Alberto Fernández está desesperado, nervioso y cada día la embarra más. Cristina Kirchner no quiere saber nada con sus traspiés y lo deja solo. Los voceros del espacio dicen estupideces en los medios y los candidatos peronistas no saben qué hacer para captar votos. Es un hecho que el kirchnerismo se cae a pedazos, pero lo que vendrá luego es más que una incógnita.
Esta mañana, el presidente dejó que la prensa filtrara su conclusión sobre el escándalo de la fiesta clandestina oficial de la quinta de Olivos. Resumiendo, para Alberto, como nadie se contagió en el cumpleaños de la primera dama, no puede sufrir figura penal alguna. Además de merecer el juicio político, por violentar sus propias normas (las que dijo que haría cumplir “por las malas”), las personas que sufrieron una causa por la violación de la cuarentena no pudieron argumentar la ausencia de contagio. Si esto es lo mejor que tiene para ofrecer Fernández, lo cierto es que el agua le llega al cuello.
Desde el cristinismo más puro aseguran que la vicepresidente está muy enojada con el candidato que eligió para vencer a Mauricio Macri en 2019. Los desaires de ella (que hasta le acapara el micrófono en medio de sus discursos) ya son públicos y todo parece indicar que Cristina no piensa mover un dedo para socorrer a su exministro. Incluso, los candidatos que provienen de su riñón, hacen campaña como si gobernara en el país un espacio político diferente al suyo. La historia argentina muestra que cuando el poder real no recae en el presidente y el peronismo está quebrado, la salida es problemática. El Frente de Todos está agotado y el proyecto no tiene continuidad posible en estos términos.
Una de las consecuencias de la falta de cohesión en el liderazgo del espacio, es la proliferación de voceros contraproducentes para el oficialismo, que dicen cualquier cosa delante de las cámaras. Este fin de semana, el actor kirchnerista Raúl Rizzo quiso justificar el desastre económico, argumentando que el gobierno hace “lo que puede”. Pero ante la repregunta del periodista oficialista sobre qué más se podría hacer para mejorar la situación, el artista dijo que el Gobierno debería iniciar una “revolución armada” para terminar con el capitalismo. Es que, para Rizzo, el modelo capitalista es el responsable de la pobreza y la corrupción.
Pero la revolución armada comunista parece no representar a todos los peronistas que piensan ser candidatos este año. Guillermo Moreno, cuadro representativo del primer kirchnerismo en la secretaría de Comercio, parece estar desesperado por conseguir algo del nuevo voto joven liberal: aunque parezca increíble, el candidato justicialista critica al gobernador bonaerense de su propio partido y le promete a los jóvenes libertarios que el peronismo es «libertad» y no «más Estado» como propone Axel Kicillof. Absolutamente rendido al boom liberal, que seduce más que él, Moreno se animó a darle a su campaña el impúdico slogan de «votá libertad, votá peronismo». Cosas que pueden pasar solamente en Argentina…
Sin embargo, por ahora, la oposición no está a la altura
Desde el retorno a la democracia en 1983, el «no peronismo», solamente pudo ganar en tres oportunidades. En las dos últimas, requirió una alianza de toda la oposición. Es decir, el radicalismo y los partidos del momento. Con la Alianza (1999) fue junto al Frente Grande y en Cambiemos (2015) con el PRO y la Coalición Cívica. Las tres experiencias terminaron en fracaso económico y retorno triunfante justicialista. En los dos primeros casos, el desastre terminó incluso en entregas anticipadas del poder al peronismo.
Y es que, además de la unión de todos los espacios posibles, es necesario que la oposición adopte la agenda liberal que hizo de Argentina el país más rico del mundo. Por ahora, el liberalismo no integra en su plenitud el espacio opositor más competitivo. Solamente Ricardo López Murphy ha conseguido competir dentro de la coalición de Juntos por el Cambio. Aunque su presencia dentro de Cambiemos es una buena noticia, no es suficiente. Como bien dice José Luis Espert, la unidad tiene que ser para cambiar el país y reformarlo de raíz. De lo contrario, no tiene sentido. Afortunadamente, el candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires, al igual que Javier Milei, que compite por la Ciudad, no tienen intenciones de ninguna negociación, sin un claro programa de gobierno establecido previamente. Lamentablemente, la única que parece interesada en esta agenda es la exministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Si nada de esto prospera, los argentinos veremos una película repetida: el colapso de un gobierno peronista, la irrupción de una esperanza infundada y un nuevo fracaso que termina devolviéndole el poder al justicialismo hegemónico en un eterno loop, que no hace otra cosa que empeorar la situación estructural, que ya está más dañada que nunca. El kirchnerismo se cae a pedazos, pero no alcanza.
Fuente: PanamPost