CARACAS.- Venezuela cerró el 2023 con una inflación de 193%, una disminución desde el 305% de 2022, aunque sigue siendo la más alta del mundo, al tiempo que persisten los problemas estructurales de la economía, lo que dificulta enormemente que se produzca una pronta recuperación después del colapso ocurrido entre 2013 y 2019.
La tasa de inflación de diciembre de 2023 se situó en 3.9%, por encima del 1.9% de noviembre, pero muy por debajo del 37.2% de diciembre de 2022. Esto significa que, aunque el ritmo de aumento de los precios se aceleró en diciembre de 2023, el resultado en términos anualizados fue una tasa de inflación menor, reportó el Observatorio Venezolano de Financias (OVF), un ente independiente que lleva el registro de los precios en el país caribeño a falta de datos oficiales.
Sin embargo, expertos en el área económica destacan que la desaceleración de los precios, que llegaron a registrar cifras hiperinflacionarias entre los años 2017 y 2020, se ha hecho a un costo muy alto, con consecuencias muy negativas para el crecimiento.
Venezuela: economía en crisis
En 2023, el Banco Central de Venezuela (BCV) intervino más activamente en el mercado cambiario para frenar la depreciación del bolívar. Como resultado, el precio del dólar aumentó 106% en 2023, frente al 281% de 2022.
La oferta de dólares en el mercado oficial, a través del BCV, y como resultado de la reactivación de las operaciones de la petrolera Chevron en el país, tuvo un incremento de 10% con respecto a 2022, según datos de la consultora Síntesis Financiera, citados en gerentesis.com. De esa manera, la cotización del dólar fue más estable que en 2022.
Otros factores que incidieron en la menor escalada de los precios es la estrategia aplicada por el régimen de recorte de la circulación de bolívares, a través de la restricción del crédito y menor gasto público.
«La ausencia del crédito en cualquier forma, con una cartera de crédito de apenas 1.5% del PIB, en contraste con el promedio regional de entre 40 y 50 puntos del PIB. Además, el crédito actual apenas cubre un 15% de las necesidades primarias de la empresa privada, y es muy costoso a estándares internacionales», dijeron los economistas Asdrúbal Oliveros y Jesús Palacios Chacín, socios de la firma Ecoanalítica, en el artículo «De la euforia al frenazo», publicado por la revista SIC del Centro Gumilla.
Una de las consecuencias del freno al crédito es la caída del consumo y limitaciones en la producción de las empresas, que quedan atadas a su flujo de caja. Paralelamente, el recorte del gasto público se refleja en los bajos salarios y pensiones, y la nula inversión en proyectos públicos.
«Pensar en un crecimiento sostenido en una economía que opera con tan bajas condiciones de productividad por las importantes restricciones de oferta como las fallas de servicios públicos, la escasez absoluta del crédito, y el aislamiento de los mercados internacionales que dificultan una recuperación sustancial de la industria petrolera, parece una misión bastante complicada», señalaron Oliveros y Palacios.
En su criterio, la supuesta «recuperación» que tuvo la economía venezolana en 2022, fue un «efecto ilusorio» provocado por un «rebote inercial» producto de cuatro años de dolarización de facto y el término de la pandemia. Destacan que el boom económico tuvo unas características: se concentró solo en Caracas, la capital, y dos de las principales ciudades del país: Valencia y Maracaibo; y abarcó nada más el sector comercial.
«La inflación ha cedido a partir de un ajuste económico no decretado que ha tenido un efecto devastador”, opinó Leonardo Vera, profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y miembro de la Academia Venezolana de Economía, en un artículo de elpais.com.
Y agregó: «los tres pilares de su desaceleración han sido el congelamiento salarial; el encaje legal que ha cercenado el crédito bancario; y el intento de anclar el tipo de cambio, que ha abaratado las importaciones y encarece los productos nacionales».