sábado, noviembre 16, 2024
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La economía estalla en Argentina ante la ineptitud del Gobierno kirchnerista

La renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía fue la gota que rebalsó el dique. El ministro aprovechó el momento en el que Cristina Kirchner daba uno de sus encendidos y delirantes discursos para asestar el golpe a sus otrora mentores: el presidente y la vicepresidente argentinos. Este binomio tóxico que parece no querer entender que la economía argentina está estallada.
El poder kirchnerista no puede ni quiere aceptar el diagnóstico, prefiere enfrascarse en tirones internos y pensar que si cambian de nombres el fuego no va a quemar ni el agua a mojar. El aceleramiento de la inflación ya es pasmoso, se derrumba la cotización de los activos financieros pero también se derrumban las opciones políticas y para adentro del kirchnerismo se derrumban todas las relaciones.
La nueva ministra, Silvina Batakis, asumió rodeada de escándalos. En paralelo a su jura se «filtraron» sus supuestos chats con insultos a Alberto Fernández y a sus bajas pasiones, un tsunami de chismes impúdicos rodean al presidente argentino en estas horas. Las supuestas antiguas declaraciones de Batakis son incendiarias respecto de su ignorancia en temas económicos, pero también lo son respecto de la intimidad del presidente. La nueva ministra no parece una gran adquisición medianamente confiable para contener a los tenedores de títulos públicos que se deshacen de ellos a como dé lugar. Ya absolutamente nadie se atreve a financiar al Tesoro argentino, o sea, cuando Batakis quiera renovar la deuda vencida le va a resultar imposible.
La escasa actividad productiva que queda en pie depende de insumos importados, pero casi no hay dólares, nada tiene precio, la emisión está descontrolada y la devaluación inminente hace que se paralice toda la cadena productiva. El que posee divisas, bienes o stock lo guarda por miedo a no poder reponer nada en el futuro. La economía se está deteniendo velozmente.
En el plano de la gobernabilidad, el kirchnerismo puede, o pudo, hacer las peores barbaridades porque le respondía el ejército de piketeros comandado por los movimientos sociales que fueron equiparando y luego reemplazando al poder sindical. Los movimientos sociales gerencian a los que no trabajan y cobran planes, hordas de esclavos. Pero en estas horas la disputa es por el manejo de la caja de la ayuda social. La crisis y la necesidad de preservar sus huestes en la ̈Provincia de Buenos Aires hicieron que Cristina tomara partido por los señores feudales de esa localidad contra los líderes piketeros, quitándoles a estos últimos el manejo millonario de dinero destinado a pagar planes sociales. Cristina insiste en extirpar a los Movimientos Sociales del Gobierno y quitarle a Alberto su único sostén, por eso abrió otro frente de guerra: la vicepresidente acaba de desatar el apocalipsis zombi.
Batakis, por otro lado, en las escasas horas que lleva en el poder se comprometió a continuar con el programa acordado con el Fondo Monetario, cosa que Martín Guzmán demostró que es imposible si no se cambian los subsidios a la energía y al transporte, cosa que Cristina no quiere hacer. En paralelo Kristalina Georgieva dijo que “las acciones dolorosas a veces son necesarias” hablando de reducir subsidios y recortar las transferencias discrecionales a las provincias y a las empresas del Estado. Respecto de estas últimas se acaban de publicar escandalosos informes que señalan que las pérdidas operativas de las más de 30 «empresas estatales» equivalen al 23 por ciento del déficit fiscal primario. En lo que va del año 2022 estas instituciones acumularon un déficit operativo equivalente a 4.200 millones de dólares. 
Pero qué pasa: las empresas del Estado son el vivero VIP de los acomodados del Gobierno, tienen casi 100.000 empleados y pierden 11 millones de dólares por día, un déficit insalvable. Las empresas públicas son manejadas por las personas más leales a Cristina Kirchner, así que los deseos de la jefa del FMI chocan con los deseos de la vicepresidente. El Estado nacional registra 3,3 millones de empleados. De ellos, casi 100 mil están en las empresas públicas, y a esto además hay que agregar los empleados públicos de la administración de las provincias y municipios. Luego hay que sumar los empleados públicos que figuran como autónomos o monotributistas pero cuyo único cliente es el Estado. Y, a todo esto hay que agregar los millones de piketeros. Todos bebiendo de la misma maquinita impresora. Se entiende la razón por la cual la maquinita de imprimir billetes está prendida 24 x 7 como si no hubiera un mañana.
Alberto Fernández dio instrucciones a Batakis que parecen una carta a Papá Noel: «El pedido concreto es que hay que traer más dólares», y además tranquilizar los mercados. Batakis se comprometió a respaldar los objetivos del programa de la Argentina con el FMI de 44.000 millones de dólares, que Guzmán negoció para reemplazar el préstamo de 2018. Pero luego fue a la tele a apagar el fuego con nafta diciendo que el derecho de los argentinos a viajar colisionaba con los planes económicos del Gobierno y proponiendo planes que sólo atentan contra toda tranquilidad y estabilidad.
También Alberto Fernández solicitó avanzar con el proyecto de ley que brinda privilegios a la deficitaria y prebendaría industria automotriz argentina y, como no podía ser de otra manera, lo logró gracias al apoyo de la oposición macrista que viene demostrando una cobardía política de campeonato.
Ahora Cristina se ha encaprichado con el proyecto de la Renta Básica que es un esperpento impagable, sin racionalidad ni respaldo. Pero se sabe que no es la racionalidad lo que abunda en estos días. El Gobierno está detonado, todos peleados con todos y todos girando bajo el pulgar de Cristina Kirchner que sólo busca correr hacia adelante y que la bomba explote lo más tarde posible, acumulando el capital político de semejante acto de demagogia.
Alberto es ya un espectro, pocos confían en que llegue a completar el mandato. El estallido económico ya es un hecho. Cristina pisará a quien tenga que pisar para mantenerse a flote y lo peor es que existen altas chances de que la oposición avale con su inacción este apocalipsis. No es la primera vez que Argentina enfrenta una megacrisis, pero no ocurrió que estallara con tantas variables en contra: inflación + deuda + carencia de combustible + devaluación + desprecio generalizado por la casta política + casi el 50% de pobres y 10% de indigentes + una crisis económica y energética internacional + la decadencia socialista de toda la región. Casi sin motores que puedan sacarla de la crisis, esta vez el golpe puede dejar sin esperanzas para la mitad de la población. Ese será el legado del cuarto gobierno kirchnerista.

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