En su esfuerzo por acabar con la dictadura de Nicolás Maduro, Estados Unidos está empleando sanciones abiertas, y operaciones encubiertas que están golpeando con ferocidad al régimen, gracias al trabajo de más de una docena de agencias federales y de inteligencia, y al apoyo internacional. Estos son los escenarios de la guerra silenciosa contra Nicolás Maduro.
Casto Ocando | Cuaderno de Notas | Primer Informe
En Noviembre de 2017 el presidente norteamericano Donald Trump hizo referencia por primera vez al concepto de “paciencia estratégica”, una doctrina que caracterizó la política de seguridad nacional de la Administración Obama. Trump declaró que esta doctrina era un fracaso de Estados Unidos frente a las amenazas del mundo, especialmente Corea del Norte.
Tiempo después, en marzo de este año, el Secretario de Estado Mike Pompeo también se refirió al tópico, particularmente para cuestionar los efectos de la paciencia estratégica obamista en Venezuela, asegurando que había empeorado la situación del país.
Básicamente la idea transmitida por Trump y Pompeo era: “basta de esperar por soluciones pacíficas, hay que actuar con fuerza y decisión”.
El concepto de la paciencia estratégica ha vuelto a relucir estos últimos días en Estados Unidos, pero en un sentido completamente distinto al expresado por Trump y Pompeo.
El Jefe del Comando Sur, con sede en Miami, el almirante Craig Faller, por ejemplo, declaró que Venezuela requiere ahora “una cierta paciencia estratégica” para alcanzar los objetivos, posiblemente en respuesta a los clamores dentro y fuera de Venezuela de que Estados Unidos actúe militarmente contra la dictadura de Maduro lo más pronto posible. La situación en el país está “estancada”, dijo Faller, por lo cual recomendaba esperar.
Otra personaje clave, el diplomático William Brownfield, ex embajador en Caracas y Bogotá, y ex Zar Antidrogas del Departamento de Estado, fue aún más específico: hay que tener paciencia estratégica para dar tiempo a que las sanciones y medidas de Washington contra el régimen hagan su efecto devastador.
”Hay que tener la paciencia para permitir a la estrategia producir el resultado positivo”, dijo Brownfield en una entrevista reciente.
Es bien sabido que Trump ha demostrado que no tiene mucha paciencia él mismo: ha criticado personalmente a sus asesores por la tardanza en producir resultados efectivos y sacar a Maduro del poder, según reportamos en esta columna. Pero tras lo que aparenta ser un abandono de interés por parte de la Casa Blanca, el nuevo discurso de la “paciencia estratégica” es ahora considerada por Washington el mejor curso de acción. Estas son algunas de las razones del por qué.
Los efectos de las sanciones de Estados Unidos no sólo están a la vista, sino que están golpeando con ferocidad al régimen.
Como ya se sabe, gracias a las sanciones el sistema financiero occidental ha sido prácticamente cerrado a los operadores del alto chavismo, el más reciente de los cuales es el propio hijo de Maduro, Nicolasito.
Es cierto que el régimen ha acudido a sistemas financieros alternos, tratando de hacer operaciones en rublos, yuanes y liras turcas, entre otras monedas. También es conocido que está tratando de vender crudo y oro como contrabando, a escondidas, y a grandes descuentos por los riesgos que implica para el comprador.
Pero el proceso de transferir esas operaciones al sistema financiero internacional para poder cubrir una amplia gama de necesidades y compromisos es increíblemente complicado para el régimen de Maduro, especialmente a la hora de darle legitimidad y monetizar tales operaciones y contrabandos, y usarlos para pago de deudas, bienes y servicios.
“Las sanciones han desbancarizado completamente a los chavistas”, me comenta un banquero venezolano que conoce de cerca los mecanismos usados por el chavismo para mover fondos.
Incluso para aquellas cuentas mantenidas por testaferros que pasaron los estrictos controles de la banca internacional, el problema no se detiene. Cada transacción, sea por transferencia electrónica o de tarjetas de crédito para uso de terceros, está sometida a un apabullante escrutinio de compliance, si las personas, empresas o beneficiarios son venezolanos o están relacionados con Venezuela.
Esa fue la razón por la cual la firma Caribbean Overseas LTD, el mayor proveedor en Aruba de alimentos al mayor, especialmente carne de primera, suspendió envíos de $100,000 semanales a Caracas, destinados a mantener bien provista la alacena de Nicolás Maduro y su entorno familiar.
La lista de afectados es larga: la flotilla de aviones del tuerto Andrade y su socio Gorrín, decomisada en Miami; los más de $500 millones congelados a Samark López, el testaferro de El Aissami; los centenares de millones congelados a empresas de lavado de dinero vinculadas a Delsy Rodríguez; y los miles de millones inmovilizados a operadores como Roberto Rincón y Alex Saab, entre otros.
Pero quizá más importante sean las acciones encubiertas que actualmente se despliegan en varios frentes claves, utilizando el enorme potencial de recursos y herramientas con que cuenta el gobierno norteamericano, incluyendo assets militares, que están causando un gran desasosiego entre los maduristas.
Considérese la decisión de cinco departamentos -Justicia, Tesoro, Estado, Seguridad Nacional y Defensa-, de concentrar recursos y esfuerzos para atacar desde diversos ángulos la organización criminal madurista.
Al menos 17 agencias de inteligencia –desde las más conocidas como el FBI, la DEA y la CIA, hasta las menos familiares como la National Reconnaissance Office, que controla los satélites espías de Estados Unidos—tienen sus recursos enfocados, en parte o en mucho, en la actividades de la organización criminal de Maduro-Cabello-Cuba.
La capacidad de escucha electrónica, lo mismo a través de intervenciones a distancia como a través de aeronaves tecnológicamente avanzadas, mantiene un flujo de información en tiempo real que permite a Estados Unidos y sus aliados estar al tanto de lo que se discute en los chats y las conversaciones chavistas al más alto nivel.
No por casualidad entre los soldados de fuerzas especiales enviados por Rusia a Venezuela recientemente, se encuentran especialistas de guerra y espionaje electrónico del ejército ruso, presuntamente para contrarrestar la penetración de las comunicaciones por parte de Estados Unidos y sus aliados.
Lo mismo los hackers chinos, que operan sigilosamente en varios edificios de Caracas, aunque ya no de manera anónima.
Desde hace más de 6 meses opera en Venezuela un pequeño ejército de agentes e informantes infiltrados a diversas instancias, incluso dentro de importantes organismos de decisión del régimen, según me informaron fuentes en tres agencias de inteligencia.
Según estas fuentes, en las últimas semanas, la infiltración de assets en Venezuela ha adquirido proporciones hercúleas, en proporción a las crecientes operaciones para contener el tráfico de drogas y los operativos de traslado de dinero en efectivo, producto de la venta de cocaína, controladas por los capos de Maduro.
El trabajo de interdicción, por ejemplo, con la ayuda de un número creciente de informantes venezolanos que desertaron, ha contribuido enormemente a dibujar con precisión el mapa de las redes criminales del régimen: laboratorios, aeronaves, casas donde guardan dinero en efectivo, rutas, cooperadores en varios países, conexiones con Cuba, Honduras, México. “Todo está mapeado”, me dice uno de los informantes que llegó hace un par de meses a Estados Unidos tras un periplo de varias semanas que lo llevó desde Apure hasta Perú y de ahí a Puerto Rico y Washington, donde coopera con las autoridades.
La otra cara de la moneda de esta ofensiva son las investigaciones criminales contra aliados del régimen, actualmente desarrolladas en una decena de fiscalías federales a lo largo de Estados Unidos.
Estos procedimientos no se detienen simplemente en la acusación formal. Incluyen también órdenes de búsqueda y captura, congelamiento de bienes y cuentas, investigación de entornos familiares y profesionales.
Dicho de otro modo: una cacería internacional en combinación con gobiernos de tres continentes, vigilando entradas y salidas por avión o embarcaciones, visitando propiedades y realizando allanamientos con autorizaciones judiciales tan válidas en Miami como en Santo Domingo, Madrid o Zurich, Suiza. O Dubai y Sudáfrica, por no hablar de toda Latinoamérica.
“Se trata de una guerra global en todos los frentes pero sin balas ni misiles”, me dijo esta semana un diplomático norteamericano. “Es una estrategia más efectiva, sin el costo político de invadir”, apuntó.
¿Conoce el presidente interino Juan Guaidó, o la Asamblea Nacional controlada por la oposición, los detalles de estas masivas operaciones encubiertas en la que participan también otros países de América Latina y Europa?
Una pregunta más adecuada sería: ¿Tienen Guaidó y sus aliados opositores el poder de controlar esta maquinaria letal que, inexorablemente, llevará a la salida de Nicolás Maduro del poder?
Los que piensan que Estados Unidos no invadirá formalmente a Venezuela, probablemente estén en lo cierto. Pero quizá una pregunta más apropiada sería: ¿es necesaria una invasión?
Notas:
Tras la pista del dinero
El Task Force de Fincen-Departamento del Tesoro que opera desde Nueva York con agentes de varias agencias como el FBI, el IRS, la DEA y de Homeland Security Investigations, está avanzando en una tarea particular: identificar los banqueros y operadores financieros que diseñaron y construyeron complejas estructuras como hedge funds, holdings y empresas de fachada a nivel mundial para esconder para esconder decenas de miles de millones robadas al fisco de Venezuela. Las pesquisas, según las fuentes, apuntan a un grupo de banqueros de origen judío en Nueva York, asesores financieros venezolanos que operaban desde España y militares retirados que manejan cuentas de generales chavistas en Hong Kong y China continental. Muchas de las pistas de las investigaciones han salido de operadores financieros que están bajo investigación criminal en Estados Unidos y que han decidido cooperar. Otros datos claves fueron proporcionados por chavistas que saltaron la talanquera, incluyendo los operadores vinculados al empresario venezolano Roberto Rincón, y los casos investigados en España como Nervis Villalobos y César Rincón. Otra fuente clave ha sido el ex jefe de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM) Hugo Carvajal, alias El Pollo. Carvajal mantenía un registro detallado de las cuentas en el extranjero mantenidas por connotados chavistas, incluyendo Nicolás Maduro, Cilia Flores, Rafael Ramírez, Jorge Arreaza y los hermanitos Rodríguez. Otro informante ofreció dar detalles para identificar la ubicación de una fabulosa fortuna controlada por Rafael Ramírez, pero la cooperación no ha sido posible hasta ahora por desacuerdos en los porcentajes de la recompensa.
Así opera la maquinaria de lavado
El Task Force de Fincen-Tesoro están prestando particular atención a empresas y operadores vinculados directa o indirectamente a Nicolás Maduro y su entorno. El tipo de operaciones y empresas sospechosas que están investigando de cerca en Estados Unidos, tienen estas características: 1, subsidiarias con nombres similares en Venezuela; 2, exportan a Venezuela equipo pesado, partes automotrices y equipo electrónico. Este modelo criminal ha sido catalogado como TBML: Trade Based Money Laundering. O lo que es igual: lavado de dinero a través de operaciones comerciales. Las áreas de operaciones bajo la lupa van desde el Sur de la Florida –Miami, Fort Lauderdale, Weston, Boca Ratón, Palm Beach-, el área metropolitana de Houston, Texas; todo el Caribe –República Dominicana en particular-, y el sur de Europa, según fuentes. El dinero típicamente se mueve desde este tipo de empresas a otras ubicadas en Hong Kong, España, Portugal, Panamá, Florida y Delaware. Pese a que los pagos de contratos con el gobierno se hacían en dólares, debido a las sanciones, las transferencias comenzaron a hacerse en euros. Pero muchas empresas han sido atrapadas cuando cambiaron los euros a cuentas en dólares, mediante empresas y bancos ubicados en Estados Unidos, a través de las llamadas nested accounts, cuentas bancarias abiertas en el sistema financiero norteamericano a través de bancos corresponsales, pero en realidad controladas por entidades foráneas. Muchas empresas que hacen o han hecho negocios con el régimen madurista operan usando este sistema de cuentas bancarias porque proveen del preciado anonimato. Pero Fincen está chequeando cuáles de estas instituciones están haciendo transferencias a lugares donde no tienen normalmente actividad financiera.