Escepticismo
El escepticismo es la castidad del intelecto, decía Santayana, especialmente ante una guerra en la que quizá no podamos conocer la verdad, pero sí aplicar la lógica. Por ejemplo, EEUU afirma que un Putin “arrinconado” puede usar armas químicas o nucleares (entonces, ¿por qué le arrinconan?). Sin embargo, la lógica nos dicta que las armas sucias las utiliza el contendiente que va perdiendo (y Rusia va ganando) y que antes de utilizarlas habría agotado otros modos de destrucción que no han tenido lugar, como cerrar el gas a Ucrania, arrasar sus campos de cereales, destruir sus infraestructuras, dejar a Kiev sin electricidad ni agua corriente o reducirla a escombros mediante bombardeos de alfombra (por cierto, un invento anglosajón). De hecho, la prensa norteamericana ha desvelado hace pocos días que la supuesta amenaza de guerra química fue sólo una campaña de desinformación del gobierno de EEUU y que no existía evidencia alguna de inteligencia de que Rusia fuera a utilizarlas[4]. Según la misma fuente, lo mismo aplicaría al relato de un Putin supuestamente mal informado por su entorno.
Un sano escepticismo también nos lleva a no sacar conclusiones precipitadas ante los horribles hechos de Bucha, que deben ser investigados hasta el final. No parece lógico que Rusia, que dominaba la zona y la ha abandonado con toda tranquilidad anunciándolo con antelación, deje pruebas de una matanza de civiles con todos los cadáveres ordenados en una calle. Naturalmente que los rusos son capaces de semejante carnicería y, de hecho, HRW ha acusado a Rusia de crímenes de guerra (una violación y siete civiles ejecutados sumariamente hasta el 14 de marzo[5]), pero también puede ser una operación de falsa bandera (otra más) de los ucranianos, acusados de torturar a prisioneros de guerra rusos, según HRW[6], o incluso ejecutarlos[7]. Que un vídeo y unas fotos aportadas por uno de los contendientes basten para sacar conclusiones indica lo fácil que es manipularnos. ¿Primero sancionamos y luego investigamos? No sabemos cuántos civiles han muerto, ni quién los ha matado, ni cuándo, ni cómo. La guerra es un horror siempre, pero no es lo mismo que mueran civiles como daño colateral en enfrentamientos armados a que sean ejecutados a sangre fría por soldados rusos. Si la investigación sigue su curso sabremos quién es el culpable, y si no se investiga, también.
Asimismo, podríamos aplicar la lógica para averiguar quién obstruye los corredores humanitarios en las ciudades sitiadas. ¿Cui prodest? ¿Quién se beneficia de ello? Los rusos rodean y atacan las ciudades porque los combatientes ucranianos se han refugiado en ellas evitando enfrentamientos en campo abierto y utilizando de facto a su población como escudo humano. Entonces, ¿quién está interesado en impedir que los civiles abandonen el área, los sitiadores, que no pueden bombardear a discreción, o los sitiados, que se benefician de ello? ¿Quién impide que los rehenes de un atraco salgan del banco, los atracadores o la policía que los tiene rodeados? Son los débiles los que cogen rehenes, y creo significativo que Ucrania acuse a la Cruz Roja Internacional de “trabajar para el enemigo” por facilitar la evacuación voluntaria de civiles desde Mariupol (ciudad del Donetsk de mayoría rusófila) hacia Rusia[8].
Visión global
La guerra sobre suelo ucraniano es un conflicto entre EEUU (el provocador) y Rusia (el agresor). Un factor que añade complejidad y suele ser obviado es que Ucrania, enfrascada en un enfrentamiento civil de intensidad variable e independiente sólo desde 1991, es una no-nación dentro de un Estado creado de una forma más o menos artificial. No son inventos de Putin: el poco sospechoso Premio Nobel Alexander Solzhenitsyn, férreo anticomunista superviviente del Gulag soviético, denunciaba en 1994 “las falsas fronteras leninistas de Ucrania, con Crimea como dote ofrecida por el déspota Kruschev[9]”.
La causa próxima de la guerra ha sido la innecesaria expansión de la OTAN hacia el Este a pesar de las constantes advertencias de Rusia y de expertos occidentales de que una Ucrania perteneciente a la OTAN suponía una “amenaza existencial” para Rusia. Quizá los rusos sean unos paranoicos, pero no son los únicos: la Agencia de Inteligencia de Defensa norteamericana considera al ejército ruso (aunque no salga de Rusia) “una amenaza existencial para EEUU[10]”.
EEUU no sólo defiende su hegemonía sino sus intereses económicos, pues casi todas las guerras de EEUU desde 1991 han tenido un componente religioso en nombre del dios dinero. Así, uno de los objetivos de EEUU al empujar a Rusia a la guerra era descarrilar el proyecto de gaseoducto Nord Stream 2, que permitía a Rusia proveer de gas a Europa sin pasar por Ucrania y unía más estrechamente los lazos comerciales pacíficos de Eurasia. Recordemos que EEUU ve a Europa con condescendencia, como a un familiar lejano venido a menos, pero también como a un competidor, como a Rusia. Biden primero nos mete en el lío y luego nos vende gas licuado norteamericano, mucho más caro que el ruso ¿y nadie se pregunta nada?
La fina diplomacia occidental
Bajo la batuta de EEUU, Occidente se empeña en alargar la guerra con una escalada retórica sin precedentes. El ministro de Economía francés declara la “guerra económica total a Rusia[11]”, un senador norteamericano y el ministro de Exteriores de Luxemburgo piden el asesinato de Putin[12] y Biden llama al autócrata ruso asesino[13], criminal de guerra[14] y carnicero. Esto contrasta con una entrevista a Trump en 2017. Cuando un periodista le espetó que Putin era un “asesino”, el expresidente no se arredró: “Hay muchos asesinos… ¿Por qué cree usted que nuestro país es tan inocente? Eche una ojeada a lo que hemos hecho…recuerde la guerra de Irak…murió mucha gente, así que, créame, hay muchos asesinos a nuestro alrededor[15]”. Naturalmente, ningún periodista le pregunta a Biden si cree que el príncipe heredero de Arabia Saudí es un “asesino” a pesar de que la CIA le acusa abiertamente[16] de haber aprobado el “atroz asesinato”[17] del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi, exiliado por denunciar las acciones del dictador saudí y asesinado dentro del consulado saudí en Estambul. Su cuerpo fue aserrado y desmembrado in situ, pero el caso no se toca porque “el riesgo de dañar los intereses norteamericanos es demasiado grande”, según el New York Times[18]. La política exterior no va de defender valores sino intereses, y Ucrania no es una excepción.
La retórica belicista es incompatible con la desescalada que necesitamos y nos conduce a una nueva Guerra Fría que no enfrentará a la OTAN con un opresivo Pacto de Varsovia, sino a un crepuscular Occidente (15% de la población mundial) con a un Oriente renaciente (el 85% restante), y será Occidente quien quedará paulatinamente aislado del resto del mundo. De la globalización a la autarquía.
¿Alguien en Occidente está tomando nota de lo que ocurre? El gobierno de la India, tras anunciar que seguirá comprando petróleo ruso y que quizá lo haga en rublos, cancela la visita de un grupo de parlamentarios británicos que iban a presionarle con Ucrania[19] pero recibe ese mismo día al ministro de Exteriores chino. Turquía y Brasil dicen públicamente que no sancionarán a Rusia, Arabia Saudí anuncia que aceptará yuan en vez de dólares por parte del petróleo que vende a China, y ésta afirma que “todo el mundo sabe” quién provocó la guerra en Ucrania, en referencia directa a EEUU. Países que representan más de la mitad de la población del planeta no apoyan las sanciones a Rusia.
La manía de las sanciones
Los gobiernos culparon “al covid” de la recesión del 2020, pero no era verdad: la recesión no la había provocado el virus, sino las absurdas, ilegales, dañinas y estériles medidas tomadas en estampida por los distintos gobiernos. De igual forma, el agravamiento de la inflación y la crisis económica en ciernes no es principalmente responsabilidad de la invasión rusa, sino de las sanciones tomadas sin ton ni son por EEUU y sus obedientes “socios” europeos a pesar de que el historial de sanciones (Cuba, Venezuela o Irán) muestra que son un estrepitoso fracaso: los regímenes no caen, los pueblos sufren injustamente y el equilibrio mundial se resiente.
Simpatizo con quienes defienden que la flagrante violación de la legislación internacional mediante el uso de la violencia que ha supuesto la invasión rusa no puede quedar impune, pero las reacciones deben ser proporcionadas, ajustadas a Derecho, eficaces y quirúrgicas, y en ningún caso autolesivas. Como veremos, han sido justo lo contrario.
En primer lugar, la limitación a la importación de materias primas de uno de los principales exportadores del mundo ha agravado el pertinaz problema de inflación preexistente y disparado el coste de los combustibles, la electricidad, los fertilizantes y los alimentos. La inflación es tanto más peligrosa cuanto los bancos centrales no pueden subir los tipos de interés como debieran, encerrados en su propia trampa. No olviden que para los países ricos el aumento del precio del pan es un inconveniente, pero en los países pobres puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte, no en balde organismos internacionales han alertado sobre una posible hambruna.
En segundo lugar, los belicistas del Departamento de Estado que juegan a Napoleón no comprenden que en un mundo globalizado cualquier sanción tiene un efecto bumerán. Jugar a hundir el rublo (algo en lo que por ahora han fracasado, pues la divisa rusa ha recuperado todo lo perdido) es peligroso, como quedó demostrado con LTCM y el default de 1998 de una Rusia entonces mucho más irrelevante y que estuvo a punto de hundir al sistema financiero mundial.
Por otro lado, la “congelación” de activos decidida por un gobierno sin sentencia judicial y sin que el acusado haya podido defenderse es un claro atentado contra el Estado de Derecho y contra la propiedad privada y crea un peligroso precedente. La congelación de reservas rusas en el extranjero supone la defunción del sistema financiero internacional basado en la confianza y, entre otros efectos perniciosos, vaciará Occidente de reservas de países de Oriente, particularmente de China, y contribuirá a la pérdida del dólar como moneda de reserva, pues Oriente ha tomado nota de que en Occidente ya no se respetan las reglas ni la propiedad privada. Igualmente graves son las sanciones a personas físicas que no han sido acusadas de ningún delito, aunque se trate de oligarcas ciertamente siniestros. Que un gobierno pueda impedir arbitrariamente que un ciudadano disponga de sus bienes por pertenecer a una determinada nacionalidad o por sus relaciones de amistad resulta inadmisible. Este abuso de acciones ejecutivas sin amparo judicial supone una muestra más del nuevo totalitarismo que se está imponiendo en Occidente sin que nadie proteste.
El suicidio de Europa
Pero la gran perdedora será Europa, que comprenderá demasiado tarde que no puede obedecer a EEUU con fidelidad perruna cuando sus intereses divergen. China e India tienen mucha densidad de población y pocos recursos y Rusia tiene poca densidad de población y muchos recursos, por lo que su acuerdo sería muy natural. Así, en un mundo de recursos escasos que a Europa no le sobran, lo que estamos logrando es arrojar a la principal reserva de recursos naturales de Eurasia, que estaba deseando comerciar con nosotros, en brazos de Oriente. A EEUU le da igual, pero para nosotros es un auténtico suicidio. ¿Tan difícil es comprender que el deber del gobierno alemán era defender los intereses del pueblo alemán, que evidentemente pasaban por obtener gas ruso barato a través del gaseoducto y no adoptar una actitud agresiva con un importante socio comercial con el que no tenía conflicto alguno? El extraño giro de 180 grados por el que Alemania pasó de echar a Rusia de Eurovisión a anunciar que enviaría misiles para matar soldados rusos ha supuesto el suicidio económico de Alemania, su tercera derrota a manos de EEUU y la triste constatación de que, a pesar de las apariencias, sigue siendo un país ocupado. De igual modo, el deber del gobierno de España era defender los intereses de los españoles, pero también ha decidido sacrificarnos para suicidarnos con Alemania y defender los intereses norteamericanos, con Ucrania y con el Sahara.
La insensata escalada de Occidente puede provocar una crisis económica, financiera y humanitaria de imprevisibles consecuencias. Nos conducen al abismo, una vez más.
Fuente: AME