lunes, octubre 7, 2024
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En Cuba solo crece el número de prisioneros

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@DesdeLaHabana

LA HABANA.- Pasada las nueve de la mañana un destartalado camión Ford parquea en el callejón que da acceso a la cárcel de máxima seguridad Combinado del Este, en Cuba. De la cabina trasera desciende un grupo de personas, casi todas mujeres. En sus espaldas cargan pesados jolongos (jabas de saco) con alimentos. La prisión está situada en el Kilómetro 13 y medio de la Autopista Monumental, al este de La Habana. A la entrada, un cartel en español e inglés advierte que es una zona militar y no se pueden tirar fotos.

Una de esas mujeres, Rosaura, ama de casa de 55 años, dice que su hijo lleva cuatro años y siete meses cumpliendo sanción en el Combinado del Este. Su esposo y un nieto la ayudan a cargar dos enormes jolongos. “Le llevo todo lo que pueda conseguir. Con la que está cayendo (crisis económica) cada vez le puedo llevar menos alimentos. Esta vez le pude comprar dos ruedas de cigarros, azúcar prieta, refresco instantáneo, tres latas de conserva, que, por disposiciones del penal, las tengo que verter dentro de un recipiente plástico. También pude conseguir pan y prepararle tostadas”.

Olga Lidia, jubilada, a sus 63 años, a pesar de la artrosis y otros achaques, una vez al mes viaja desde Artemisa, a unos 70 kilómetros, para visitar a su hijo y llevarle provisiones. “A veces vengo con algún pariente. Pero casi siempre viajo sola. A mi hijo lo condenaron a siete años por sacrificio ilegal de ganado. La cárcel en Cuba es muy dura. En la mayoría de las prisiones hay hacinamiento, pésima alimentación y malos tratos”.

Antes de entrar a la prisión, los familiares tienen que pasar por dos barreras de seguridad. En cada una de ellas se chequea el carné de identidad. A un recluso se puede visitar si con anterioridad éste ha incluido tu nombre en una tarjeta. A cada uno se le autoriza a recibir hasta cinco personas mayores de 18 años en una misma visita, excepto si tiene hijos que aún no han cumplido la mayoría de edad.

Los sancionados por delitos menores tienen visita cada 21 días y pabellón conyugal con sus novias o esposas cada tres meses. A los presos políticos en el Combinado del Este, como el periodista independiente Lázaro Yuri Valle Roca, se les autoriza una visita reglamentaria cada 30 o 40 días.

Los controles

Luego de traspasar el primer cordón, se llega a una puerta de aluminio y cristal donde medios electrónicos revisan los paquetes llevados a los reclusos, sean comunes o políticos. Un cartel informa que los presos no pueden recibir agua de colonia, medicinas ni alimentos en envases de cristal o metálicos. Tampoco se permite que las mujeres usen blusas y camisetas escotadas, faldas cortas ni vestuario provocativo.

Un oficial con aspecto lombrosiano [partidario de una doctrina que tipifica la conducta criminal como resultado de la evolución en ciertas personas] y una sintaxis deficiente explica a los familiares: “Hace unos meses un recluso le cortó el cuello a otro porque de forma lasciva estaba mirando a su esposa. Se han atrapado a unos cuántos masturbándose en los baños del propio salón de visita. Por ese motivo no dejamos pasar mujeres que no están correctamente vestidas”.

Está prohibido pasar cámaras fotográficas y teléfonos celulares. Los visitantes tienen que entregar su carné de identidad, que es retenido hasta la salida. El salón de visitas es un recinto largo y estrecho con mesas y asientos de cemento a ambos lados. Cuando usted ya está adentro, no puede salir hasta que concluyan las dos horas y medias de visita. Los reclusos se sientan frente a las mujeres. Los hombres se pueden sentar al lado del reo.

El salón está pintado con un color oscuro que le da un toque tenebroso. Desde el lugar se divisa el hospital de la prisión. Es un edificio pintado de blanco, y según cuentan reclusos más viejos, allí estuvo durante varios días debatiéndose entre la vida y la muerte, tras 82 días en huelga de hambre, el prisionero de conciencia Orlando Zapata Tamayo, fallecido el 24 de febrero de 2010.

Al costado del pabellón de las visitas existe una pista de atletismo que circunda un terreno de béisbol. Al fondo se divisan tres moles de hormigón prefabricado. Son las galeras de la cárcel, con capacidad para más de 3.000 presos. Cada edificio tiene cuatro pisos y se identifican con los números 1, 2 y 3. En el uno están los condenados a muchos años de cárcel y a extranjeros que cumplen sanción en la Isla. En el dos y el tres, el resto de los presos comunes y algunos activistas y disidentes.

Un reo que lleva 18 años tras los barrotes cuenta que cuando entró al Combinado, tener un celular y navegar por internet en Cuba sonaba a ciencia-ficción. «El mundo cambia, pero la vida en la cárcel es siempre igual. Te levantan a la cinco y media para el recuento, el desayuno es un trocito de pan con un agua de chirria que le dicen tila, a las once el almuerzo y a las cinco de la tarde la comida. Si se puede llamar comida a la bazofia que nos dan. Llevamos diez días comiendo arroz con gorgojos y una croqueta de harina rancia. Las jabas que nos traen nuestros parientes alivian bastante el hambre que pasamos. Los de familias pudientes se las arreglan mejor. El resto tiene que inventar para resolver comida. Es habitual que un preso te chivatee con el guardia por una ración de comida extra”.

Cárcel con vista al mar

“Aunque sabemos que las cosas afuera están igual de mala. Cuba es una cárcel con vista al mar. Los presos que tienen mejores contactos o son ‘mandantes’, el guardia le trae la comida de un paladar [restaurante privado]. En la prisión, el dinero son los cigarros, la leche en polvo y las revistas pornográficas. Mi negocito es vender minutos de llamadas telefónicas. Me pagan con dinero, cigarros o comida. Los que más sufren son los ‘huérfanos’, llamados así porque nadie viene a verlos. Sobreviven lavando ropa de otros presos, limpiando baños o narrando filmes. En mi galera hay un ‘huérfano’ que le llaman DVD. Por las noches, el tipo describe una película al estilo de Armando Calderón. En el ‘tanque’ (cárcel) se ve de todo”.

El Combinado del Este es una de las cinco prisiones de máxima seguridad existentes en el país. Hay otras 40 cárceles y 155 reclusorios de régimen abierto para un total de 200 centros penitenciarios. Un funcionario de prisiones dijo a DIARIO LAS AMÉRICAS que “algunas antiguas escuelas en el campo las han reformado en granjas para los presos que trabajan cortando marabú. El Ministerio del Interior saca buen provecho con el trabajo de los reclusos”. El funcionario calcula que en Cuba hay de 70.000 a 80.000 presos.

Pero en un un artículo publicado el 13 enero de 2020 en La Opinión se denunciaba que «más de 90.000 personas están encarceladas en Cuba, según los datos oficiales proporcionados a Civil Right Defenders y Prisoners Defenders por dos fuentes del más alto nivel del Estado cubano, una cifra que sitúa a la isla caribeña como el país con más personas encarceladas del mundo, en proporción a su población, de acuerdo con el ranking del Institute for Crime and Justice Policy Research de la Universidad de Londres. La Dirección General de Prisiones de Cuba reconoce más de 90.000 presos, a los que hay que sumar las 37.458 personas en ‘en otras funciones de control judicial y policial’, lo que arroja un total de 127.458 entre convictos y condenados». Hasta enero de 2023, el número de prisioneros políticos en Cuba era de 1.077.

Mano de obra esclava

Manuel, un mulato que tiene como segunda casa la prisión, conoce de primera mano el mapa penitenciario. Ha estado tras las rejas cuatro veces por diversos delitos menores. “Entre reclusorios y prisiones de máxima seguridad he pasado por doce dependencias: desde Taco-Taco en Pinar del Río y el Combinado del Este en La Habana hasta Canaleta en Ciego de Ávila. En todas las provincias hay cárceles y granjas. Además de trabajar en la construcción y señalización de las calles, a los presos también los utilizan en la producción de muebles para el turismo, cortar caña o confeccionar carbón vegetal de marabú que luego el gobierno exporta a 400 dólares la tonelada”, explica el exrecluso.

Empresas militares como Provari están a la cabeza en explotación laboral y trabajo cautivo de los presos en Cuba. Un folleto de la empresa dice que en el 2001 contaba con 150 instalaciones de producción. Ahora cuentan con más de trescientos centros. La mayoría enfocados en la exportación o la venta en tienda dolarizadas. Un informe de 2013 publicado en el diario Guerrillero, señalaba que la sucursal de Provari en la provincia de Pinar del Río, en 2020 había tenido ventas por el equivalente a 200.000 dólares. Según la nota, la producción de la sucursal pinareña incluía cloro y ácido muriático, sillas de playa, cunas de niños, bloques de construcción de concreto y arcilla, pinturas, brochas, tubos plásticos y plantas ornamentales.

Provari también fabricaba insecticidas contra piojos y garrapatas y otros productos de higiene sanitaria. Y planeaba construir un calentador solar de agua de 170 litros, de acuerdo con reportes en medios oficiales. Un folleto comercial presentaba actividades de Provari como carpintería con maderas preciosas, venta de textiles bajo las marcas Oeste y Hércules y tapicería de muebles de oficina, vendidos bajo la marca Ofimax. Igualmente indicaba que la empresa militar estaba lista para hacer negocios con compañías nacionales e internacionales.

“Lo más preocupante es que en las cárceles cubanas se trabaja sin los uniformes y medios adecuados para elaborar sustancias químicas. Los presos no tenemos opciones y no contamos con un abogado o representante legal donde quejarnos y demandar al gobierno”, comenta Manuel. Y asegura haber trabajado más de doce horas diarias «cortando marabú o en un taller confeccionando pantalones de mezclilla de marcas piratas. Nos pagaban una miseria, 200 pesos al mes, y de ese dinero nos descontaban el aseo, las colchas y sábanas que nos daban. Al final, cobrabas menos de 80 pesos mensuales. Trabajamos casi gratis”.

Los que más sufren las duras condiciones del trabajo esclavo en las cárceles cubanas son los negros. Según datos oficiales, el 88% de la población penal es negra o mestiza. Las cifras económicas y productivas en Cuba están en caída libre. Lo único que crece es el número de presos.

Fuente: Diario Las Américas

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