El viaje trasatlántico de cinco tanqueros de bandera iraní, cargados de combustible, desde el puerto de Bandar Abbas en el Golfo Pérsico hasta el puerto de Los Taques, en nuestra península de Paraguaná, ha despertado novelescas expectativas. Muchos de quienes vivieron la llamada Crisis de los Misiles en 1962, han paladeado un remake de aquel histórico desafío entre John F. Kennedy y Nikita Kruschov. Nada que ver. De aquel episodio, resultaron decisiones trascendentes para la URSS, para EE. UU y también para Cuba, teatro donde se escenificó lo que fue una verdadera película de suspenso. Del actual evento poco o nada habrá para recordar.
La dictadura ha pretendido convertir en epopeya lo que sencillamente debería admitir como una vergüenza. El millón quinientos mil barriles de gasolina que traen los tanqueros, navegando más de ocho mil quinientos kilómetros, durante 29.5 días, es lo que nuestras refinerías producían en 48 horas de operación. Suficiente para abastecer todo el mercado interno y ganarnos unos buenos dólares exportando a la Costa Este de EE.UU.
Estos cinco barcos, en lugar de la bandera iraní, deberían portar como insignia la bandera de la Cruz Roja, en atención a nuestra crisis humanitaria compleja agravada por la ruina de la industria petrolera.
Risible la escena del Golem gobernante esta semana cuando, desafiando al “imperio yanqui, bramó, inflando su rubicunda humanidad, “¡Estamos listos para lo que sea, cuando sea!”. Nos tentó imaginar otro remake, el de Cipriano Castro en 1902, con su arenga de “La planta insolente del enemigo…”, pero más acertadas acudieron en nuestro auxilio las imágenes de una película, El rugido del ratón, aquella divertida sátira con brillante actuación del gran Peter Sellers, quien, como gobernante de un humilde ducado europeo decide, para resolver su penuria económica, armar a sus campesinos en atuendo de guerreros medievales y declararle la guerra al mismísimo Estados Unidos…