sábado, noviembre 16, 2024
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Nelson Chitty La Roche: Caminos de liberación

“Más vale ser vencido diciendo la verdad que triunfar por la mentira”. Gandhi.
A veces nos falta modestia y humildad y nos percatamos cuando confrontamos la realidad. Escribí la semana pasada sobre una hoja de ruta para recuperar la soberanía hoy comprometida y me atreveré a ofrecer algunas consideraciones, aunque no pretenderé, cual magister dixit, pontificar, pero, encararé desde mi perspectiva la incertidumbre.
Comienzo admitiendo que no se ve nada distinto a lo que hoy tenemos al otear el horizonte en nuestra Venezuela con paisajes distópicos. Se percibe al oficialismo con el control de la sociedad política y sin otro contrapeso que la fuerza de la evidencia del fracaso que, por cierto, algunos irresponsables se atreven a discutir. Decir que Venezuela se arregló o que las cosas han mejorado, es una penosa conclusión que no resiste la seriedad de un análisis científico.
Por solo citar un dato, de muchísimos disponibles, el salario mínimo en nuestro país alcanza los 29 dólares mensuales, siendo, de lejos, el más bajo de la región. Para hacer una sencilla comparación, advirtamos que el de Haití es de 69 y el de Ecuador 426, según números publicados recientemente.
Si eso vale el trabajo de los coterráneos, también estamos por debajo del umbral de 1 dólar diario tenido como referente en los países africanos para reconocer el límite de la supervivencia o pobreza extrema. Somos más pobres que todos por aquí y competimos por ese triste registro con el resto del cosmos. ¡Que nadie venga a decir que estamos mejorando porque, innegablemente, seguimos en el fondo!
Empero, ciertamente hay una minoría que se exhibe opulenta y hasta frívola, consumiendo mejor que la inmensa mayoría que deambula vulnerable, frágil, precaria, entre carencias materiales y falencias de todos los servicios públicos. Lo peor es sin embargo que, sin un cambio verdadero y no de nombres ni de oligarquías, el asunto no podrá ser diferente.
No solo somos un pueblo depauperado sino, además, víctimas de desigualdades irritantes, ominosas, insolentes. De ser un país que por décadas construyó, con ayuda del petróleo y del rentismo, un sistema de movilidad social que nos distinguió ante el mundo todo, actualmente constituimos, por el contrario, una sociedad descompuesta, plagada de obscenas diferencias y a la vista de cada cual.
Eso que describo brevemente y muy por encima es lo que hay materialmente hoy y fue irrefragablemente lo que trajo consigo esa dinámica de la revolución bonita, en apenas algo más que dos décadas, y la pérdida del arraigo que lanzó a muchos a la aventura migratoria y a otros los ha secado, desespiritualizado, desciudadanizados o deshumanizados.
Paralelamente, la experiencia del chavomadurismo, ideologismo, populismo, militarismo, despotismo, despojó de sus fortalezas a la conquista republicana y democrática, corrompió las instituciones, malogró el esquema federal que progresó bastante en la estación de vivencia democrática y abatió la educación en todos los niveles. Se terminó el mérito y el saber cómo parámetros de guía y, nos hundimos en la mediocridad arbitraria.
Finalmente, este cataclismo histórico nos privó del liderazgo social y político y contaminó las organizaciones partidistas y aquellas que representaban a la sociedad civil las enervó, pasmó, abortó.
La experiencia chavomadurista, cual tumor canceroso, ha hecho metástasis en el cuerpo vivo de la nación que además está dividida, desesperanzada, agotada, íngrima y sola y acoto, desprestigiada en todos los órdenes endógenos y exógenos.
Fuente: El Nacional

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