La política del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, sobre Venezuela luce estar quedando cada vez más clara. Pasados los días en los que desde Washington (durante la era Trump) se intentó arrinconar a la dictadura de Nicolás Maduro a través de sanciones, presión internacional y el apalancamiento del “gobierno” alternativo encarnado en Juan Guaidó, los demócratas, hoy en el poder, han optado por un enfoque en el que la negociación abierta y pública con el chavismo es la ruta que se asoma en el porvenir.
A comienzos de semana el propio Maduro anunció que una delegación de autoridades estadounidenses llegó a Caracas para reunirse con el actual presidente de la Asamblea Nacional manejada por el chavismo, Jorge Rodríguez:
“Jorge Rodríguez a esta hora está recibiendo a una delegación de Estados Unidos que ha llegado hace dos horas y está trabajando para darle continuidad a las comunicaciones iniciadas el 5 de marzo, así como a la agenda bilateral entre el gobierno de Estados Unidos y el gobierno de Venezuela», dijo el tirano venezolano en medio de un acto público.
Lo más llamativo de la representación de EEUU que visitó la capital del país es que dentro de ella está el embajador estadounidense para Venezuela, James “Jimmy” Story, un funcionario que a pesar de que fue confirmado para desempeñar tal función en noviembre de 2020, no había podido pisar territorio venezolano desde entonces. Actualmente la embajada de EEUU en Caracas permanece prácticamente inactiva, siendo que el régimen chavista rompió relaciones diplomáticas con el país norteamericano en enero de 2019, en medio de los sucesos que catapultaron a Guaidó en la constitución del llamado “gobierno interino” que desafiaba la legitimidad en el poder de Maduro.
En su llegada a Caracas Story incluso tuvo tiempo y espacio para reunirse con el propio Guaidó. La versión oficial indica que el encuentro habría abordado la necesidad de que el sector de la oposición que comanda el llamado “presidente interino” retome el proceso de negociación que actualmente intentan sectores de la Plataforma Unitaria (que agrupa a la mayoría de la oposición socialdemócrata venezolana) con representantes del chavismo.
Estas negociaciones han tenido como escenario al México gobernado por Andrés Manuel López Obrador y fueron dinamitadas por el propio chavismo a finales del año pasado, cuando se puso como exigencia para continuarlas la integración del testaferro de origen colombiano Álex Saab a las mismas. Saab actualmente está siendo procesado por la justicia de los EEUU al ser acusado de estar vinculado a distintas tramas de blanqueo de capitales que le han permitido al régimen venezolano burlar parcialmente las sanciones impuestas por la comunidad internacional.
Ya la semana pasada se había hecho de conocimiento público el hecho de que representantes de la Plataforma Unitaria y del chavismo viajaron a Noruega para participar en el “Foro de Oslo”, un evento que este 2022 abogaba por construir “espacios para el diálogo en un mundo polarizado”. El reino de Noruega ha sido otro de los actores que desde hace un tiempo han apalancado la tesis de un entendimiento a través del diálogo entre chavismo y antichavismo. En 2019, 2020 y 2021 ambos sectores aceptaron concurrir a un escenario de negociaciones en locaciones como la propia Noruega o la Isla de Barbados, sin ningún tipo de resultado ni avances sustantivos.
En cuanto a EEUU, desde hace meses es evidente que Biden ha adoptado un enfoque de menos confrontación con Maduro que el que hasta ahora se había sostenido desde norteamérica. De hecho, desde finales del año pasado se sabe que varios emisarios de la Administración demócrata han visitado Caracas para intentar establecer un canal de comunicación con el líder del chavismo.
Probablemente mientras para Maduro es fundamental obtener reconocimiento político -lo cual le otorgaría una suerte de legitimidad no ganada en las urnas- ante el mundo y quitar de en medio ciertos impedimentos financieros vinculados a las sanciones económicas, para EEUU es capital resolver la perspectiva futura de compañías privadas del sector energético que aún tienen inversión en Venezuela (como Chevron), así como lograr la liberación de ciudadanos de nacionalidad estadounidense que hoy por hoy son presos políticos del régimen de Maduro. Eso, entre un mar de cosas pendientes.
Por ejemplo, la semana pasada se conoció que Matthew Heath, un norteamericano que fue acusado de urdir una conspiración para derrocar a Maduro en septiembre de 2020 y que está preso desde entonces, intentó quitarse la vida en la cárcel, donde ha sido sometido a toda suerte de tratos inhumanos y degradantes.
A comienzos de este mes el director de Asuntos Hemisféricos del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Juan González, ya había dejado entrever que el Gobierno encabezado por Biden estaba “totalmente dispuesto” a sopesar el levantamiento de sanciones a la tiranía socialista venezolana, a cambio de que sus representantes accediesen a retomar el diálogo con un sector de la oposición.
Lamentablemente el horizonte se asoma oscuro, en medio de un contexto en donde echando mano de un supuesto pragmatismo parece evidente que en los EEUU han desistido de la idea de emplear estrategias que acorralen a Maduro y que busquen ponerle término inmediato a su mandato; eso para pasar más bien a una etapa en la que, asumiendo que el líder del régimen chavista estará en el poder al menos hasta 2024, lo que corresponde es generar un marco de convivencia “civilizada” con él.