Es difícil diferenciar con ocasión de los procesos eleccionarios en América Latina, si lo determinante es “la maximización de errores individuales” o “la negligencia de todos”, pues, los gobiernos electos y por escoger demandan, “prima facie”, un ejercicio para identificar, por un lado, al “elector”, y por el otro, al “elegido”. Y lo que más cuesta entender, la dicotomía vigente todavía en el Siglo XXI.
En el estudio “El estado de la democracia en el mundo y en las Américas”, del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA), se apunta que “la democracia sufre de desafíos, por lo que es impostergable revivir su promesa”. Para Marco Moreno Pérez, de la Universidad de Chile, “después de un cuarto de siglo de lucha en la democratización en America Latina, el balance no es alentador. Hay persistencia y hasta agravamiento de los principales problemas de la vida cotidiana. Es innegable que las promesas de reducción de la pobreza y desigualdad no se han concretado. Ello indudablemente alimenta la baja satisfacción en un continente, donde se valora de acuerdo con la eficacia de los gobiernos en la solución a los problemas sociales. Se demanda, pues, una real eficacia en “la gobernanza”.
La democracia requiere del libre y equitativo acceso al poder político, mediante elecciones competitivas, inclusivas y periódicas. Asimismo, que se adelanten con libertad de expresión, asociación, asamblea, religión, movimiento, integridad y seguridad. Pero, también, igualdad entre grupos sociales, incluyendo, la de género. Una tercera condicionante, referida al control del gobierno por parte de un parlamento eficaz y la independencia judicial. Particular mención se hace a “la integridad de los medios de comunicación”. Se postula, igualmente, que las decisiones políticas generen confianza en el ciudadano al potenciar lo anhelado mayoritariamente y se apliquen de manera justa. Finalmente IDEA” demanda una mayoritaria participación electoral de la sociedad civil, a nivel nacional, regional y local. Pudiera concluirse, por tanto, en lo que tan importante documento reitera, que las democracias ofrecen condiciones adecuadas en procura de “un desarrollo sostenible”. Y mejores qué regímenes híbridos, heterogéneos o no democráticos.
Los profesores venezolanos José E. Molina y Valia Pereira distinguen democracia y buen gobierno, pues, la primera es en esencia una metodología para que la población elija a este último. Pero, además, para que aquella vigile el desempeño del mandato objeto de delegación. Por supuesto, elecciones limpias y libres conforme a un régimen de libertad de expresión, información plural, organización política y participación electoral, coadyuvarían para que el “eligere rectam” sea lo más asertivo posible. El señalamiento de que sí ese es el rol de la democracia y no la garantía de un gobierno eficiente, conlleva a indagar cuál es la ventaja de un sistema democrático ante uno dictatorial, afirmándose que el primero permite la sustitución pacifica de gobernantes que no satisfagan expectativas de los electores, un incentivo, además, para que aquellos se esfuercen por lograrlo. También, que las posibilidades para un gobierno que se ajuste a los intereses de la mayoría, son superiores si se le selecciona democráticamente. Lo opuesto, en manos de una élite minoritaria con intereses contrapuestos a los de la mayoría, aun cuando se plantee que una presunta élite iluminada es mejor juez de los intereses de la generalidad que esta misma, lo cual, como se lee, la propia historia ha refutado. Un planteamiento de esta índole conduciría, por lo menos, a mantenerse alejado de la idea de la denominada “democracia substantiva”, resultado de calificarla en cuenta al “buen gobierno”, camino a la “sociedad justa”. Es de advertir que Molina y Pereira, a pesar de lo expuesto, admiten que la pobreza y el subdesarrollo obstaculizan la democracia. Y que ello ha inducido a determinados países a preferir regímenes autoritarios, si son capaces de resolver los problemas económicos.
El problema no es sencillo, en el analisis, ni cómo resolverlo. Al Estado se compara con la bestia marina en la Biblia, “El Leviatán”, cuyas ramificaciones son extrañas, por lo que Estado y Leviatán son sinónimos. Las páginas de Carl Dahlstron y Victor Lapuente analizan la certeza de que el equilibrio entre políticos y burócratas mejora los gobiernos. En ellas se reitera que Chávez despidió a 18.000 empleados con decenas a él leales para tareas políticas, entre ellas, acudir a la celebración del golpe fallido del 92. Se cuestiona, asimismo, “la fábula” del petróleo, estiércol satánico, condicionante para la consolidación democrática. La pregunta es respondida con otra por Dahlstron y Lapuente ¿Por qué no ha sucedido igual en Noruega? Las instituciones en esta, “favorables al productor”. En Caracas, al “apropiador”.
Venezuela navega, pues, con países de “democracias quebradas” subsistentes en “cuadernos constitucionales”, tan prostituidos que la portada, ni la contraportada, son serias. Y mucho menos “la tripa”. Obsérvese la “Bolivariana”, ante lo cual Simón Bolívar se revuelve en el sepulcro por la humillación. Los atributos de IDEA para una sincera democracia, en lo concerniente a Caracas, todos, a pesar de escriturarse, no existen. Son preceptos en “obsolescencia”. Desechos de “la abrogación implícita”.
A la democracia y al país hay que hacerlos y desde cero. La última, edificada en l961, avanzando bastante en la consecución de sus objetivos. Pero desde el 98, sometida a un proceso como compañía “in bancarotta”. Chávez juró su Presidencia ante la democrática del 61 llamándola “moribunda”. Fallece, cuando ya la había enterrado, dejando gravemente enferma a la de 99, promulgada como remedio para el progreso, gritado en fatídicas arengas. Hoy, también, difunta.
Se demanda, sin importar la vía, un nuevo gobierno, pero en comandita con una Carta Magna y ciudadanía reales. Es un imperativo.
Venezuela, no hay dudas, raspó, como estudiante desaplicado, el examen para que el jurado la calificara como democracia. Va directa a “la reparación”.
Necesita maestros y profesores idóneos para que la preparan bien. Aquellos que han intentado conducir la barca deben entender que hay únicamente un timón y que se lo pueden turnar. Pero, paciencia, que “gobernar es cosa seria”.