Trino Márquez,
El próximo 20 de abril fue fijado por el Consejo Nacional Electoral como fecha límite para cambiar los nombres de los candidatos presidenciales que aparecerán en el tarjetón y en las pantallas de las máquinas de votación. Las modificaciones solo podrán realizarse con los aspirantes que ya fueron admitidos por el CNE.
Hasta ahora, el CNE –es decir, el gobierno- ha demostrado ser inflexible en la aplicación del cronograma electoral y las normas que de forma caprichosa aprobó, violando la Ley Orgánica de Procesos Electorales. No aceptó, por ejemplo, la inscripción de la profesora Corina Yoris, a pesar de ser una venezolana ejemplar que en su hoja de vida no presenta ninguna mancha que le impida postularse como aspirante a la Presidencia de la República. En cambio, aceptó que las votaciones fuesen convocadas para el 28 de julio, casi seis meses antes de la transmisión de mando, fijada en la Constitución para el 10 de enero del año entrante, cuando la tradición y el sentido común indican que lo más sensato es acercar de forma prudente la fecha de la cita electoral al día de la transmisión de mando.
A pesar de las evidencias que demuestran la rigidez del régimen, hay un sector de la oposición organizada en torno de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) y la propia María Corina Machado, que insisten en señalar que legalmente es posible sustituir al candidato unitario de la oposición hasta diez días antes del 28J. Es decir, el 18 de julio. Esta estrategia me parece extremadamente arriesgada y peligrosa por varias razones.
Ese sector de la oposición confía en que la presión internacional, entre ellas el peso de las sanciones que eventualmente se le impondrían al gobierno si no acepta la inscripción de MCM o de Corina Yoris, haría ceder a Maduro y, por lo tanto, brindarle apoyo a otro aspirante sería claudicar ante el régimen y decepcionar a los aliados internacionales. Esta visión me parece incorrecta. Maduro ha demostrado que resiste de forma tozuda la presión de los países democráticos porque cuenta con el respaldo de algunos de los gobiernos más autoritarios del planeta. China, Rusia e Irán –que juegan en las grandes ligas de los autoritarismos- han avalado las acciones del mandatario criollo. Maduro se siente cómodo y fortalecido con esos apoyos. Piensa que con esos países a su lado está sobrado. La presión en Latinoamérica de naciones como Brasil, México y Colombia –que, de paso, es muy tenue- no lo incomodan mucho. Petro acaba de estar en Caracas. Se reunió con un sector de la oposición en el que, al parecer, no se encontraba MCM. Lo mismo ocurre con respecto a la Unión Europea.
Además, MCM y la PUD están recibiendo los respaldos de organismos y personalidades que saben muy bien que en el mundo de la política hay batallas que no pueden ganarse totalmente. Que hay que dar un paso atrás para dar luego dos hacia adelante. Que lo perfecto es enemigo de bueno. Si MCM y la PUD decidiesen respaldar a Manuel Rosales, ese acuerdo no sería asumido como una rendición, sino como una alternativa pragmática frente a un régimen autoritario al cual se le deben reducir las opciones para cometer nuevos abusos.
Otro problema grave con postergar indefinidamente el apoyo al candidato que represente la opción unitaria, se relaciona con promoción y proyección nacional de esa figura. Uno de los aspectos en los que el régimen ha sido más eficiente es en la construcción de la hegemonía comunicacional. Una gran parte del país sólo se entera de lo que sucede a través de los sesgados medios de comunicación dominados por el gobierno. Mediante esa amplia red se desinforma, tergiversa y adultera la realidad. Se divulgan noticias falsas. La campaña de 2024 será –en realidad ya lo es- una jornada de rumores malsanos. El aspirante opositor será vapuleado, pero tendrá tiempo de defenderse, contraatacar y, sobre todo, proyectarse como una figura de alcance nacional. Para recorrer cada estado, municipio y pueblo se requiere disponer de tiempo, ánimo y convicción. Esta determinación surge de la certeza de ser un candidato con atributos suficientes para aspirar a gobernar el país.
Lo más conveniente en el tiempo que resta hasta el 20 de abril es que MCM, la PUD, MR (podría incluirse a Enrique Márquez) se pongan de acuerdo con respecto a un nombre que represente a la inmensa mayoría del país que quiere un cambio por la vía electoral. En torno a ese personaje hay que seguir luchando en la nación y en la comunidad internacional por elecciones libres, justas y competitivas, que abran la posibilidad de una transición democrática.
Mantenernos en el reino de la ambigüedad e incertidumbre con la esperanza de que MCM o Corina Yoris sean las candidatas aceptadas por el régimen, puede provocar una nueva y dolorosa frustración que termine en la abstención. La prioridad debe residir en derrotar a Maduro e iniciar un proceso de transición que lleve al restablecimiento de la democracia y la recuperación económica y social del país. El agente de ese cambio será la persona que reciba el respaldo de MCM, la PUD y todos los factores interesados en rescatar a Venezuela.