sábado, noviembre 16, 2024
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Cuba: multiplicar la miseria y reírse de ella

Un artículo de Jorge Enrique Rodríguez para DIARIO DE CUBA relata la miseria y el desgobierno en que está sumioda la isla. Reproducimos el texto:
Para Ovidio Contreras, el señalamiento de su esposa («Esa es la silla plegable que tenemos que comprar para las colas») fue como un jarro de agua fría mientras aguardaban su turno, el 178 de 300, para comprar los cigarros y los dos paquetes de picadillo en la tienda que le asignaron, junto a otros núcleos familiares, en su barriada.
La legitimación y perpetuidad de la escasez y de la miseria es «la verdadera conquista de la revolución», coincide Contreras, ex profesor de secundaria, aterrorizado con la imagen de que «el porvenir de un cubano trabajador se resuma a comprar una silla plegable para las colas».
«Desde que reactivaron el experimento de la municipalización de las compras, continuamos haciendo las mismas colas durante horas y días. Nada ha cambiado al respecto, salvo que ahora demoran más los ciclos de abastecer a las tiendas. Es bien triste recorrer La Habana y contemplar la imagen de centenares de cubanos sentados en banquitos, taburetes, sillas plegables, en cartones sobre los contenes, bajo sombrillas o paraguas, delante de las tiendas durante horas y bajo las inclemencias del tiempo. Que la motivación, para quienes trabajamos toda la vida, sea comprarnos una silla plegable para aliviar la incertidumbre de no saber si has hecho esa cola en vano, es criminal», añade Contreras, coincidiendo también en que la implementación de estas medidas se están aplicando en vistas al primer aniversario del levantamiento popular del 11J.
El pasado 21 de abril entró en vigor la imposición, por parte del Gobierno habanero, de «municipalizar la compra en las cadenas de tiendas Caribe y CIMEX». Una normativa que restringe a los habaneros a comprar, únicamente, en los establecimientos de sus respectivos municipios de residencia.
Según los argumentos de las autoridades en la provincia, la restricción responde a «la situación existente con la disponibilidad de productos y con el objetivo de hacer más viable la venta, lograr mayor equidad y disminuir la aglomeración de personas en los establecimientos».
Los artículos serán «controlados y regulados, por cuya razón se anotarán en la libreta de abastecimiento los controlados, además de aplicarse el sistema de escaneo del carné de identidad». La medida también incluye en»aquellos municipios donde las condiciones lo permitan», la vinculación de núcleos familiares a determinadas tiendas y puntos de venta.
Cuba sin azúcar
Durante años Georgina Cáceres ha vendido cremitas de maní y durofríos, para deleite de los niños de su barriada y para «apuntalar» su exigua pensión laboral —poco más de 2.000 pesos mensuales— como retribución a más de 25 años de trabajo ininterrumpidos.
«No hay azúcar en ninguna parte, y ya no tengo salud para zancajear La Habana, muchísimo menos con la situación del transporte, otro de los servicios públicos que la revolución lleva años intentando solucionar. Los niños me preguntan a gritos por las cremitas y los durofríos, porque son las golosinas de los más humildes, a los que sus padres no pueden comprarles las confituras que solo se pueden adquirir con la moneda del enemigo. ¿Cómo le explicas a un niño que Cuba tiene centrales azucareros pero no azúcar? ¿Cómo le explicas que si compras el azúcar a 80 o 100 pesos la libra tendría que pagar las cremitas y los durofríos a diez o 15 pesos cada uno? ¿Cómo le explicas a tus nietos que no puedes hacerle un rico jugo de mango porque hay que priorizar el café con leche del desayuno? ¿Cómo le explicas a Díaz-Canel que la limonada no puede ser la base de todo si falta el azúcar?», fustiga Cáceres, que lleva más de dos meses sin ganarse la otra parte de su sustento mensual porque no puede costearse los precios del azúcar en el mercado informal.
La cosecha azucarera 2021-2022, ciclo que culminó el pasado 20 de mayo, apenas cumplimentó el 66% de su plan. Según las cifras oficialistas, de 35 centrales que molieron 32 incumplieron sus planificaciones. De un plan de 911.000 toneladas solo se produjeron 460.000, apenas la mitad de la producida en la cosecha anterior, y los cubanos consumen, anualmente, alrededor de 600.000 toneladas de azúcar.
Mientras las autoridades del régimen desfilan en espacios televisivos, acicalando el desastre económico y financiero que azota a la Isla, recitando informes con la misma retórica triunfalista y entusiasta que ya ni siquiera funciona para disimular los incumplimientos de los planes, los cubanos pagan con creces el desatino de un régimen anquilosado en la ideología, atrincherado tras el embargo de EEUU, y aferrado a la represión violenta, policial y militar, contra un pueblo que usa como rehén ante la opinión pública internacional.
La peor parte de este panorama recae sobre aquellos dos tercios de la población cubana —más de siete millones y medio— que no recibe remesas del extranjero, ni tiene acceso a la compra de divisas extranjeras que se canjean, solamente, a través del mercado cambiario informal donde los precios de las más competitivas —euros y dólares estadounidenses— superan los cien pesos.
«Ni siquiera los mandados (canasta básica) por la libreta (de racionamiento) están llegando completos; entre ellos el arroz, el azúcar y el pollo. Como ya no tienen justificaciones decentes, ni siquiera la matraquilla del bloqueo funciona como razón creíble, decidieron culpar a las últimas lluvias por el retraso en la entrega del pollo», relata Vilma, ex trabajadora civil de las FAR y vecina del consejo popular Plaza.
Para los militares sí que hay pollo
«El retraso en la distribución del pollo normado en La Habana data de varios meses, así que esos argumentos son totalmente falsos. Justo el día en que Granma publicó las justificaciones respecto a este retraso, en la unidad militar que alberga a los militares que custodian la sede del Ministerio de las Fuerzas Armadas, descargaron una rastra llena de pollo. Minutos más tarde decenas y decenas de oficiales militares, siempre en sus carros y motos, entraban y salían con paquetes grandes de pollo. Todo muy oculto y justo frente a nosotros», añade Vilma.
Tanto ella como los vecinos de la calle Ermita entre San Pedro y San Pablo no quisieron tomar fotos o videos por temor a represalias, y a la prohibición de que ambas cosas no pueden realizarse a entidades militares.
«No es primera vez que sucede, pues allí también se almacenan y despachan las jabas de estímulo que con frecuencia les otorgan a los militares que tienen salarios que triplican el salario promedio. Pero en esta ocasión resultó indignante y vergonzoso que lo hicieran en una situación como la actual, mientras en la televisión nos dan la mala y culpan a los aguaceros», apostilla Vilma.
En febrero, el régimen cubano habría llegado al record histórico en las importaciones de pollo desde EEUU, al superar la compra de más de 300.000 toneladas. En los últimos 20 años Cuba ha importado desde este país, unas 2.78 millones de toneladas de pollo por un valor acumulado de 2.368 millones de dólares. Sin embargo, en abril la importación de este alimento descendió casi un 30%.
«Quieren que nos acostumbremos a la miseria; que hacer colas durante días sea una especie de ‘reafirmación revolucionaria’; que elegir entre bañarse y comer, o entre endulzar el café o el jugo, se conviertan en maneras de luchar contra el imperialismo; que pasemos la mayor cantidad de tiempo posible entre colas o pensando en las colas», ataja Arturo Orellana, vecino de Boyeros, quien cuestionó además las proyecciones económicas del régimen para el próximo año.
Durante la última reunión del Consejo de Ministros se presentaron las indicaciones para iniciar el proceso de elaboración del plan de la economía y el presupuesto del Estado para el 2023. Durante su intervención, Miguel Díaz-Canel enfatizó en que se avecina una crisis global alimentaria anunciada por la FAO, y vaticinó que «habrá escasez de alimentos, van a subir desorbitadamente los precios de los alimentos y la mayoría de los gobiernos y los estados no van a tener dinero para comprar los alimentos que necesita su población, y tampoco la población tendrá suficientes ingresos para adquirirlos».
Una situación «que describe con exactitud la realidad que estamos atravesando los cubanos de a pie; esa misma crisis llevamos décadas sosteniéndola sobre nuestras espaldas», puntualiza Orellana, y recuerda que en la Isla «hay escasez y racionamiento de todo: desde cigarros hasta agua».
«Que la respuesta a la escasez de alimentos básicos sea un programa de nombre tan ambiguo como ‘Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional’ y que recientemente convirtieron en ley, es un indicio fehaciente de que el Gobierno cubano es una estafa al sentido común. Una agresión disfrazada de promesas que nos obliga a participar de una apología a la miseria, a la ausencia total de la calidad de vida, mientras los funcionarios y dirigentes padecen de obesidad crónica», concluye.

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