Es sorprendente lo parecido que resulta el “verdadero” socialismo cada vez que se intenta.
En Rebelión en la Granja de George Orwell —esencialmente la historia de la Revolución Bolchevique en Rusia contada a través de los animales de la granja— hay un momento increíble en el que los animales, que sufren bajo el sistema de comunismo que han creado, llegan a la horrible comprensión de que todo ha salido mal.
En una lujosa cena con los humanos, los líderes de los animales, los cerdos -que les prometieron una vida de abundancia y perfecta igualdad- se transforman en los tiranos que los animales creían haber derrocado.
«Las criaturas de fuera iban del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, y del cerdo al hombre de nuevo; pero ya era imposible saber cuál era cuál», escribió Orwell.
Es un cuento perfecto sobre el poder absoluto y la corrupción, la etapa final del comunismo.
Todos los animales eran iguales, pero algunos eran más iguales que otros.
La hipocresía rampante del socialismo
Y así es en Venezuela, donde un régimen socialista que una vez fue alabado por el New York Times como exitoso y sostenible se tambalea al borde del colapso mientras sus líderes cenan en restaurantes finos.
Hace algún tiempo salió a la luz un video en el que se ve al presidente venezolano Nicolás Maduro, quien fuera elegido democráticamente pero que ahora se aferra al poder mediante la fuerza bruta y unas elecciones fraudulentas, comiendo en uno de los restaurantes más caros del mundo.
En el video, el célebre chef Nusret Gokce, conocido como Salt Bae, cortándole la carne a Maduro y su esposa de una manera estilizada mientras cenan en el restaurante turco de Salt Bae con fama mundial, Nusr-Et.