De manera muy dolorosa y persuasiva se ha ido estableciendo un hecho muy inquietante: los venezolanos no podremos salir solos del agujero sin fondo en que estamos metidos. Un esquema de gobierno de colaboración con fuerzas extranjeras se ha ido imponiendo sobre nuestro país, de manera similar a lo que ocurrió en Francia y otro países europeos después de la invasión nazi en la II Guerra Mundial, donde la liberación de Europa exigió la acción coordinada de los aliados, encabezados por Estados Unidos, Inglaterra y Rusia.
Esto de ninguna manera quiere decir que la única salida que se despeja para nosotros es una intervención extranjera armada para desalojar a Maduro y su camarilla de Miraflores, pero proseguir repitiendo la cantinela simplona de que “los problemas de Venezuela los resolvemos los venezolanos” hace un flaco servicio a la causa de la recuperación de la democracia y la libertad para nuestro país. Es necesario internalizar la realidad, crudamente y sin cortapisas, de lo que está ocurriendo en Venezuela para tener alguna oportunidad de confrontar al régimen colaboracionista. Ello incluye contemplar escenarios específicos de presión internacional, especialmente de los países vecinos de Venezuela, Colombia y Brasil, que no se traduzcan en una intervención unilateral de los Estados Unidos. Algo que difícilmente va a ocurrir, y que tendría un costo político inmenso tanto para ese país como para los sectores democráticos venezolanos.
En el nefasto libreto del teatro de las marionetas en que se ha convertido la realidad venezolana, es necesario distinguir con claridad a los titiriteros y a los monigotes. En un artículo reciente de Moisés Naím se precisa la identidad de Cuba como uno de los agentes de control más importantes que operan en Venezuela, en realidad literalmente un ejército de ocupación de alrededor de 50000 hombres, como lo denunciara recientemente el Secretario General de la OEA, Luis Almagro. Como ya se ha establecido, los cubanos tienen entre sus labores esenciales la seguridad del régimen y la represión brutal de la disidencia militar venezolana. Ello aparte de funciones de control de comunicaciones, identificación y diseño de la política internacional. Naím señala con toda claridad que no puede resolverse Venezuela sin resolver Cuba, con todas las implicaciones que esto tenga.
Pero la dimensión cubana es solamente una. Rusia controla prácticamente todo el mercado petrolero venezolano. De hecho, una buena parte de nuestro crudo circula en tanqueros rusos para eludir el control internacional. A ello hay que añadirle los préstamos leoninos otorgados por Rusia a Venezuela y el control que se ejerce sobre las FAN por la vía de los equipos militares de fabricación rusa. A los titiriteros se les añade Irán, aliado importante en la explotación del arco minero, conjuntamente con la guerrilla colombiana no pacificada. Los estimados sobre el negocio del oro, de magnitud en buena parte no certificada, indican que está alcanzando los mismos niveles del negocio petrolero. Y, por último, está el gran titiritero oriental, China, que a través de su condición de acreedor de Venezuela y su control de parte del negocio petrolero, tiene una influencia importante sobre la Gran Hetaira del Caribe en que lamentablemente se ha convertido nuestra patria.
A este cuadro de intereses de al menos cuatro naciones extranjeras y una banda guerrillera, se suma el grupo terrorista fundamentalista musulmán Hezbollah, con vínculos cercanos con la casta gobernante. Todo ello conforma un entramado sumamente complejo donde las presuntas marionetas tienen también vida propia a través de la utilización del estado fallido venezolano como un centro de distribución de privilegios y recursos inmensos, comercializados a través de canales legales e ilegales. Un verdadero paraíso de sinergia del crimen.
Dentro del caos en que se ha transformado la economía venezolana, han surgido astutos esquemas de control de la población que van desde la dolarización de la economía, la aniquilación del bolívar y la pretensión de usar el petro, una criptomoneda creada para evadir las sanciones internacionales, para todas las transacciones comerciales. Todo ello ha aliviado las penurias de parte de la población a través de los bodegones y otros centros de evasión de impuestos destinados a disminuir la presión social corrompiendo a toda la población. Dentro de esa aparente bonanza, que permite la entrada al país de millones de dólares en remesas, enviadas por los venezolanos que se han visto obligados a dejar el país, y el lavado de capitales mal habidos que tienen obstaculizado el tráfico internacional, el régimen se permite continuar con su abierta política de represión contra la legítima Asamblea Nacional, burlándose de la comunidad internacional.
En resumen: Todo lo que está haciendo el presidente encargado Guaidó y su gobierno legítimo y accidentado es necesario y ha significado un aumento del apremio sobre El Usurpador. Todo lo que se está haciendo en términos de acumular presión internacional es indispensable, especialmente el hito de la demostración en la Plaza del Sol de Madrid. Pero en algún momento habrá que terminar por caer en cuenta que el control de Venezuela está en manos de un grupo de poderosos actores internacionales, y que difícilmente se logrará recuperar el país dentro de un esquema puramente electoral. Las elecciones son un espacio indispensable, cuando sea posible ejercerlas, pero es necesario que como ciudadanos terminemos por entender que recuperar a Venezuela requiere una acción conjunta y coordinada que va mucho más de todo esto.
Fuente: La Patilla