La Universidad de Johns Hopkins en Baltimore, Estados Unidos, es sede de uno de los centros médicos y de salud más prestigiosos del mundo. Este año ha publicado los resultados de su evaluación de la salud en Venezuela, los cuales evidencian la perentoria necesidad de intervenir humanitariamente el régimen político que literalmente está asesinando a miles de venezolanos a través de su ineficiencia, corrupción y negligencia, reporta el Centro Humanitario de Venezuela. Ver informe aquí
La descripción que hacen los investigadores de Johns Hopkins revela la existencia de un país en la más angustiosa ruina en lo relacionado con la salud de su población y describe con cifras cómo la enfermedad y la muerte se han hecho prevalentes en un país que antes de la llegada de los bárbaros poseía índices de salud comparables a los mejores de la región.
Los venezolanos que viven bajo la revolución chavista han perdido cuatro años de expectativa de vida al compararlos con los venezolanos de 1999, cuya expectativa de vida era de aproximadamente 72 años. En el chavismo, el venezolano vive 68,3 años en promedio, cuando en el resto de la región el promedio es de 72,5 años. Mientras las tasas mundiales de mortalidad infantil han declinado, en Venezuela han subido durante los últimos 20 años, incrementándose en 63% en los últimos 6 años, estimándose en 25,2 por 1.000, con 80% de esas muertes en niños menores de 5 años. Una tercera parte de esas muertes ocurre por diarreas y neumonías, enfermedades directamente relacionadas con las condiciones de vida de los venezolanos. Las variables tasas de mortalidad de estado a estado, 22,6 por 1.000 en la capital, 30 en el Zulia, 40 en Delta Amacuro, es un reflejo del abandono de la provincia por parte del régimen chavista.
Los niños mueren y las madres también. Mientras la mortalidad materna ha bajado en 38% a nivel mundial durante los años 2008-2017, en Venezuela se ha incrementado en 5%. Hoy día esa tasa de mortalidad materna es el doble del promedio para la región, 125 por 100.000 nacimientos vs 74 por 100.000 nacimientos para la región. Las madres venezolanas que pueden hacerlo se escapan a tener sus hijos en los países limítrofes.
Venezuela tiene hoy una de las tasas más altas de la región de embarazos de adolescentes, 85 nacimientos por 1.000 mujeres de edades entre 15 y 19 años. Un síntoma de la descomposición social prevalente.
El sarampión se ha incrementado debido a la ausencia de programas de vacunación. La malaria se incrementó en 893% de 2007 a 2017, lo contrario de lo que sucede a nivel regional. Más de la mitad de todos los casos de malaria existentes en la región latinoamericana están en Venezuela.
La incidencia de tuberculosis dobló en porcentaje de 2014 a 2018, influida por la falta de prevención, problemas de suministro de agua y carencia de medicamentos, mientras los bodegones para las élites revolucionarias están llenos de whisky y jamones.
El gasto en salud del régimen chavista representa 1,7 % del PIB (2018), mientras que el promedio de la región es de 4,1% del PIB. Lo peor de esta discrepancia es que 52% de este gasto es desembolso directo (subsidios), no está relacionado con programas de salud de naturaleza permanente sino con caerle a realazos a los problemas a medida que se presentan.
Cerca de 70% de los hospitales carece de suministro confiable de agua o electricidad. En 2020 se encontraban inoperables 53% de las camas de hospitalización. La escasez de suministros médicos hace que los pacientes deban suministrar sus propios materiales, como si el país estuviese en guerra. En 2021 se estimó que alrededor de 20 millones de venezolanos carecía de acceso a servicios de salud.
¿Cuáles son las aflicciones más frecuentes de los venezolanos bajo la revolución? Aquellas que se relacionan con el colapso de los servicios públicos más básicos: parásitos, infecciones, neumonías, desnutrición. 90% de la población vive en la pobreza y se estima que 32% de los niños presenta desnutrición crónica, la cual retrasa su desarrollo. La revolución está creando una sociedad de bajos niveles de crecimiento intelectual que amenaza con mantener a Venezuela en los peldaños más bajos del desarrollo humano y social.
Desde 2017 no hay información oficial sobre salud en Venezuela.
El genocidio, el exterminio progresivo de una etnia, de una clase religiosa, de una población puede llevarse a cabo de diversas maneras, no solamente asesinándola con armas como sucedió en la Bosnia de 1995. Está sucediendo en Venezuela bajo la misma esencial indiferencia con la cual las organizaciones mundiales encargadas de proteger al indefenso actuaron en aquel infortunado pequeño país europeo (leer el libro de Diego Arria: Guerra y terrorismo en el corazón de Europa). En Venezuela no hay una guerra declarada, pero sí existe un proceso genocida que amenaza con borrar al país del mapa de las naciones que poseen niveles mínimos de factibilidad. Mientras esto ocurre, una porción de las “fuerzas vivas” del país ha pasado a ser cómplice de este inmenso asesinato, al colaborar activamente con el régimen y pedir la flexibilización de las presiones orientadas a obligar al régimen a cumplir con sus deberes con la población venezolana y detener el genocidio.