CARLOS SÁNCHEZ BERZAÍN,
En el siglo XXI hay dos Américas y la diferencia está marcada por la existencia o inexistencia de libertad y democracia, por la forma en que los pueblos viven y son gobernados en función del respeto a los derechos humanos y la naturaleza del gobierno como servidor del pueblo soberano o como dueño y concentrador de todo el poder que convierte a la gente en siervos. El eje principal de confrontación en las Américas es democracia y dictadura, la libertad o el crimen organizado.
El mundo del siglo XXI es capitalista, globalizado y vive la revolución tecnológica de las comunicaciones y la inteligencia artificial. En este tiempo no se discute “que” es el mundo, la disputa radica en “como” se organiza y gobierna, cuestión que presenta dos opciones: hacerlo fundados en la libertad y el respeto a los derechos humanos o por medio de la concentración autoritaria del poder violando la libertad y la vida de las personas.
Las dos Américas hoy, se caracterizan por la principal división que se produce en base a la libertad y de los derechos humanos. Democracia con gobiernos en los que el pueblo es el soberano y los gobernantes tienen mandato, obligación de gobernar temporalmente en el marco de la ley y rendir cuentas; o dictadura en que concentran todo el poder indefinidamente con terrorismo de Estado y crimen organizado con impunidad.
La Democracia en las Américas está expresamente determinada por la Carta Democrática Interamericana suscrita en Lima-Perú el 11 de septiembre de 2001. Un tratado constitutivo de cumplimiento obligatorio que en su artículo primero expresa que “Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”. El artículo tercero de la Carta determina que los elementos esenciales de la democracia, que en sentido negativo señalan a las dictaduras que los violan y los destruyen.
La dictadura es el “régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales”. Las dictaduras detentan el poder por medio del “terrorismo de estado” que es “la utilización de métodos ilegítimos y crímenes por parte de un régimen, para producir miedo o terror en la población civil y de esta forma alcanzar sus objetivos o fomentar comportamientos que no se producirían por sí mismos. Se evidencian porque tienen presos y exiliados políticos, la utilización de la justicia como instrumento de represión, la tortura y la agresión a la vida y la propiedad privada. Las dictaduras son estatistas, centralistas y represivas».
Al finalizar el siglo pasado la región era indiscutiblemente democrática. En diciembre de 1994 se realizó en Miami la Primera Cumbre de las Américas que estableció una política regional que reflejaba una política de los 34 países asistentes, todos democráticos, estableciendo “un pacto para el desarrollo y la prosperidad basados en la conservación y el fortalecimiento de la comunidad de las democracias de las Américas”. Democracia, desarrollo sostenible, lucha contra el narcotráfico, erradicación de la pobreza y desarrollo de mercado común eran los principales de “59 mandatos basados en 23 temas”. La iniciativa de este notable acuerdo había sido iniciada en el gobierno del presidente George H. Busch (41) y desarrollado por el presidente Bill Clinton de manera que expresó una “política exterior de estado bipartidista”. El único país ausente fue la única dictadura, Cuba.
En el siglo XXI las Américas sufren la expansión de la dictadura de Cuba que ha impuesto su sistema en Venezuela, Bolivia y Nicaragua, pero además, controla gobiernos de países democráticos por medio de la formación y apoyo de candidatos que cuando llegan al poder someten los Estados que representan al servicio de las dictaduras. Son los gobiernos para-dictatoriales de Argentina (una semana más), México, Chile, Colombia y Brasil. Son el socialismo del siglo 21 o Castrochavismo bajo mando de Cuba.
Las Américas sufren crisis migratorias, narcotráfico, inseguridad ciudadana, desestabilización de gobiernos e instituciones democráticas, manipulación de sistemas educativos, ataque a la libertad y los derechos humanos, asesinatos y crímenes, asesinato de reputaciones y una larga cadena de agresiones que producen crisis sociales y económicas, todas provienen de las dictaduras dirigidas por Cuba. Esta constatación solo tiene una conclusión que urge entender, es que “la libertad y la seguridad de las Américas pasan por la liberación del pueblo cubano”.
No hay manera que la libertad y la democracia prevalezcan si sus lideres no identifican claramente el enemigo y toman iniciativas para cesar la agresión y neutralizar al agresor. Atender solo las consecuencias y no las causas solo agrava la situación y es señal de malos gobiernos.