirchnerismo que no pudo hacer lo que quiso y tuvo que entregar el poder en dos oportunidades. Entre la justicia (que tiene ciertos vicios de tiempista deportivo) y el Poder Legislativo, se ocuparon que el daño que CFK y compañía hicieron fuera mucho menor. Si alguien piensa, ante las deudas millonarias como la del juicio de YPF, que no se podía hacer más daño, siempre es válido recordar el caso de los socios chavistas, donde directamente ocuparon el país y no se han ido aún.
Claro que las limitaciones institucionales al Poder Ejecutivo son a priori. Funcionan, como deben ser, no para cuando llega un presidente totalitario, sino cuando gana las elecciones un mandatario que quiere devolverle el poder a la gente. No podemos caer los liberales en el lamento de la división de poderes cuando llega un presidente de nuestra preferencia, que tiene el plan correcto para sacar a la Argentina del pozo. Sí, lógicamente, es para lamentarse que las ideas actuales del Poder Ejecutivo no chocan con un republicanismo interesado en las instituciones: dan de frente contra la corporación prebendaria que quiere mantener todos sus privilegios, que lógicamente tiene sus representantes en el Poder Legislativo y el Judicial.
La oposición miente cuando dice que el DNU no debe validarse, para evitar sentar un precedente peligroso a futuro. Como dijimos en varias oportunidades, todo lo que está en el decreto es coincidente con la Constitución Nacional, por lo que, en lugar de cuestionar el decretazo presidencial, el Congreso debería derogar todas las leyes y decretos que contradicen a la Carta Magna y que el DNU pretende dejar sin efecto. Si el parlamento hiciera lo que debe, el DNU no tendría razón de ser. Pero no lo hace.
No es análoga la situación con un equivalente a un eventual retorno del kirchnerismo que refunde el país con un DNU del primer día, ya que todas esas ideas irían en contradicción con la Constitución. Así gobernaron y así legislaron. Así nos dejaron.
Lo cierto es que a Javier Milei no se le puede pedir más de lo que hizo. A contramano de la historia, el presidente ganó las elecciones diciendo lo que iba a hacer. Como si fuera poco, ni bien se puso la banda celeste y blanca en el pecho, ejecutó exactamente lo que dijo que iba a hacer en campaña. Los recules con la relación con China y Brasil, que lógicamente la oposición destaca, son cuestiones ínfimas si comparamos a la vigencia absoluta de núcleo central del plan de gobierno y la prédica histórica del libertario.
Pero Milei no puede hacer todo solo, simplemente porque un presidente no puede hacer todo. Dentro de su ámbito de influencia, además de ejercer una administración austera, está la constante explicación de lo que sucede (como bien está haciendo, junto a algunos ministros como Luis Caputo) y el diseño de unas listas legislativas de lujo para 2025. Los que cuestionan la actitud de algunos personajes menores que se colaron en las listas legislativas bonaerenses, deberían reparar en el hecho que un hombre, solo, sin estructura política, llegó a la presidencia en solamente dos años. Se hizo lo que se pudo, con las herramientas disponibles y se cumplió con creces el objetivo. Nada que cuestionar en este sentido, pero el armado para las legislativas de medio término debe ser inapelable. En todo el país.
El presidente puede explicar, predicar con el ejemplo y preparar una contienda épica para dentro de un año y medio con los mejores soldados para la batalla final. Una victoria en las elecciones de medio término será la garantía de la implementación total del ambicioso plan de reformas del Ejecutivo. Como dijimos, más no se le puede pedir.
La ciudadanía es la que tiene en sus manos el cambio de rumbo de Argentina. Hay que entender que, si el oficialismo puede ejecutar a medias su programa en los próximos meses, habrá mejoras moderadas, pero notorias. Si se puede avanzar en poco y nada, no quedará otra opción que administrar la decadencia.
En 2023, la ciudadanía en su mayoría pudo hacer sinapsis entre la problemática argentina y sus causas y votó por la salida correcta. Hoy toca entender que el gobierno está haciendo todo dentro de sus posibilidades. Enfrente no hay ninguna coalición republicana, aunque se llenen la boca impunemente hablando de Juan Bautista Alberdi. Está la impúdica corporación, responsable de la decadencia argentina, que se niega a perder sus privilegios. Más allá de lo que pueda hacer el presidente en los próximos meses, en 2025 se puede enterrar para siempre al aparato corporativo parasitario. Una mayoría parlamentaria del oficialismo de La Libertad Avanza y sus aliados, saldará definitivamente esta puja actual entre prebendarismo atrasado y la libertad superadora.