El sistema internacional se caracteriza por la complejidad y el dinamismo, por la anarquía y el orden. En sus inicios fue eminente interestatal. Sin embargo, ahora es transnacional, con la participación de la sociedad civil y la presencia de fenómenos como la mundialización y la integración. Los tratados y convenios internacionales suscritos desde la Carta de Naciones Unidas han creado organizaciones y agencias especializadas de la ONU, así como organizaciones de carácter regional, por áreas o por materias (casos de la Unión Europea o de la OPEP), que han generado instituciones con normas y procedimientos propios, pero sin la fuerza vinculante de las obligaciones contraídas.
Orden y desorden son las dos expresiones del sistema internacional. En esta dialéctica de guerra y paz se generan el derecho y las relaciones internacionales. Es lo que estamos contemplando con la presente invasión de Rusia a Ucrania, ya que nos hallamos frente a la poca eficacia, tanto del Consejo de Seguridad y la Asamblea General de Naciones Unidas, como de las diferentes instituciones del sistema mundial.
La globalización en todas las áreas de la actividad humana, tales como los intercambios económicos, políticos, técnicos y, particularmente, de comunicaciones e informaciones, presenta un mundo interdependiente a nivel de Estados y a nivel de pueblos. Se borran las fronteras y se amplían los espacios geopolíticos y geoeconómicos, es palpable la interdependencia económica y financiera. De ahí, la creación de instituciones como la Organización Mundial de Comercio, en 1995, para establecer normativas mundiales para la economía y las finanzas.
Hoy, la variable económica está presente en toda la dinámica de la política internacional. Esto lo comprobamos con la pandemia de COVID-19 y los múltiples conflictos en diferentes áreas del planeta. Especialmente, contemplaremos la nueva formulación del sistema internacional cuando termine el conflicto ruso-ucraniano. En el nuevo orden mundial, los organismos internacionales de la economía y las finanzas deberán ser reformulados, bajo el principio de una economía más justa y el imperativo ecológico, a través del desarme generalizado, con el propósito de terminar con las armas de destrucción masiva, y la protección del medio ambiente con un desarrollo sustentable.
Organizaciones multilaterales en el área monetaria y financiera, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), se han orientado a facilitar el desarrollo y el crecimiento económico con facilidades de crédito, pero con exigencias en política monetaria y salarial de los Estados solicitantes. Esto ha generado tensiones entre los países en desarrollo y esas instituciones financieras.
Frente a la globalización y la mundialización, la respuesta de los países en desarrollo ha sido la formación de bloques regionales con sistemas de integración general o subregional. Hoy, la Unión Europea agrupa a 27 Estados con instituciones y un nuevo Derecho Constitucional supranacional. En América Latina, el MERCOSUR, la CAN, el CARICOM, la CELAC y el Mercado Común Centroamericano son expresiones de la supranacionalidad que, fundamentada en lo económico, trasciende a lo político y cultural. Estos sistemas de integración regional o subregional han creado zonas de libre intercambio, tratados de libre comercio, uniones aduaneras, mercados comunes y, dentro del modelo europeo, buscan realizar la integración general con instancias ejecutivas, parlamentarias y judiciales. Estos proceso de integración se inscriben en la multipolaridad frente a los grandes centros mundiales de decisión.
En general, los procesos de integración parten del principio de la cercanía geográfica y de un espíritu común en lo cultural, en lo histórico y en la implementación de políticas económicas. El actual sistema internacional, en lo económico, se ha ido agrupando alrededor de 3 centros esenciales: la Unión Europea, los Estados Unidos y el espacio del Asia-Pacífico, con la nueva área de influencia rusa. Las economías emergentes también se han agrupado en el denominado BRICS. América Latina busca ir más allá de la natural dependencia de los Estados Unidos y participar en estas áreas de intercambio comercial, gracias al potencial de sus materias primas y para cubrir sus necesidades de financiamiento y tecnología. En la misma dirección se encuentran el mundo árabe y el africano que, igualmente, han creado mecanismos de complementariedad dentro del comercio mundial.
La mundialización económica y la integración también tienen su expresión en el ámbito del arte y la cultura. Se ha afirmado el principio de la diversidad cultural nacional e internacional, pero, al mismo tiempo, la necesaria cooperación entre las distintas culturas. El elemento cultural se ha convertido en un factor de resistencia a la mundialización, en defensa de los nacionalismos y los particularismos. Organizaciones internacionales como la UNESCO están inmersas en el compromiso de proteger las diferentes culturas y los distintos departamentos de educación, tanto nacionales como supranacionales, también desarrollan programas en este sentido, promoviendo los denominados diálogos entre civilizaciones y culturas.