El jueves pasado fue abatido en una zona agreste del municipio Bolívar, Departamento de Santander, Colombia, Juan Lárnison Castro Estopiñán.
Ya la madrugada del 18 de marzo de este mismo año, “Matamba”, como mejor se conocía a Castro Estopiñán, se había fugado de manera aparatosa de la penitenciaría de “La Picota” ubicada en el extrarradio de Bogotá, Colombia.
Después de abrir “milagrosamente” las puertas de su celda, el factotum del “Cártel del Golfo”, ataviado como funcionario del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), burló todos los controles de seguridad del penal, se subió al vehículo que lo esperaba en uno de los patios interiores del establecimiento y desapareció como por arte del diablo.
Cuando al enfrentarse a sus perseguidores, el temible narcoguerrillero resultó muerto, iba rumbo a Venezuela para ponerse a salvo. Presumió, de manera errada, que en esos días las autoridades que lo rastreaban, bajarían la guardia, por hallarse concentradas en preservar la seguridad de las elecciones presidenciales celebradas, en Colombia, el domingo antepasado.
La equivocación le costó la vida. Una reunión de última hora, con alias “Gonzalito”, cuarto en la jerarquía del referido, “Clan del Golfo”, se filtró y la inteligencia de la Policía Nacional con la cooperación de la DEA, dio con su paradero. Allí terminó la carrera criminal, de quien en los últimos 25 años se constituyó en uno de los peores dolores de cabeza de las fuerzas del orden de su país.
Venezuela ha sido convertida en santuario del narcoterrorismo internacional. Si algún cártel de Colombia necesita rutas seguras para exportar toneladas de cocaína a EEUU, Europa, las Antillas, al África, a la Cochinchina; si algún capo de cualquier banda mexicana, teme por su captura (recordemos que “El Chapo”, relató que pasó, de incógnito, varios meses en Margarita); si cualquier “perro de la guerra”, ruso o iraní, quiere trasegar su mercadería de sangre a los narcoclanes brasileños, lo primero que les viene a la cabeza es asociarse, «miti-miti» con los desgobernantes de Venezuela para su disfrutar de protección y logística.
Días atrás, apenas, de la baja de “Matamba”, su camarada o compinche, alto mando, también, del referido “Cártel del Golfo”, Miguel Botalle Santillana, (a) “Gentil Duarte” fue asesinado en Casigua-El Cubo, municipio Jesús María Semprún, estado Zulia, Venezuela, a escasos kilómetros de la frontera con el país hermano.
Poco antes de concluir las supuestas conversaciones de paz, celebradas en la Cuba del proxeneta de Fidel Castro, entre el gobierno colombiano y las FARC, “Gentil Duarte” se desmarcó de esta última, para dedicarse de lleno, de manera abierta y definitiva, al tráfico de drogas.
Antes de ser enviado al otro mundo -¿por algún desprendimiento del ELN, que opera con la ciencia y complacencia de la Fuerza Armada de Venezuela, en la zona del sur del Lago de Maracaibo? ¿Por las disidencias de las FARC, “Bloque Jorge Briceño Suárez” de inocultables nexos con el régimen que preside Maduro?- “Gentil Duarte” estuvo a punto de ser capturado por las autoridades de su país, en la región austral de San Vicente del Caguán. Logró huir, malherido y a duras penas, dejando tras de sí, su laptop personal -¡Ah, esas benditas computadoras!
En el portátil se hallaron varios correos electrónicos. “Gentil Duarte” ofrecía a la “RoboLución Bolivariana” siete mil hombres del “Cártel del Golfo” pero exigía a su pretendida empleadora, fusiles, ametralladoras, sistemas antitanques, visores nocturnos, dirigibles tierra-aire portátiles o de infantería. Así será la vox populi, que circula entre el hampa internacional, que el narcoguerrillero referido en último término pedía, que su “paquete” de beneficios incluyese un par de yacimientos en el Arco Minero y la explotación de petróleo venezolano.
Mientras todo lo anterior ocurría, “Otoniel”, nombre de batalla de Dairo Antonio Úsuga, máximo capo di tutti di capi, del varias veces, aludido “Cartel del Golfo” enfrentaba y sigue enfrentando en una Corte de Manhattan, cargos criminales que podrían representarle de 30 años de prisión a cadena perpetua. Entre la variada gama de crímenes aberrantes que se le atribuyen a quien equiparan con Pablo Escobar en sus mejores tiempos, figura el de haber negociado con, el “Cártel de Sinaloa”, varias toneladas de cocaína a cambio de armas, que habrían ingresado de manera ilegal, a territorio colombiano, a través de Venezuela.
Queda demostrado con todo lo anterior -si es que hacía demostración. adicional- que narcocriminal muy peligroso, depravado, degenerado, de este y de aquel lado «del Arauca vibrador», no se saca de su escondrijo con diálogos, en Cuba, Dominicana, Trinidad, Barbados, ni en México, ni en ninguna parte. Ni con sanciones económicas. Ni con elecciones, limpias o sucias.
¿Cómo cae, se depone, se revoca, jubila, se manda de paseo, a narcocriminal muy peligroso, depravado, degenerado? Tiene la palabra el lector.
Fuente: Diario Las Américas