En su nuevo libro, Casey Mulligan ofrece una interesante explicación de por qué el presidente Donald Trump realiza afirmaciones económicas descabelladas. Trump sabe que recurre a la hipérbole cuando dice que los estadounidenses han gozado bajo su mandato de “la mayor economía de la historia del mundo”, señala Mulligan, que era hasta hace poco el economista jefe del Consejo de Asesores Económicos del presidente. Se trata de una “estrategia para conseguir que la prensa cubra un noticia nueva, se trata de exagerarla porque así la prensa puede desear corregirla y de ese modo difunde sin querer la supuesta novedad”. La antipatía de los periodistas por Trump, según Mulligan, no les deja ver muchos de los verdaderos éxitos económicos de su gobierno. Y puede que tenga razón.
La valoración de los resultados económicos de los dirigentes políticos es una tarea llena de dificultades. Por lo general, los presidentes ven reconocido su mérito cuando la economía va bien y son culpados cuando va mal; pero los resultados económicos a corto plazo suelen estar más influidos por los bancos centrales, la demografía y lo que sucede en el resto del mundo, entre otros factores.
Los politólogos todavía debaten hoy si la economía del siglo XX funcionó mejor bajo gobiernos demócratas o republicanos
Los politólogos todavía debaten hoy si la economía del siglo XX funcionó mejor bajo gobiernos demócratas o republicanos. Todo eso resulta de poca utilidad para la opinión pública estadounidense, cuyo voto en las elecciones presidenciales debe basarse, en parte, en una valoración en tiempo real del desempeño económico.
Trump llegó al poder con las promesas poco realistas de crear 25 millones de puestos de trabajo y potenciar el crecimiento económico; para ello, redujo los impuestos e impulsó el gasto, lo cual amplió el déficit fiscal (véase el gráfico 1). Los economistas seguirán considerando los costes y los beneficios específicos de tales políticas. Una valoración certera llevará algún tiempo. Sin embargo, en la actualidad es posible valorar si la economía estadounidense en su conjunto ha tenido mejores o peores resultados con Trump. Se trata de comparar los resultados económicos reales de Estados Unidos con los que podría haber esperado de modo razonable un espectador imparcial. Para ello, The Economist ha reunido una serie de datos económicos, desde la inversión empresarial hasta el crecimiento de los salarios, comparando siempre que ha sido posible los resultados económicos de Estados Unidos con los de otros países ricos.
El grueso del análisis abarca el período comprendido entre 2017, cuando Trump asumió el cargo, y finales de 2019. Nos detenemos en 2019, en parte, porque algunos datos se publican sólo anualmente y, en parte, porque la pandemia ha trastocado las economías de todo el mundo. Nuestra conclusión es que, en el período 2017-2019, la economía estadounidense se comportó de un modo ligeramente mejor al esperado. (La conclusión no varía si limitamos nuestro análisis a 2018-2019, siguiendo la práctica de algunos economistas políticos según los cuales sólo al cabo de un año de mandato es posible apreciar la influencia de los presidentes en la economía).
Tomemos el producto interno bruto (PIB), una medida de la producción que es el criterio más común de los resultados económicos. De acuerdo con los datos oficiales, el crecimiento del PIB fue algo más rápido en 2017-2019 que en cualquiera de los dos mandatos de Barack Obama. Estados Unidos también tuvo un buen resultado en comparación a otros países. La economía mundial alcanzó su punto máximo en 2017. En 2018 se frenó, pero la estadounidense se aceleró. En 2019, también Estados Unidos se desaceleró, pero se mantuvo por delante de los demás países.
Los recortes fiscales a las corporaciones incrementaron los ingresos netos, una razón por la cual las bolsas estadounidenses han tenido tan buen comportamiento
Otra forma de analizar la cuestión es valorar si en 2017-2019 Estados Unidos superó o no alcanzó las expectativas de los economistas (véase el gráfico 2). En octubre de 2012 el Fondo Monetario Internacional (FMI) predijo que, en los cuatro años siguientes (los del segundo mandato de Obama), la economía estadounidense crecería una media anual del 3%. Resultó ser una predicción demasiado optimista porque, en realidad, el crecimiento se acercó más al 2% anual. Sin embargo, el FMI fue demasiado pesimista en sus proyecciones para 2017-2019, hechas públicas antes de las elecciones de 2016. En esos años, Estados Unidos superó las previsiones.
Ahora bien, si bien la economía estadounidense se comportó mejor de lo esperado en algunos aspectos, en otros decepcionó. Tomemos el sector corporativo, al que Trump ayudó con menores impuestos. Los recortes fiscales a las corporaciones incrementaron los ingresos netos, una razón por la cual las bolsas estadounidenses han tenido tan buen comportamiento desde la llegada de Trump al poder (véase el gráfico 3). Estados Unidos también se ha convertido en un destino preferido de la inversión extranjera directa (véase el gráfico 4). Sin embargo, hay pocas pruebas del prometido auge de la inversión empresarial (véase el gráfico 5).
El crecimiento del empleo fue más lento que durante el segundo mandato de Obama
Y de modo similar cabe matizar el comportamiento del mercado laboral estadounidense. Aunque a Trump le encanta presumir de las cifras de empleo mensuales, es difícil afirmar que, en 2017-2019, la máquina de creación de empleos funcionara a todo gas. El crecimiento del empleo fue más lento que durante el segundo mandato de Obama. En 2009-2016, la tasa de desempleo estadounidense cayó en relación con el promedio de las otras economías del G-7 (véase el gráfico 6). Bajo el mandato de Trump, el desempleo cayó a su nivel más bajo desde la década de 1960, aunque no se trató de una excepción a nivel internacional. La mejora estadounidense en comparación con el empleo de otros países se detuvo bajo Trump.
No obstante, la suerte de los estadounidenses de clase trabajadora mejoró claramente en 2017-2019. La comparación de los ingresos familiares entre países es difícil, sobre todo en los últimos años. De todos modos, aunque hay cierta controversia sobre la fiabilidad de los datos correspondientes a 2019, año en que la pandemia ha dificultado a los investigadores la realización de encuestas, existen pruebas claras en Estados Unidos de una aceleración del crecimiento de la mediana de los ingresos familiares a partir de 2017 (véase el gráfico 7). La rigidez del mercado laboral también contribuyó a aumentar el crecimiento salarial de los estadounidenses peor pagados, comparados con los demás, en un grado que no se había visto desde la presidencia de Bill Clinton (véase el gráfico 8).
La laxa política fiscal de Trump antes de la pandemia dejó a Estados Unidos con una deuda mucho mayor cuando estalló la crisis
¿Y qué pasa con la economía en 2020? La laxa política fiscal de Trump antes de la pandemia dejó a Estados Unidos con una deuda mucho mayor cuando estalló la crisis. Además de ese derroche, Estados Unidos ha lanzado a lo largo del año el mayor paquete de medidas fiscales del mundo (véase el gráfico 9), emitiendo cheques de estímulo con un valor de hasta 1.200 dólares por persona y aumentando temporalmente los pagos del seguro de desempleo en 600 dólares por semana. Es posible, aunque improbable, que el Congreso apruebe aún más estímulos antes de las elecciones. A pesar de todo, incluso sin otro paquete y aunque sufre una profunda recesión, Estados Unidos será probablemente la economía del G-7 con mejores resultados en 2020, tal vez con diferencia. Justo antes de la pandemia, la economía estadounidense parecía ligeramente más fuerte que la de otros países ricos. Dentro de poco, la brecha puede ser más notable.
Fuente: La Vanguardia