domingo, noviembre 24, 2024
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Brasil enfrenta la recuperación económica con la renta mínima de emergencia como muleta

La economía brasileña empieza a mostrar algunas señales positivas tras el derrumbe de marzo y abril, en medio de las medidas de aislamiento social impuestas por la pandemia del coronavirus. De acuerdo con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), la producción industrial, por ejemplo, creció un 8,9% en junio, en comparación con mayo. Es el segundo mes en el que la industria sube, pero aún es insuficiente para eliminar la pérdida de 26,6% acumulada en los dos primeros meses de parálisis de la cuarentena. Entre las actividades que más crecieron están la producción de vehículos, de bebidas y las industrias extractivas.

El ministro de Economía, Paulo Guedes, sostiene que estos índices muestran que Brasil se está recuperando en una trayectoria semejante a “la V de la Nike”. El logotipo de la marca deportiva tiene la segunda pata más recostada, lo que sugiere una recuperación más lenta que la caída. “No vuelve a subir con la misma velocidad que cayó, pero está subiendo mes a mes”, dijo Guedes en una audiencia pública del Congreso para la reforma tributaria el pasado 5 de agosto. “La recaudación del ICMS [impuesto a la circulación de mercaderías y servicios] está 3 o 4% por debajo del primer semestre del año pasado. O sea, la recuperación está llegando con cierta fuerza”, aseguró.

El mercado financiero proyecta una caída del 5,6% del PIB para este año, de acuerdo con el primer Boletín Focus, divulgado el lunes, que reúne las previsiones de más de 100 entidades financieras, compiladas por el Banco Central. El informe mantuvo la proyección que traía en ediciones anteriores de que la economía brasileña crecerá un 3,5% en 2021. Para 2020, el Gobierno estimó una caída de 4,7% del PIB, mientras que el FMI proyecta un derrumbe aún mayor, de 9,1%.

Economistas consultados por EL PAÍS afirman, sin embargo, que hablar de recuperación económica todavía es precipitado en un escenario de fuerte incertidumbre en relación con el desarrollo de la pandemia. Consideran, además, que el desempeño más favorable de algunos índices fue aumentado artificialmente, en gran medida, por los programas de auxilio del Gobierno a las empresas y por la transferencia de ingresos del programa de renta mínima de emergencia, que en junio llegó a casi la mitad de los hogares.

“La verdadera dimensión del shock causado por la pandemia en la economía se pierde, porque está siendo, de cierta forma, amortiguado”, dice la economista Silvia Matos, investigadora del área de Economía Aplicada del Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getulio Vargas (Ibre). “No podemos animarnos demasiado. Precisamos ver lo que va a pasar a fin de año, cuando se acaben o por lo menos se reduzcan las ayudas públicas y los ingresos disminuyan”, finaliza. El banco Itaú, la mayor institución financiera privada de Brasil, proyecta una subida del 8,5% para el PIB del tercer trimestre y de 1,9% en el siguiente.

El fin de la renta mínima de emergencia puede generar, por ejemplo, un aumento del desempleo, que en el segundo trimestre fue del 13,3% –12,8 millones de personas– según el IBGE. Un crecimiento de 1,1% en relación con el trimestre finalizado en marzo, lo que muestra un escenario relativamente estable. “Pero hoy esa tasa de paro es uno de los índices menos realistas, porque mucha gente no está buscando trabajo y, por eso, no se la considera oficialmente desempleada. Muchos fueron despedidos durante la pandemia y, como están recibiendo los 600 reales [de la renta mínima de emergencia, algo menos de 100 euros], están esperando que pase la pandemia para buscar trabajo”, dice Matos.

Para tener una radiografía más adecuada del mercado laboral hace falta analizar el número de personas ocupadas en el país. Con esa perspectiva, se ve una caída histórica en el segundo trimestre: 9,6% en relación con el período anterior. En tres meses, casi nueve millones de brasileños se quedaron sin trabajo, y la mayoría de ellos eran trabajadores informales.

El economista Eduardo Correia, del Insper, también pide cautela al mirar los datos de la recuperación. Por ejemplo, el de las ventas minoristas, que comenzaron a subir en mayo después de la parálisis. “Hubo una demanda contenida. Cuando vino la pandemia, nadie salía de casa y todos frenaron el consumo por el miedo a quedarse sin trabajo. Pero cuando la cuarentena se alargó, algunos volvieron a hacer compras que ya estaban programadas”, dice. “Al mismo tiempo, la llegada de la renta mínima de emergencia a los más vulnerables aumentó los ingresos de esas familias, que comenzaron a consumir, pero… ¿y cuándo esa renta se termine?”, pregunta.

Según Correia, todavía no se sabe cuánto va a durar este movimiento de apertura comercial. “La duda es si los casos de la covid-19 no van a avanzar rápidamente con el retorno de las actividades. ¿El uso de máscaras y ciertas reglas de distanciamiento serán suficientes? Si lo son, podemos comenzar a hablar de recuperación económica antes de que haya una vacuna para el coronavirus”, dice. En caso contrario, alerta de que pueden volverse habituales nuevos cierres de actividades y, entonces, la situación crítica se va a prolongar.

Para Sergio Vale, economista en jefe de la consultora MB Asociados, nunca hubo una posibilidad de recuperación “en V” –o sea, de forma rápida– para la economía brasileña, que ya andaba mal antes de la crisis sanitaria y había registrado un retroceso en el primer trimestre. “La gente aún está con muchos reparos, muchos negocios que producen aglomeraciones –como los de entretenimiento, transporte y turismo– están abriendo solo parcialmente, y algunos ni siquiera van a poder abrir. Era impensable una recuperación rápida”, dice.

Costo fiscal de la pandemia

Aunque la expectativa sea que la recesión más profunda se haya concentrado en el primer trimestre de este año, el costo de las medidas de combate a la covid se extenderá por mucho tiempo. “La situación de las cuentas públicas del país, que ya era mala, pasó a ser aún peor por el tamaño de la deuda [externa]. Nuevamente va a ser necesario un ajuste fiscal muy grande. Eso sin contar que aún no nos habíamos recuperado de la recesión monumental de 2015 y 2016″, dice Vale. “Desde 2013, las inversiones comenzaron a desacelerarse y la economía viene pasando por tempestades continuas, lo que es malo para la estabilidad de cualquier negocio en el país”.

El presidente Jair Bolsonaro, según este economista, trata de aumentar su popularidad con la creación de un nuevo programa de transferencia de ingresos –la Renta Brasil– y ya no se preocupa por las dificultades fiscales que enfrenta el país. “El Gobierno no está mirando eso de forma adecuada”, dice. Vale resalta que esta conducta puede generar incluso más estrés en el mercado financiero en los próximos meses. “Lo que genera consecuencias: devaluación del tipo de cambio, riesgo país más alto. Entramos en un escenario más difícil”, advierte.

Los pronósticos a corto plazo tampoco son alentadores. “Aun saliendo de la crisis actual, vamos a volver probablemente a una economía con muy bajo crecimiento”, estima Vale. Matos, del Ibre, coincide en que mientras la inversión no reaccione, no se puede hablar de una recuperación fuerte. De acuerdo con el Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea), las inversiones cayeron el 1,3% en junio, en relación con mayo, y 15,6% en comparación con el año pasado. El segundo trimestre presentó una caída de 24,5% sobre el período anterior y de 23,1% en relación con el mismo período de 2019. “El inversor va a continuar en un compás de espera si no ve un horizonte. La economía necesita estabilidad de reglas, baja crispación política y alguna solidez fiscal. Sin eso, vamos a continuar viendo vuelos de gallina”, dice el economista.

Fuente: El País

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