Alguien se habrá preguntado qué hubiese escrito Tito Livio en lo concerniente a Rómulo, pero no el amamantado por una loba en la mitología griega. Por el contrario, a uno de los luchadores más exitosos en la construcción de la democracia en el continente. La Venezuela que edificó, hoy no existe.
Las ejecutorias de este “titan” exhiben preparación, laboriosidad, coraje y una alta dosis de jefatura y pragmatismo. Al convencerme de que el viaje a Tierra Santa sería largo, me propuse conversarles de sus ejecutorias, comenzando con el “compromiso explícito y solemne”, firmado en Barranquilla, en el cual jura con compañeros de lucha, oponerse a un gobierno militar para sustituir al régimen gomecista, alegando que la razón, la ideología y sus raíces cívicas no se avienen con la persistencia de los hombres de cuartel en el manejo de la cosa destacado venezolano perseguía, desde el inicio, una democracia civil, liberal y constitucional. Así lo revelan, inclusive, otras fuentes.
El “genio criollo” moldea una revolución propiciadora de lo “social y no meramente política”. Encaminada, por tanto, a conquistas primordiales inaplazables, acotando que de no alcanzarse, no iríamos más allá de una de las “clásicas danzas de espadas” venezolanas. Su logro, por el contrario, pondría término a cien años de fracaso de los ideales democrático, desplazando a los enemigos históricos de la cultura y mejoramiento de las masas.
Nos estamos refiriendo al Plan de Barranquilla, guía para el gobierno democratico del devenir. Un periodo preconstitucional, con civiles en el provisional, pero con la participación del soberano en una Asamblea Nacional Constituyente, para elegir al permanente. Asumo que el documento fue elaborado por el histórico líder.
La secuencia en la lucha del “latinoamericano notable”, consta, asimismo, en “el acuerdo constitucional consensuado” ante la necesidad de un cambio determinante de rumbo del país, única forma de frenar a quienes, en beneficio propio, habían expoliado a la República. Me refiero a la Junta Revolucionaria y cuya razón y propósito radia desde el mismo Miraflores. En una rendición de cuentas al soberano.
No hay dudas de que comprometió su vida a una causa noble, para no abandonarla, y que cumple como un genio. A Rafael Caldera invita a participar en el proceso electoral convocado, cómo para lavarse la cara, por el gobierno dictatorial (1952), ya que toda coyuntura debe aprovecharse. Alguna vez, le dice, hablé contigo en Miraflores con respecto a tu candidatura y hoy vuelvo a recordártela. Se potenciarían sí manejándonos bien, salimos de la tiranía. Predijo, sin dudas, como profeta, el éxito presidencial del fundador de Copei.
En esa gesta de aportes sucesivos, no puedo dejar de mencionar la calificación que hace del gobierno provisional (1945), como “el legítimo personero de la voluntad del pueblo”. Esgrime que derrotado el fascismo, nació el derecho de las naciones para gobernarse. Agrega que la Junta es resultado de una Unión Patriótica Militar, por la falta de atención a una consulta electoral democrática, por el “gendarme” (Medina Angarita), imbuido de orgullo demoníaco. Prosigue con un Código electoral para una Constituyente, sustitutiva de la caricatura legislativa que abochorna. En aras de pautas claras, los miembros de la provisionalidad no podrán aspirar a la Jefatura del Estado. Su titular, escogido electoralmente. Se establecía así la formula sensata. El pueblo decidiría libremente. Vislumbraba al país camino a la escogencia soberana del próximo Presidente. No equivocándose.
El líder inició sus arengas con “Conciudadanos”, prosiguiendo con la palabra como Presidente de la Junta Revolucionaria, no olvidándola en sus misivas como exiliado, y reverberándola en su campaña electoral para la segunda presidencia democrática que condujo y, por supuesto, durante los 5 años estatuidos, conforme a la nueva Carta Magna. No un día más.
Pudieran preguntarme si manejó un concepto integral de la política? La repuesta: “Un estadista medita sobre las futuras generaciones, al político solo le interesan las próximas elecciones” (B. Disraeli, 1867). “Un sí”, la respuesta.
El predicador posibilita la primera jefatura democrática, presidida por Rómulo Gallegos, el de Dona Barbara. Después del exilio alcanza por el voto la propia. Se le imputan errores, entre ellos, escisiones en AD al cual dedicara su vida, una por la influencia de Fidel Castro en la juventud, llevándola a la guerrilla. Al dictador cubano le contestó, por haberle solicitado para Cuba 300 millones: “Esos bolívares son para las necesidades de los venezolanos y no para planes de gobiernos ajenos”. Con esa misma sobrada agilidad, respondió a alguien inquieto por sus veleidades comunistas, en Costa Rica: “Yo he puesto mis trastadas fuera de la Nación”. Sin dudas, un erudito de la política, sabiendo combinar la teoría y la realidad práctica. Formula, ciertamente, beneficiosa.
El regreso a Venezuela derrotada la dictadura por el pueblo y sus soldados, lo planea con una misiva a sus compañeros de partido, planteándoles que se reorganizaran, a fin de restablecer un régimen de libertades. Además, les refiere conversaciones con Villalba y Caldera, en procura de lo que terminó siendo “el Pacto de Punto Fijo”, fuente de “una democracia pactada” de 20 años. Ante la pretensión de extremistas para abandonar la Presidencia, dijo: “Al frente del gobierno está una persona que no renuncia, ni la renuncian”.
El tren cercano a Jerusalén. El jesuita Pedro Alfínger ha conversado y Tomas Ortiz, dominico, escuchado. Colocarán su suplica en el “Muro de los Lamentos”: “Jesus, el mismo Dios. Pudieras ordenarle a Pedro que pregunte a Betancourt qué hacer con los latinoamericanos, pues tienen siglos tratando de enseriarse, pero: Bolsonaro con sus locuras, Fernandez, la Vicepresidenta, enemiga. Perú, Ecuador y Colombia, económicamente debilitados. Chile, en las consecuencias negativas de la reelección. Bolivia, Morales casi regresando. Venezuela, ni hablar. Hazlo rápido para enviar a Pablo con oraciones y con el fuete para ver si los componemos. Angel Echamendi, marista, el tercero en el vagón aconseja depositar el mensaje como los judíos, pues el Señor siempre les escucha.
El viaje de regreso termina en Caracas.
El gobierno mandando y los venezolanos muriendo.
Una historia que no termina.
¿Hasta cuándo Señor?