«Basta, este huevón hace lo que quiere cuando tiene ganas, ¿y la explicación es que está loco?». Con esta opinión filtrada de la canciller chilena, Antonia Urrejola, sobre el embajador de Argentina en Santiago, Rafael Bielsa, debutó el presidente Gabriel Boric en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada justamente en Buenos Aires.
La necesidad de aire o de un hueco en la tierra debió asediar al mandatario chileno al enterarse de la filtración del audio de seis minutos donde Urrejola desmecha al diplomático del país anfitrión del evento donde se encontraba por haber criticado la suspensión del proyecto Dominga que construiría una mina y un puerto con una inversión de más de 2500 millones de dólares en la región norteña de Coquimbo, pasando por el Archipiélago de Humboldt.
«Hay un impacto político interno contundente por el manejo de la política exterior de Boric, porque Chile estaba acostumbrado a ser percibido positivamente, no tanto por la relevancia del liderazgo en la comunidad regional sino por la inserción exitosa que permitió generar crecimiento y desarrollo», señala el analista e historiador de la Universidad Católica, Patricio Gajardo en conversación con PanAm Post.
Insiste en que «el remezón es significativo porque Chile era reconocido por la validez del Estado de derecho y la seriedad institucional, pero ahora las filtraciones de las grabaciones de la Cancillería, que son inaceptables, y las transformaciones que intenta Boric como la constituyente, dejan mucho que desear».
Una destitución clave
La destitución de Urrejola por el escándalo que compromete la política exterior de Boric resuena entre las bancadas opositoras del Congreso. De hecho, el senador Jaime Quintana, del Partido por la Democracia (PPD) y presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales del Senado, advierte que «la política exterior chilena está en manos de novatos irresponsables».
Al respecto, Patricio Gajardo agrega que el secretario de relaciones económicas internacionales de la Cancillería, José Miguel Ahumada, también debería salir del cargo por haber dilatado el debate del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico más conocido como TPP 11.
Mantener o deshacerse de la canciller no cambiará el hecho de que aterrizar en Buenos Aires está representando una pésima experiencia para Gabriel Boric, considerando que su exministra de Interior, Izkia Siches, le complicó su primera parada como jefe de Estado en Argentina, a dos semanas de haber asumido el poder, por referirse al Wallmapu, un concepto que abarca no solo tierras chilenas sino también del país vecino, que han sido habitadas por el pueblo mapuche.
La legitimación por parte de la alta funcionaria al reclamo territorial fue considerado por la Casa Rosada como un problema que afectaría la soberanía. En ese momento, a Siches le tocó pedir disculpas al embajador Bielsa.
Fracturas de la izquierda latinoamericana
¿Está la nueva izquierda regional fracturada y confrontada? La respuesta parece obvia porque si bien la Celac fue fundada por izquierdistas para mantener a la organización como su club de integración estratégico, a varios líderes que se suponen de la misma corriente ideológica les ha tocado lidiar con las diferencias, que en algunos casos son coyunturales y en otros un poco más profundas.
En el caso de Chile y Argentina genera aspereza la filtración del audio de Cancillería, mientras que entre Perú y Bolivia, la injerencia de Evo Morales en la crisis política del país inca también levanta fricciones.
A los gobiernos izquierdistas de Colombia y Nicaragua los separa de manera casi irreconciliable el litigio marítimo que se dirime en la Corte Internacional de Justicia de La Haya en defensa del perímetro del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
Bochornos diplomáticos de Boric
Pensar en consenso entre la izquierda con estos escenarios es difícil cuando la política exterior de Gabriel Boric, por ejemplo, está signada por el caos y los conflictos que suma hitos negativos en menos de un año de gobierno. Sus juergas diplomáticas comenzaron el día de su toma de posesión en el Congreso de Valparaíso cuando cuestionó al rey Felipe VI de España por supuestamente haber retrasado el acto.
Después de este episodio, los deslices en el manejo de las relaciones internacionales aumentaron con el impase con Israel por haber rechazado las credenciales del embajador designado en Santiago, Gil Artzyeli, quien quedó plantado frente a La Moneda pese a estar en la agenda del palacio presidencial. Después de esperar una hora en las afueras de la sede de gobierno, le notificaron que no sería recibido. La Cancillería de Israel citó al embajador chileno en el país, Jorge Carvajal, para una «conversación de amonestación» por el «comportamiento sin precedentes de Chile».
Si bien después el presidente Gabriel Boric se retractó por este capítulo, la huella que dejo es imposible de borrar, así como la de su bochorno en la Cumbre de las Américas, celebrada en Los Ángeles en junio del año pasado, cuando cuestionó la ausencia de Estados Unidos en el lanzamiento de la Coalición Américas por la Protección del Océano (una iniciativa de su gobierno, que busca crear, declarar, implementar y gestionar de manera efectiva áreas de protección), pero a solo dos asientos a su derecha estaba John Kerry, exsecretario de Estado de Estados Unidos y actual representante del clima de la Casa Blanca. Lamentable.