Gustavo Petro, no tan sorpresivamente, ganó este domingo 19 de junio las elecciones presidenciales en Colombia, y con ello, se viene una serie de desastres para este país que por tanto tiempo supo ser democrático ante la vorágine de las izquierdas en toda Hispanoamérica.
Ganaron el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, dos de las principales organizaciones que se encargan de demoler a las instituciones democráticas en el continente, cuya agenda es simplemente imponer regímenes de socialismo blando, progresistas, que impulsan una agenda muy específica y bien conocida, para que el Estado controle perfectamente a los ciudadanos y asfixie sistemáticamente sus derechos humanos.
El primer paso para la imposición del socialismo blando es, como hemos escrito en no pocos artículos, ganar las elecciones de forma legítima. Los líderes del socialismo blando –este rostro gubernamental expresión del marxismo posmoderno- llegan al poder la primera vez a través de las urnas, no de las armas.
A diferencia del marxismo clásico, que planteaba tomar el poder mediante una revolución sangrienta, los socialistas blandos llegan de forma democrática, legal, pero una vez instalados, todos operan reformas para irse perpetuando en EL trono. Así pasó con Hugo Chávez y Nicolás Maduro, con Evo Morales, con Rafael Correa, con Daniel Ortega, y sin duda lo veremos ahora con Gustavo Petro.
Su prioridad es aprovechar su ola, su “boom” popular, para modificar la Constitución y las leyes electorales, y poder alargar su estancia en el poder, e incluso perpetuarse.
Petro podrá buscar ajustar las leyes necesarias, comprado las lealtades suficientes, amagado o pagado a la oposición para poder establecer nuevamente la reelección, eliminada durante el segundo mandato de Juan Manuel Santos.
Y hará esto con el más extenso apoyo internacional: Pedro Sánchez, recordemos, es su padrino y en España es que Petro inició su campaña a la presidencia, en la sede del PSOE.
El papa Francisco, que tuvo a bien recibir a Petro incluso cuando éste ya era candidato presidencial, generándole una ventaja, hoy ha de estar contento y celebrando.
Alberto Fernández, líder de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), pro tempore, lo respalda, igual que Lula da Silva, quien se frota las manos para buscar regresar una vez más a la presidencia de Brasil en octubre, pese a haber estado preso 19 meses por corrupto.