La esencia de un acuerdo comercial son condiciones iguales para los países firmantes, entre otros, en inversiones y operación de empresas públicas y privadas. El modelo de desarrollo energético de la 4T sustentado en favorecer a Pemex y CFE, viola estas condiciones. Además, impulsar energías fósiles no respeta otros acuerdos internacionales. La preocupación de Estados Unidos había sido transmitida a las autoridades mexicanas en repetidas ocasiones a través de las visitas de Kerry a Palacio Nacional, las conversaciones de la representante comercial Katherine Tai con Tatiana Clouthier y en las frecuentes citas del embajador Ken Salazar con el presidente.
Para la visita de AMLO a Biden, la representante Tai ya tenía armado el expediente de solicitud para consultas por violaciones al tratado. Supuestamente Biden no le dijo nada a su visitante, pero sí lo tanteó para apreciar su voluntad de querer cambiar la política energética. Al percatarse de la negativa, le dio luz verde a Tai para proceder con la solicitud el 20 de julio, ocho días después de la visita.
El asunto es grave y el presidente ha querido minimizarlo, trivializarlo y reducirlo a un tema político. Dijo que era un contubernio de las autoridades de Estados Unidos con las empresas que han saqueado a México por años. “Les pusimos el alto y eso ya no les gustó”.
El cauce de la solicitud de los primeros 75 días ya se activó. En los siguientes 30 días deberán iniciar las consultas y se tienen los 45 restantes para terminarlas y lograr un acuerdo. Pero si éste no se logra o no satisface a los socios denunciantes, se convocará a un panel de tres expertos para solucionar la controversia. Dicho panel tendrá hasta 180 días para emitir su laudo arbitral. Si México no está de acuerdo, entonces los otros dos países tienen el derecho de imponer sanciones en la forma de aranceles a cualquier tipo de exportación por el equivalente al daño causado.
Los negociadores mexicanos tienen la oportunidad para solucionar el tema en los próximos 75 días, revirtiendo la política energética que le da ventajas a Pemex y CFE, y adquirir compromisos de promover inversiones en energías limpias. Pero desafortunadamente no se percibe en el presidente la voluntad para ello. Tan solo al día siguiente manifestó que “en el tema energético nosotros no vamos a poner en negociación el dominio del petróleo, es de los mexicanos”. Así que parecería inevitable llegar al panel de solución de controversias.
Si se imponen sanciones arancelarias, la implicación, sin exagerar, sería desastrosa para nuestra economía. Los impactos más severos serían un golpe a la base exportadora con alta probabilidad de una recesión, depreciación cambiaria, mayor estancamiento de la inversión, aumento de salidas de capital y baja en la calificación de la deuda soberana. Sería un cambio dramático para mal del escenario económico.
Ésta es la gravedad que el presidente se niega a ver. El escenario podría empeorar aún más, pues en un arrebato de inmolación nacionalista, podría abandonar el T-MEC. Ello significaría el hundimiento de su presidencia y un empobrecimiento generalizado de México.
Autor: Federico Rubli Kaiser
Fuente: El Economista.