sábado, noviembre 23, 2024
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No la ven (y menos mal)

La izquierda, el kirchnerismo y el sindicalismo están molestos. Reconocen frente a las cámaras su indignación, por la última muletilla de Javier Milei y sus seguidores. La que dice que “no la ven”. Algunos opositores cuestionan que no entienden lo que los oficialistas quieren decir, a los que acusan de estar “agrandados” por la victoria electoral. Otros señalan que los que “no la ven” son los partidarios del gobierno, que no estarían percibiendo la supuesta bronca creciente “del pueblo” con el ambicioso programa de reformas del libertario.

¿Qué es lo que “no ven” los que se paran en la vereda de enfrente al gobierno que recién comienza? La respuesta a esa pregunta es amplia y cuenta con una serie de subjetividades. Sin embargo, hay muchas cosas que la política “no ve” con relación al fenómeno Javier Milei desde hace tiempo. Lo subestimaron a él y a sus partidarios, a pesar del crecimiento exponencial que iba mostrando la revolución liberal. Muchos dejan en evidencia su frustración cuando se preguntan en las redes sociales cómo llegó este gobierno a la Casa Rosada. Como si fuera poco, tienen que aguantar la catarata de comentarios de “los intelectuales de Miller” que salen espontáneamente y de forma desinteresada y descentralizada a la defensa total de las reformas liberales. La realidad los supera y los ofusca.

Sin embargo, más allá de lo que no vieron, puede que ahora no estén viendo otra cosa. ¿Qué no ven? El cambio de época y el apoyo de la mayoría de los argentinos a la vuelta de página, que cambia el modelo corporativo y prebendario por uno de libertad y responsabilidad intelectual. Como con un mecanismo de negación de por medio, se encierran en el barullo de las cacerolas y sus manifestaciones, que pretenden ocultar la realidad que hace un par de semanas, la mayor parte del pueblo argentino se expresó de forma contundente en las urnas.

Ahora, en tiempo récord, la CGT convoca a un paro con movilización nacional, luego de 18 días de mandato de Milei. Durante los cuatro años de Alberto Fernández, a pesar de haber atravesado la destrucción salarial más salvaje de la historia, donde muchos trabajadores formales pasaron a ser oficialmente pobres, el sindicalismo no hizo ningún reclamo. Sin chistar, incluso apoyaron incondicionalmente la candidatura del exministro de Economía Sergio Massa. Es claro que el gremialismo argentino no tiene otra preocupación que la pérdida de los privilegios que disfrutaron durante todos estos años.

El paro con movilización, que tiene fecha para el próximo 24 de enero, puede ser la profundización del síndrome político de la miopía y astigmatismo opositor. El manotazo de ahogado que determine el aislamiento total de una dirigencia sindical, que no representa a nadie más que ellos mismos.

Es válido preguntarse si los que arremeten contra el nuevo gobierno, que según las primeras encuestas arranca muy sólido en materia de respaldo popular, no la ven, no la quieren ver, no la pueden ver o directamente no les importa. Su discurso va a contramano de los nuevos tiempos y de las demandas de la opinión pública. La cuestión es que la nueva Argentina no los tiene a ellos como actores principales. Puede que por esto, no tengan otra opción en el menú que el pataleo o la rendición. Casi por una cuestión de inercia van por la primera opción, pero en el fondo deben saber o sospechar que la suerte está echada.

Fuente: Panampost

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