sábado, noviembre 23, 2024
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Uruguay entre los países de América Latina donde más subió el desempleo juvenil

El estancamiento económico de América Latina hace mella en su mercado de trabajo y se ceba con el segmento más joven de la población. El desempleo entre los menores de 25 años –junto con la informalidad, el gran caballo de batalla de los países de la región en los últimos años–, se ha convertido en «un rasgo estructural de las economías», según el Panorama Laboral de América Latina y el Caribe publicado ayer por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Son varias las señales de alarma en este flanco, de acuerdo a una lectura de los datos que hizo el diario El País de España: la tasa de desocupación juvenil creció en tres décimas en 2019, hasta el 19,8 por ciento, el triple que la de la media de la población adulta –en otras palabras: uno de cada cinco menores de 24 años que busca trabajo no lo encuentra– y el máximo desde el año 2000, cuando se empezaron a publicar datos agregados; y la mayoría de quienes sí están contratados sufren condiciones precarias: informalidad, salarios bajos en relación con el coste de la vida, escasa estabilidad en el empleo y sin apenas programas formativos por parte de su empleador.

«Queda claro, a la luz de las estadísticas de este año, cuán difícil es ser joven en Latinoamérica y el Caribe», señala el organismo dependiente de Naciones Unidas.

En el año recién terminado, el aumento en la desocupación juvenil arrastró consigo la tasa general, mientras que en el colectivo de 25 años o más se mantuvo estable.

«Esto debe ser una señal de alarma en la medida en que amenaza el presente y el futuro de millones de jóvenes que no encuentran oportunidades de empleo y cuyas aspiraciones de movilidad social se ven truncadas. (?) A la luz de la ola de protestas en diversas ciudades de la región, se requieren acciones inmediatas e inclusivas», apremia la OIT.

«La crisis de expectativas que se vislumbra en la región demanda acciones urgentes». El empleo juvenil se contrajo en 11 países que representan casi el 90 por ciento de la fuerza de trabajo ocupada en la región –Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, México, Paraguay, Perú y Uruguay–.

Según El País, con el crecimiento económico latinoamericano encadenando revisiones a la baja con el paso de los meses –a cierre de 2018 el FMI preveía el 1 por ciento para 2019 y todo apunta a que esta cifra acabará superando por muy poco la barrera del 0 por ciento–, la tasa de desocupación borró la mejora registrada en 2018 y pasó del 8 por ciento al 8,1 por ciento.

Esa es, sin embargo, una estimación «conservadora» –apuntan los técnicos del organismo con sede en Ginebra– que podría aumentar «si se confirma el impacto de los movimientos de protesta que irrumpieron en la región en los últimos meses de 2019 y la creciente presión que genera una situación económica de incertidumbre». A cierre del ejercicio, 26 millones de personas en la región buscaban empleo sin éxito.

Con todo, la paleta de colores con la que está pintado el cuadro laboral latinoamericano dista mucho de ser homogénea: el Caribe angloparlante logró una reducción de 0,5 puntos porcentuales en la desocupación, los países del Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay) registraron también una caída mínima, Centroamérica sufrió un aumento del 0,2 por ciento en el desempleo y las naciones andinas (Colombia, Ecuador y Perú), del 0,5 por ciento.

2019 fue un año malo en lo laboral para el conjunto de la región, pero el futuro no apunta hacia un entorno mucho mejor. A la vista del «crecimiento lento» (1,4 por ciento) proyectado para la economía de América Latina y el Caribe por la media de los organismos internacionales, la OIT avisa de la alta probabilidad de que la demanda laboral se vea golpeada y presione al alza la tasa de desocupación hasta el entorno del 8,4 por ciento, tres décimas más que a cierre del año pasado. De cumplirse ese pronóstico –y sus técnicos no suelen pasarse de pesimistas–, 2020 terminaría con 27 millones de latinoamericanos buscando empleo.

Informalidad

Aunque el estudio de la OIT no ofrece datos concretos de evolución de la informalidad, sus firmantes sí vinculan el menor crecimiento del empleo asalariado respecto al de por cuenta propia registrado el año pasado con «una tendencia al aumento» de los empleados que no tienen un contrato de trabajo ni las prestaciones de ley. Sí dan cuenta con certeza sobre el incremento del subempleo (personas que trabajan menos horas de las que desearían) en prácticamente todos los países del área, «resultados que redundan en la precarización relativa de los empleos creados en 2019».

El contrapunto lo ponen el salario medio y el salario mínimo. El primero creció en 2018 –aún no hay datos para 2019–, aunque con divergencias entre los diferentes grupos de trabajadores: creció más en el sector público y en el caso de los empleados domésticos que en el de los asalariados del sector privado. Por sexos, las percepciones de las mujeres subieron más rápido que las de los hombres, reduciendo –aunque solo «de forma paulatina»– la brecha salarial. En cuanto al salario mínimo, las políticas de recuperación puestas en marcha en 14 de los 16 países analizados por el organismo -y, muy especialmente, en México, donde el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha impulsado una revaluación sin precedentes?, resultaron en un incremento total de cerca del 4 por ciento en el año recién concluido, el doble que en el lustro 2013-2018. Es la mejor noticia que deja un Panorama Laboral para América Latina y el Caribe acorde al estancamiento económico regional: crecer es condición sine qua non para crear empleo.

Fuente: La Capital

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