viernes, diciembre 27, 2024
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2023 es una trampa para osos

Itxu Díaz,

Ahora que todo el mundo está deseándose cosas buenas para el año que comienza, me complace tener el honor de aguar esta fiesta: somos solo el Titanic danzando frente al iceberg de 2023. Es hora de decir que el Gobierno de España está tirando a la basura los fondos de recuperación. Es así, a menos que consideres que construir kilómetros de carril bici, llenar los bosques de molinillos, o regar de pasta ayuntamientos afines en año electoral para que hagan bancos de colores y asfalten calles que ya están asfaltadas, puede tener algún efecto beneficioso en la deseada recuperación económica. Mientras tanto, la realidad: las empresas han recibido tan solo el 2% de los fondos comprometidos. La peor pandemia ha resultado ser la política: te obligan a cerrar, hunden tu negocio, prometen ayudas que nunca llegan y además se ríen en tu cara con el plan de recuperación. Alguien en el Gobierno ha convencido a Sánchez de que puedes convencer a la opinión pública a base de manipular las estadísticas como hace Yolanda Díaz, pero a quien no puedes engañar es a la economía: la gente sabe bien lo que tenía en el bolsillo y ya no tiene, diga lo que diga la prensa subvencionada.

Somos solo el Titanic danzando frente al iceberg de 2023. Es hora de decir que el Gobierno de España está tirando a la basura los fondos de recuperación

El reparto de los fondos europeos está siendo como una mala resaca de una mala juerga. Dedicados a campañas de propaganda del Gobierno, aumentar el tamaño de las administraciones públicas, y con adjudicaciones por criterios de género, sostenibilidad o con preferencia aleatoria para inmigrantes, la única recuperación posible en medio de ese carajal es la del propio Gobierno, que es precisamente el que menos deseamos que se recupere. Creíamos que el Plan E de Zapatero –aquel en el que la mayor inversión era el tamaño de los carteles publicitarios del propio plan– era insuperable y, una vez más, nos equivocamos.

La política socialcomunista es una inmensa ficción, actúan como si el mundo real fuera solo una suma de infinitas minorías con diferentes taras de origen, y tal vez puede que eso funcione en las urnas, pero no en la economía. Por eso, encasillar el dineral de recuperación en corsés ideológicos imaginarios tiene, ante todo, una dramática consecuencia: el dinero no llega a la economía real, que nadie ha visto emerger un solo dólar de un chiringuito de género o de un aquelarre ecologista financiado con dinero público. Supongo que, a esta hora, en España, lo único rentable es cambiar de sexo, y apuntarse a la cola de las limosnas arbitrarias por alguna discriminación minoritaria, pero vete haciéndolo tú y me vas contando, que yo por el momento prefiero conservar al menos las pelotas.

Además, el Gobierno considera fascista el establecimiento de mecanismos de control para el seguimiento de los fondos adjudicados, de modo que si, por una vez, el despilfarro no viniera de la mano de algún ministerio, llegará de la mano de cualquier consejero autonómico, o de cualquier concejal, o de cualquier otra de las instituciones intrigantes en medio de la infinita maraña de corruptelas en que se ha ido convirtiendo España, gracias al empeño socialista por engordar hasta el infinito la vaca pública y dejar morir al sector privado.

Lo cierto es que sería injusto echarle toda la culpa a Sánchez. Los primeros en enfocar mal el destino de los fondos son los propios líderes de Bruselas, que consideran que el dineral de recuperación debe destinarse a la transición ecológica, algo que, como es sabido, resulta un gran maná para los millones de autónomos europeos que están a esta hora con el agua al cuello. Un plan sin fisuras: si tu empresa se está yendo al infierno, si te comen las deudas, si no ves puñetera manera de pagar las nóminas de enero, todo lo que Europa y el Gobierno de España creen que debes hacer para levantar cabeza es cambiar la flota de vehículos por coches eléctricos y bicicletas.

Si el 2023 resulta al fin un gran año para el Gobierno, será un año pésimo para todos los demás

Si lo prefieres en porcentaje, en la última consulta, el reparto español del botín estaba más o menos así: gilipolleces ambientalistas, 39%; pedreas digitales sin especificar, 29%; educación y manipulación de la infancia, 10%; e I+D+i, que suena muy bien, 7%. Y luego está lo transversal, que gracias a estos fondos europeos el presupuesto del Ministerio de Igualdad se come una histórica porción de la tarta pública, por poner un ejemplo, ascendiendo un 157% el dinero del Estado destinado a meter cizaña en las familias, promover amputaciones genitales de niños, y excarcelar violadores.

Entretanto, el caos, las cifras maquilladas del paro, las inmensas colas del hambre –que ya no salen en los telediarios–, la mayor de las incertidumbres política y económica, la huida de las inversiones, los empresarios desesperados con cientos de empleados a su cargo, el combustible convertido en producto de lujo, y el futuro más negro que el alma de Mao.

Si el 2023 resulta al fin un gran año para el Gobierno, será un año pésimo para todos los demás.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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