viernes, octubre 18, 2024
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El impuesto a la riqueza se mantiene, pero el kirchnerismo muerde su propia cola

Como ocurrió con todos los impuestos o subas temporarias, era predecible que, una vez abierta la caja de pandora, las excepcionalidades se tornarían permanentes. Así lo advertimos desde estas columnas (sin ninguna bola de cristal), cuando el kirchnerismo lanzó su “impuesto a la riqueza”, el que implementaron jurando y perjurando que sería por única vez. En ese momento la excepcionalidad de la pandemia era la excusa para meterle la mano en el bolsillo a la gente, a pesar de la doble y triple imposición. Por estos días Argentina tiene otra situación de excepción, por lo que el kirchnerismo dice que, mientras dure la deuda con el Fondo Monetario Internacional, el gravamen debe mantenerse. Por lo que dice el ministerio de Economía, la situación se extendería doce años. Seguramente, los gobernantes de entonces, encontrarán otra excusa para mantenerlo.
El responsable de la gran idea fue el sindicalista y senador provincial de la provincia de Buenos Aires OmarPlaini, que propuso el delirio ante los participantes del Consejo del Partido Justicialista bonaerense. Aunque el peronismo cada vez tiene menos ganas de atarse a las locuras del cristinismo, Máximo Kirchner ya hizo trascender que la iniciativa le parece una buena idea.
Pero los números dicen todo lo contrario: aunque el Gobierno aseguró que la medida recaudaría por lo menos 400.000 millones de pesos, se levantaron solo 240.000 millones. Lo que agrava también la situación es que el saldo negativo fue mucho peor que la expectativa no cumplida. El manoteo fiscal, que daba a entender que no sería por última vez, hizo que muchas empresas y personas de recursos saquen todo del país en tiempo récord.
«Esta vez no lo debe pagar el hombre y la mujer de a pie, con el esfuerzo de su trabajo, así que vengo sugiriendo que aquel gravamen que se cobró el año pasado a las grandes fortunas quede de forma permanente hasta tanto esté el condicionamiento que hace el fondo de cumplir con los 44000 millones de dólares”, señaló el gremialista.
Plaini, absolutamente empecinado con la voracidad fiscal criminal, aseguró también que existe “una manera de hacer que paguen los que más tienen”. El referente del sindicato de «canillitas» (vendedores de diarios) quiere que se persigan a los argentinos en el exterior, con sus recursos y propiedades fuera del país.
La insistencia va más allá de las cuestiones morales o de eficiencia. El evidente fracaso estrepitoso del impuesto, su baja recaudación y sus gravísimas consecuencias negativas parecen dejar en evidencia que al kirchnerismo ni le interesa perseguir los objetivos que manifiesta. Estas actitudes, que cada vez encuentran menos plafón en la opinión pública, darían a entender, sin demasiado análisis, que parecen perseguir otros objetivos: que se vaya del país el que no está dispuesto a someterse a la explotación y al autoritarismo gubernamental.
En Venezuela, mucha gente tardó en darse cuenta que los exilios masivos y la huida de todo el capital que pudo escapar a la expropiación chavista, no fue una consecuencia negativa sino un plan implícito: quedarse con un pobre feudo para la explotación de unos pocos déspotas.
Sin embargo, a diferencia del chavismo, que es la columna vertebral de su propia dictadura, el kirchnerismo en Argentina depende de la estructura peronista. Todas las veces que buscó la independencia política, fracasó de manera estrepitosa en lo electoral. Afortunadamente, la dictadura aún está muy lejos por estos pagos. Pero el Justicialismo, que se sirvió del kirchnerismo para mantenerse más de una década en el poder, vio que, en las últimas elecciones, ni yendo todos juntos alcanzó. Ni siquiera para ganar en la provincia de Buenos Aires, donde Plaini manifiesta estos delirios.
El peronismo nunca tuvo en agenda la expropiación del sector privado. A pesar de las diferentes variantes justicialistas, el modelo corporativo del capitalismo de amigos y el sindicalismo como “tercera pata” en la mesa de los empresarios nacionales y el gobierno (nefasto, claro), no es compatible con el extremismo K. Si el espacio que maneja Cristina Fernández sigue tirando de la soga, lo más probable es que, tarde o temprano, termine representando una tercera fuerza de izquierda, de retórica montonera. El peronismo puede acompañar hasta el cementerio, pero al muerto lo deja en la puerta.
Fuente: PanamPost

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