domingo, noviembre 24, 2024
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OPINIÓN- Armando Martini: El desastre de la paz perversa

El ciudadano se pregunta: ¿qué está pasando?, ¿cómo van las cosas?, ¿por qué no hay reacción a la carencia y abuso?, ¿qué se puede responder, cuál información dar, qué nuevo chisme o rumor comentar? Nada nuevo pasa en Venezuela, todo sigue mal y no hay más abajo de peor, que es como estamos.
Escasea la gasolina y la poca restante se le entrega a Cuba, militares, funcionarios del régimen, y cada día menos alcanza para todos. Los servicios públicos a veces funcionan a medias o simplemente no lo hacen. La conexión a Internet se activa ciertas horas de algunos días, pero hay usuarios que hace semanas no tienen enlace, viven como a mediados del siglo pasado, restringidos a un teléfono de línea que no siempre la tiene.
La sustancia cuyas moléculas están compuestas por un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno (H2O) llega de a gotas, contaminada y sucia –pero agua al fin, dicen los conformistas–, un día o dos a la semana, los demás ni migaja. La mayoría no tiene tanques para almacenar el preciado líquido, ni dinero para contratar cisternas. Los perjudicados que no reciben el elemento más importante para la vida. De jerarquía vital para el ser humano, así como para el resto de animales y seres vivos, lo conforman eso que políticos llaman “pueblo”, “electorado” y a ellos les hablan, oficialistas, gobierneros y opositores, sin que se les seque la boca, tienen cómo comprar botellas de agua mineral, para refrescar la monserga estulta y engañosa.
La electricidad está en estado de alarma, comenzó la temporada de lluvias y en Venezuela cuando llueve se desaparece la energía. Mucho más que cuando no llueve, época de saboteadores, iguanas y otras criaturas a las cuales les encanta dejar a la gente a oscuras. Los afortunados tienen ruidosas plantas eléctricas, además del escándalo, cuestan un dineral y funcionan con gasolina; al paso que vamos dentro de poco tiempo tampoco funcionarán. Crecerá la oscuridad y contrariedad.
El covid-19 está alborotado. No respeta ni a los médicos, que mueren como héroes salvando vidas. La economía está en ruina y la inflación desbordada. La inseguridad, extorsionadores, chantajistas, ladrones, sinvergüenzas cobradores de peaje y demás alimañas, hacen su agosto en las calles asaltando a ciudadanos y pequeños comerciantes. La medicina brilla por su ausencia y cuando aparece es incomparable. La crisis ha erosionado la infraestructura en general y la sanitaria más, amenazando la salud pública. La escasez de medicamentos, suministros, interrupciones de los servicios básicos en dependencias de salud, la emigración de sus trabajadores ha llevado a una disminución progresiva de la capacidad operativa, difícil de cuantificar. La crisis económica ha destrozado el sistema de salud, provocando un aumento considerable de la morbilidad y mortalidad. Brotes y epidemias en expansión de enfermedades infecciosas amenazan la salud del país y la región.
La calidad de vida y el bienestar de la enorme mayoría de los venezolanos se ha deteriorado en los últimos años. El deterioro general de la vida cotidiana es inmenso. El riesgo y las consecuencias negativas en la sociedad están expuestos a causa de la crisis. La lucha por satisfacer necesidades básicas, debido a la reducción drástica del poder adquisitivo, es gigantesca. La violencia generalizada, altos precios de productos esenciales, son solo algunos de los principales problemas que afectan a la población. Ya no hay garantía de una calidad de vida aceptable.
Pero nada de esto es nuevo, lo sabemos, lo venimos experimentando desde hace años. Quizás lo único nuevo es que el régimen comete menos torpezas, porque ahora tampoco hace nada, y ni la comedia hipócrita y tramposa de las elecciones parlamentarias, acompañados de artrópodos de la clase de los arácnidos, está dando resultado. Donde hay cucarachas abundan alacranes, y no hay paz para los malvados.
La historia reciente muestra que es valiosa e ineludible la participación ciudadana activa en la política y vida de un país. Involucrándose, centrándose en las necesidades de la gente común. El ciudadano debe asegurarse un asiento en la mesa de las decisiones. Y si no vale la pena sentarse, tiene el poder de crear sus propios mecanismos a través del activismo político y la movilización.
Fuente: El Nacional

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