domingo, noviembre 17, 2024
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Evo Morales regresó a Perú, nuevo epicentro de su proyecto en la región

Pedro Castillo necesita ayuda para presidir Perú y Evo Morales arribó a Lima custodiado por un fuerte contingente de seguridad estatal, que lo escoltó desde el aeropuerto Jorge Chávez a Hotel Westin de San Isidro —el más costoso y exclusivo de la capital—. La maniobra tuvo como fin encausarlo en su proyecto de «integración plurinacional».
Un protocolo “como si fuera alto dignatario” rodeó al exmandatario boliviano que por segunda vez, en menos de un mes, viaja al país inca, aseguró el director del Instituto Interamericano para la Democracia, Carlos Sánchez Berzain, en Twitter.

“Guiar el proceso presidido por Castillo” es la razón de su ingreso a la nación asegura el periodista del Diario de las Américas, Edgar Otálvora en Twitter.
Sin embargo, Evo Morales niega esta versión de su aterrizaje en Perú. Incluso, el izquierdista compartió una invitación de la Federación de Trabajadores de la Educación. Fue astuto. Curiosamente, el político boliviano omitió que Castillo es fundador de esta organización, sino que desplegó fotografías de su paso por la frontera de Puno. Allí posó con los peruanos de la zona y hasta paseó en un triciclo con el rostro del «Che» Guevara.

Viajero con impunidad

Evo Morales cruza los límites entre Perú y Bolivia sin obstáculos, a pesar de que la Organización de Estados Americanos (OEA) ratifica su denuncia sobre una “manipulación dolosa de datos” en las elecciones en Bolivia para beneficiarlo con la reelección en octubre del 2019.
Los  36 peritos internacionales a cargo de la auditoría descubrieron dos servidores que no habían sido incluidos en la documentación sobre el esquema informático entregado por las autoridades electorales. Un hecho que “constituye una manipulación en la infraestructura tecnológica, así como es parte de la red de mentiras con la que se buscó engañar al equipo de la OEA, al igual que a toda la población boliviana”.
Pero nada de ello frena a Morales. Al contrario, el antiguo sindicalista ingresó a Perú por la frontera del lago Titicaca para asistir a la juramentación Castillo y volvió ahora por Puno, luego de haber pisado por última vez el país en octubre de 2018, cuando la Corte Internacional de Justicia de La Haya dictaminó que Chile no tenía obligación de negociar con Bolivia una salida al mar.
Ahora, amiguismo y complicidad se combinan cuando Evo Morales revela que su contacto con “el hermano Pedro” se gestó durante la campaña y después de esta, porque tiene “coincidencias políticas y programáticas”.
La Constituyente es una. Evo Morales tiene experiencia y Castillo la requiere para desplegar un referéndum que permita redactar una nueva Carta Magna con su auspicio que “reconozca expresamente los derechos a la salud, la alimentación y la vivienda” dejando en evidencia que sus visitas no son solo para “encuentros con organizaciones sociales” como vocifera para despejar las sospechas de que asesora al nuevo mandatario inca.

 Con un interés de fondo

Evo Morales tiene intereses hondos. Y están a la vista. Abona su camino como líder de la “integración regional” a través de su proyecto llamado Runasur, una instancia “anticolonialista, antiimperialista, anticapitalista, complementaria, soberana y articuladora” que lanzó en abril de este año, para propiciar una “América Plurinacional» con sede central en Bolivia pero que busca la adhesión de los países de la región. A tan solo horas de su arribo a Lima promovió al organismo en su Twitter.

Con esta plataforma como fachada para el cultivo de su liderazgo desgastado por las acusaciones en su contra de fraude electoral y estupro intenta reorganizar a los pueblos indígenas, afrodescendientes, organizaciones sociales, sindicales, territoriales y los movimientos sociales de la región para resolver “la deuda histórica que los pueblos afrontan en un contexto de crisis económica, social, cultural y sobre todo de vida”.
Ese discurso retórico le sirve para sus fines. Asegura que “la región vive la mayor agresión cultural de la historia similar a la del período colonial” por ello, “la batalla se debe encarar desde la ideología, la política y fundamentalmente desde las identidades culturales”.

Una figura crucial 

Castillo sirve de anzuelo a su plan que pretende “luchar contra toda forma de dominación, contra la injerencia y el racismo para consolidar la autodeterminación e identidad de los pueblos” para iniciar la “reconstrucción de la fundación de los estados, dónde lo primordial no es el capital o el consumo desmedido, sino los seres humanos y la naturaleza, donde los gobiernos sean de los pueblos y para los pueblos con un Estado sin discriminación, ni clases”.

De ello inundará a Perú. Ya tiene terreno a favor. El partido de Castillo, Perú Libre, coincide con la izquierda que gobierna en Venezuela, Argentina y Bolivia pero además sus ambiciones se fertilizan con las elecciones presidenciales que tendrán Chile, Colombia y Brasil, donde también tendrá abanderados a los que esta tolda política sumará su apoyo, entre ellos, Luiz Inácio da Silva, quien buscará retornar al poder en los comicios del próximo año.

La reconfiguración en puertas

Evo Morales cubre la decadencia de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) que surgió en 2008 con la firma del Tratado Constitutivo de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela con esta iniciativa de Runasur ante la desarticulación de esta coalición. De este modo, oxigena en simultáneo al Foro de Sao Paulo y al Grupo de Puebla con sus acciones, porque según sus declaraciones “los países de derecha aplastaron a la Unasur”.
Su ascenso y el de los bloques regionales ocurre en medio de una pandemia donde sus aliados enfrentan cuestionamientos que empañan su avance. Evo Morales lo tiene claro cuando plantea que con Unasur y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) “fuertes” es posible “plantear de forma conjunta una condonación de las deudas porque están en juego temas de la salud y la vida”.
Es un salvavidas para restar estigmas a su mensaje de integración que baña de esperanza o engaño —como quiera mirarse— al fijar un plazo de dos años para reprogramarse el pago de intereses de capital de todas las deudas en la región.
Fuente: PanamPost

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