La decisión que se toma frente a las urnas nunca es perfecta porque no existe un candidato que represente íntegramente nuestras preferencias. Pero en una democracia liberal, solo con la expresión civilizada del voto, se puede resolver el momento crítico que vive un país y corregir el rumbo.
En una democracia funcional la única arma que tenemos para demandar cuentas es justamente el voto, y aunque mucho se ha alejado de ese ideal, la intención de anularla, aunque tentadora, es una opción que nos llevará a la derrota.
Es verdad que el correato fue una etapa de cinismo y escándalo y también que estamos irritados por la creciente brecha entre las necesidades generales y la capacidad de respuesta del sistema democrático, pero también es evidente que en este escenario ganan espacio candidatos para quienes las instituciones, los programas, las personas o la estructura de incentivos que enfrentan son irrelevantes. Copan terreno los clubes de los codiciosos que entorpecen sistemáticamente la vida social: pactan y comercian impunidad.
La decisión de anular el voto en una elección es tan respetable como cualquiera, pero en la que viene, debe imponerse nuestra facultad de razonar, el “noûs” para los griegos. Anular el voto significa dejar la puerta abierta a un pretérito que renegamos. Correa, sin maquillaje alguno se ha ubicado al frente de la candidatura de Arauz. Es por eso y no por méritos de su candidato que UNES dispone de una marcada reserva electoral, de voto duro, de voto sin honor ni memoria, pero voto fijo al fin.
Si creemos que la anulación dejará huella porque será identificada como una forma clara de protesta, estamos equivocados. El voto nulo no se adjudica a ningún candidato ni se cuenta para proclamar un ganador. Dicho de otra manera, el voto nulo se elimina del conteo, queda en el olvido; Correa junto a los oportunistas que hoy se han quitado la máscara y engordan sus filas, serán los beneficiarios directos.
Las primeras grandes tareas que tendrá Guillermo Lasso de ganar las elecciones consistirán en reducir la tremenda polarización social e instituir la decencia como atributo político. Pero si gana Arauz, el norte de Correa será ir en contravía.
Fuente: PanamPost