jueves, diciembre 26, 2024
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Presidente salvadoreño Nayib Bukele infiltra a las FARC en su gobierno

La primera selfie en el podio de los discursos de la Organización de las Naciones Unidas la hizo el presidente de El Salvador, Nayib Bukele. La imagen rodó por 722 medios de comunicación alrededor del mundo y se publicó en más de 24 idiomas hace casi dos años. Hasta ahora nadie repite su irreverencia.
Pero este “joven empresario millennial, quien se perfilaba como símbolo de la renovación política y le prometía un giro radical en la gestión del país a una población hastiada por la pobreza y la violencia que le hizo llegar a tener una de las mayores tasas de homicidios del mundo”, tal como lo define BBC Mundo, tiene relaciones con la guerrilla colombiana.

El analista de seguridad de Estados Unidos, Douglas Farah, experto en temas latinoamericanos, divulga en un informe los nexos del tesorero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), José Luis Merino —inmerso en una investigación por narcotráfico y lavado de dinero— con Bukele.
Merino funge como una “autoridad oculto” y “tiene un poder real dentro del gobierno de Bukele. Él maneja muy de cerca muchas de las arcas económicas oscuras y es una influencia política en la administración de Bukele a través del asesor presidencial, Érick Vega”, afirma Farah.
Todo ello mientras mantiene “relaciones muy fuertes” con Iván Márquez, jefe de la segunda Marquetalia de las FARC. El giro de Bukele hacia la confrontación constante con los magistrados de la Sala de lo Constitucional y las diferencias con la Fiscalía General de la República que ahora removerá gracias a la mayoría en la Asamblea, se atribuye presuntamente a su presencia en el entorno.

Vínculo con antecedentes

José Luis Merino es uno de los líderes históricos del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). En los años ochenta fue comandante guerrillero por parte de las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), brazo armado del Partido Comunista Salvadoreño (PCS). En aquel entonces, actuó bajo el seudónimo de “Ramiro”.
Su nombre forma parte de lista negra de corrupción de Estados Unidos y es señalado desde Washington por desviar 400 millones de dólares de Alba Petróleos hacia cuentas offshore en Panamá asegura Diario 1.
El político salvadoreño está vinculado con la guerrilla colombiana por facilitar el lavado de dinero según Foreign Policy, medio que lo califica como el “proveedor clave de armas para los rebeldes colombianos durante dos décadas”.
Merino es entonces “el hombre de las FARC en El Salvador” que congresistas federales estadounidenses pidieron al entonces secretario del Tesoro del gobierno de Trump, Steven T. Mnuchin, investigar por sus “asociaciones de larga data con organizaciones transnacionales que son objeto de investigaciones penales en la nación norteamericana por tráfico de cocaína y blanqueo de capitales».
En su petición señalan que “adquirió cientos de millones de dólares en riquezas inexplicables, mientras ayudaba a las guerrillas de las FARC con elementos corruptos del gobierno venezolano, así como otros grupos delictivos”.
El año pasado la presidente del Subcomité del Medio Oriente y África del Norte en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Ileana Ros-Lehtinen, declaró como “urgente” clasificarlo como “capo del narcotráfico”.

De cerca con el chavismo

Al entorno de Bukele también se suma el chavismo. Sus emisarios visitaron Caracas en varias oportunidades para reunirse con líderes del régimen de Nicolás Maduro, al igual que con varios bancos rusos que operan desde la capital venezolana. Para estos encuentros Bukele designó a Érick Vega quien usaba pasaporte diplomático salvadoreño número D007371, a pesar de no tener cargo oficial en el gobierno.
Vega es esposo de Diana Echeverría Rais de Vega, sobrina del exempresario de la basura, Enrique Rais, prófugo de la justicia salvadoreña y otro de los operadores de Merino.

El reporte del asesor de la Casa Blanca indica que Bukele recibió a título personal y a través de empresas relacionadas con el consorcio Alba Petróleos, hasta dos millones de dólares en conceptos de préstamos. Ese dinero era parte de un esquema masivo de lavado de capitales que se ejecutó en Venezuela, El Salvador, Estados Unidos y Panamá, entre otros países.

Un operador como trampolín

Erick Vega ahí es crucial. Este asesor integra junto a Pablo Anliker Infante, ministro de Agricultura, y su primo Federico Anliker, presidente de CEPA, la directiva de Precocidos de El Salvador, empresa también beneficiada con préstamos de Alba Petróleos.
Su figura representa además un “vínculo existente entre la actual administración y las viejas estructuras corruptas del FMLN, dirigidas por el excomandante guerrillero José Luis Merino”, de acuerdo con el informe de Farah.
Antes de la alta posición que hoy ostenta en la administración de Bukele, Erick Vega se desempeñaba como secretario privado y recaudador de José Luis Merino. Ambos son investigados por lavado de dinero.

Filiales corruptas 

El investigador del Centro Nacional para Operaciones Complejas de la Universidad de Defensa Nacional de Estados Unidos, Douglas Farah, solicitó a la Comisión para el Control Internacional de Narcóticos del Senado estadounidense investigar a Petróleos de Venezuela (PDVSA) y sus filiales en El Salvador y Nicaragua por actividades de lavado de dinero desde 2017.
En su intervención ante el Congreso, Farah calificó a Alba Petróleos en El Salvador como “una parte fundamental de un programa multinacional de lavado de dinero que fue construido y operado por miembros de la alianza bolivariana ALBA”.
Tiene sentido. Alba Petróleos creada en 2006 como una sociedad entre PDV Caribe, empresa subsidiaria de PDVSA, y la Asociación Intermunicipal Energía para El Salvador (ENEPASA) se conformó por alcaldes de municipios gobernados por el FMLN.
Farah señaló a José Luis Merino como el principal implicado en dirigir las operaciones de Alba Petróleos en el país, mientras aspiraba a una curul en la Asamblea Legislativa.

Rumbo al radicalismo

Los vínculos con la guerrilla no son los únicos tópicos que empañan la gestión de Bukele, el presidente más joven de América, con 39 años, sin gusto por la calle, ni los indígenas, ni los mercados populares, ni fotografías con bebés ajenos, sino fiel a su celular desde donde ordena cada acción en la nación centroamericana.
Human Rights Watch lo tiene en la mira porque considera que el mandatario se siente «invencible» y enrumba al país a “otra dictadura latinoamericana, a menos que haya una respuesta internacional».
Amnistía Internacional lo proyecta de la misma manera. Esta organización afirma que “está siguiendo un camino peligroso hacia convertirse en un estado represivo”.
Las sospechas brotan por los ataques al periodismo en los dos años frente al Ejecutivo que incluyen a medios locales como El Faro, Gatoencerrado, Factum y también a la agencia estadounidense Associated Press. No sólo se trata de críticas contra los medios independientes sino de hostigamientos con investigaciones por supuesto lavado de dinero contra El Faro, a raíz de las subvenciones recibidas de donantes internacionales.
Para su asesor y biógrafo Geovani Galeas citado por El País, Bukele es “un líder multifunción capaz de gestionar los destinos del pueblo desde las pantallas de su despacho, con una personalidad política equiparable a la de Fidel Castro o Mao”.
Ya en el centro de San Salvador se venden a 12 dólares franelas con su rostro que lo pintan como un Mesías pero su exabogada y actual opositora Bertha Deleón, lo tilda como “un adolescente con poder. Incapaz de mantener una conversación sobre los temas más importantes sin mirar permanentemente su teléfono”.
Fuente: PanamPost

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