Junto con el agravamiento de la segunda ola de la pandemia en México, especialmente en la Ciudad de México, se conoció, hace unos cuantos días, del regreso de las brigadas médicas cubanas al país, a través de la contratación de 500 médicos cubanos (médicos para decirlo fácil, porque supuestamente son trabajadores de la salud de muy distintas ramas, especialidades y niveles de estudios), asignados a la capital del país.
Así, el Gobierno mexicano parece que no escarmentó después del alud de críticas y la inútil ayuda que significó el ingreso de un primer grupo de 585 médicos cubanos en abril pasado, para supuestamente ayudar en el combate al COVID-19, y que salieron hasta el siguiente mes de julio. Al respecto, sus reales beneficios nunca fueron argumentados o demostrados, y en cambio, abundaron los comentarios negativos: que ejercían en México sin cédula profesional ni acreditación de ningún tipo de conocimientos ni homologación de sus estudios. También se habló de su desconocimiento en el uso de la tecnología más básica, no existió un solo reconocimiento gremial a su contribución (si acaso hubo alguna) en esos tres meses, y en cambio, se mencionó reiteradamente que realmente nunca participaron en la atención a la pandemia, estando asignados a otras áreas hospitalarias o, simplemente, dejaron sus puestos en las áreas COVID-19. Al final, significaron una erogación pública de 135 millones de pesos (6.2 millones de dólares), sustraídos de la atención médica a los mexicanos más pobres.
A la vista de esos resultados, volver a recurrir a la importación de médicos cubanos, es un hecho absurdo y sin ningún fundamento, máxime cuando de inmediato se despidió a médicos mexicanos, demostrando así que realmente no era necesario traerlos de la isla. Al final, seguramente se erogará por ellos una cantidad similar a la vez pasada y solo con el propósito, en realidad, de financiar a la dictadura cubana y tejer en cada hospital y cada lugar que sea posible, una red de apoyo a la dictadura y al partido en el poder en México.
Esos recursos bien pudieron emplearse en los propios médicos y enfermeros mexicanos, que los necesitan mucho más. Al respecto, recordemos que México tiene el mayor número de médicos muertos por COVID-19 en el mundo: 1700 médicos fallecidos, según la última cifra documentada. También recordemos que según la prestigiada revista médica The Lancet, más de 500 trabajadores de la salud mexicanos son contagiados diariamente de COVID-19, al enfrentar la pandemia, por los deficientes equipos chinos de protección con los que les provee el Gobierno mexicano.
Pero es importante advertir que los médicos cubanos son los menos culpables de esta situación. Ellos son simplemente víctimas de la dictadura represora de su país y del propósito de instaurar otra dictadura, que muchos seguidores del presidente López Obrador estarían felices de ver en México.
Como ya he escrito con anterioridad en varios artículos publicados aquí, las brigadas médicas desplegadas por el Gobierno cubano por todo el mundo, son básicamente un instrumento semi-esclavista (copiado del impresentable régimen comunista de Corea del Norte) para financiar a la dictadura, quien se apropia del 75 % del salario de esos médicos, 5 % es entregado a la Organización Panamericana de la Salud, que actúa vergonzosamente como intermediaria del trato, mientras que del 20 % restante sólo les entrega la mitad a los médicos, depositando el otro 10 % en una cuenta en Cuba, que se le entregaría a su regreso, como forma de evitar cualquier tentación de desertar.
En México, sus pasaportes son retenidos, sus movimientos administrados y su agenda supervisada, recibiendo además la instrucción de adoctrinar y espiar todo lo posible, reportando directamente a los jefes de las brigadas, empleados directos de la dictadura. Si hablan de más, opinan, se entrevistan con periodistas, desobedecen o desertan, sus familias la pasarán mal. Así que no tienen otra salida que viajar con la brigada, hacer lo poco que puedan o sepan hacer y regresar con cierto prestigio a Cuba, habiendo ganado para ellos un máximo de $250 dólares mensuales, muy superiores a los $50 dólares en promedio que gana un médico que trabaje solo en la isla.
Ellos permiten todo esto porque son adoctrinados en la idea de que están en deuda con la Revolución cubana por la educación recibida, al igual que sus familias, quienes permanecen en la isla como rehenes del sistema, prohibiéndoles reunirse con ellos y sufriendo diversas vejaciones si el médico llegara a desertar, empezando por desocupar la vivienda estatal donde habitan o condenando al desempleo y sanciones disciplinarias a los otros miembros familiares.
Cualquier infracción a las reglas es considerada un “delito disciplinario”, según la legislación cubana, cuyas sanciones van desde retener salarios hasta devolver al médico a Cuba. Según el Código Penal cubano, el personal médico que “abandona” sus trabajos puede enfrentar cargos penales y prisión de hasta ocho años, prohibiéndose a los “desertores” visitar la isla durante ocho años.
De esta situación los reales culpables son la dictadura y los corruptos funcionarios de la autollamada muy hitlerianamente “4ta Transformación”, no los médicos. Pero en ella, también nosotros, los mexicanos comunes, somos colaboracionistas, cómplices necesarios y disimulados de toda esa inhumanidad.
Fuente: PanamPost