Aunquen parezcan las declaraciones de un activista de extrema izquierda, son las del presidente de Estados Unidos, Joe Biden. La misma persona que prometió unir la nación y velar por la estabilidad y la paz de los estadounidenses.
Biden instó este viernes a los electores, sobre a todo las mujeres, a votar masivamente en las próximas elecciones legislativas.
«Por el amor de Dios, hay elecciones en noviembre, ¡voten, voten!», reclamó el Presidente en un duro discurso en la Casa Blanca.
Esta intervención, cuyo pretexto era la firma de un decreto sobre una serie de medidas regulatorias de alcance muy limitado, era sobre todo para Biden un intento de afianzarse ante las insistentes críticas en sus propias filas.
Los asesores del Presidente Biden, con un nivel de desaprobación de casi el 90% de su gestión, buscan algún tema sensible que logre al menos recuperar parte de todo el terreno perdido hasta dentro de su propio Partido Demócrata, cuya mayoría también se opone a las políticas de la Casa Blanca y exigen una estrategia acertada para enfrentar las crisis que ha creado el gobierno de Biden.
El aborto, la bandera ahora de Joe Biden
El aborto, el controversial asunto por décadas, ha pasado a ser la bandera de Biden para revertir sus bajos niveles de popularidad, los peores en la historia de un presidente de EEUU.
A diferencia de décadas anteriores donde primaba un ala moderada demócrata que llevaba las riendas liberales y a favor de un gobierno bipartidista, hoy la tendencia mal llamada progresista (socialista) domina el ala azul del Congreso.
Muchos demócratas extremistas y activistas creen que el Presidente y su gobierno, que parecieron desconcertados el 24 de junio por una decisión predecible de la Corte Suprema contra el derecho al aborto, deberían hacer más o al menos ser políticamente más agresivos.
A ese [reclamo de agresividad] está respondiendo ahora el presidente Biden, criticado desde un principio por ser un «centrista» durante sus más de 40 años de carrera política en el Congreso y como vicepresidente durante el mandato de Barack Obama. Sin embargo, esa línea dura de izquierda que ha adoptado Biden, ha destrozado su imagen política y la sensatez necesaria que exige ser el líder de la principal nación del mundo. Más que beneficiarlo, lo ha puesto contra la pared.
Llegar a cuestionar públicamente la sentencia de la Corte Suprema sobre el aborto deja muy mal parado a un mandatario estadounidense que lejos de unir, ha sembrado desunión entre los estadounidenses y asume una posición antiley, cuando sus pretensiones son rechazadas por la Constitución del país y el sistema judicial.
Biden afirmó este viernes estar convencido de que un «número récord» de mujeres estadounidenses votará en las elecciones de noviembre para renovar el Congreso. «Esta es la forma más rápida» de restaurar el derecho al aborto en todo el país, a través de una ley federal, sostuvo. Pero el aborto no es el único asunto, mucho menos eje central, de preocupación entre la gran mayoría de los estadounidenses, ahogados en deudas y un costo de vida insostenible.
Por su parte, algunos conservadores y republicanos que durante la campaña electoral conquistó Biden se oponen también al Presidente al ver -por un lado- su inactividad y desacierto económico, como ocurrió durante el escalada de la peor crisis inflacionaria en casi 50 años; y por otra parte, su reacción descabellada en la salidad de Afganistán o la errónea política de «Puertas Abiertas» en la frontera sur, que no sólo está desangrando económicamente al país, sino que pone a diario en alto riesgo la seguridad nacional con un incremento en un 60% de la inseguridad ciudadana en los estados fronterizos.
La política de inmigración asumida por Biden le ha dado mayor cabida al crimen organizado y le ha entregado el control de la frontera sur del lado mexicano a decenas de bandas de contrabando humano y narcotraficantes, criminales sin ningún pudor humanitario y menos de compasión con la triste realidad de cientos de miles de migrantes de América Latina y Centroamérica en su intento por entrar a territorio estadounidense.
Después del fallo de la Corte Suprema, siete estados conservadores han [limitado, no eliminado] el acceso a la interrupción del embarazo y es probable que muchos otros sigan sus pasos, lo que no significa que se haya prohibido el aborto en estos estados, sino el término para realizarlo.
La prensa liberal aborda el tema desde una perspectiva absolutista y parcializada, como ya es costumbre, para incentivar las manifestaciones e incrementar el descontento en la nación, que se suma a la gran insatisfacción de la mayoría de los estadounidenses sobre la crítica situación económica actual.
Más del 70%, como promedio en las recientes encuestas, considera que la economía de EEUU va mal y en rumbo equivocado, al tiempo que entre los propios demócratas la cifra también es similar, pero muy diferente a los primeros meses de mandato de Biden cuando contaba con un 51% de aprobación.
Las estadísticas de los sondeos indican el gran declive que ha sufrido el respaldo de Biden, cuando excepto el supuesto desempleo (hay 11,3 millones de puestos disponibles), los demás indicadores económicos del país registran un retroceso considerable.
EEUU posee un déficit fiscal récord de más de 86.000 millones de dólares en junio, el desplome de la confianza de los consumidores y del consumo, el mantenimiento de los altos precios del petróleo y la gasolina; el gasto excesivo del presupuesto federal en la crisis de la frontera; la mayor deuda pública en la historia del país (más de 30 billones de dólares), la escasez de productos y de fuerza laboral en sectores clave como la industria y la aeronáutica; y por supuesto, la inflación de 8,6% en junio, la peor en casi 50 años, y por consiguiente la obligada agresividad de la Reserva Federal en la subida de intereses en busca de una tasa de referencia federal del 3%, cuando en el 2021 era de 0.25%.
Un Biden cada vez más errático en sus actuaciones
En su discurso, Biden arremetió contra una Corte Suprema «fuera de control», que acabó con el derecho constitucional al aborto que tenían todos los estadounidenses desde 1973, y contra las posiciones «extremistas» del Partido Republicano.
Lo anterior, totalmente falso, es lo contrario. La Corte Suprema sólo trasladó el derecho decidir a cada Estado de la nación para que fueran los propios estadounidenses quienes decidieran democráticamente el derecho al aborto y basado en qué condiciones. La Constitución de EEUU no dicta el derecho al aborto, sino el [derecho a la vida].
En ningún momento, el Máximo Tribunal de EEUU, ha eliminado libertades individuales con su sentencia; por el contrario, las puso sobre el contexto democrático y los valores individuales del país mediante la Constitución y el poder de los ciudadanos a elegir e implementar las leyes en cada Estado.
De hecho, el propio Biden se contradice al afirmar que si los republicanos ganan las elecciones y aprueban una ley que prohíba el aborto en todo el país, él la vetará; lo que significa que a nivel federal los magistrados del Supremo no han prohibido absolutamente [nada sobre el derecho al aborto].
«Ahora es el momento (…) de proteger a la nación de un proyecto extremista», que también podría poner en tela de juicio el derecho a la anticoncepción o al matrimonio entre personas del mismo sexo, aseveró Biden.
El demócrata de 79 años también dijo estar profundamente conmovido por el caso, revelado por la prensa, de una niña de 10 años que quedó embarazada tras una violación y se vio obligada a salir de su estado, Ohio, para interrumpir el embarazo.
Con un populismo desmedido, el mandatario habla de extremismo cuando en realidad el extremismo proviene con mayor fuerza desde la ideología de izquierda en el país, transformada en los últimos 20 años en tendencia socialista y anarquía, en defensa de una agenda contraria a los intereses nacionales, libertades civiles y de seguridad de EEUU.
A continuación Biden firmó una orden ejecutiva con una serie de iniciativas para proteger el acceso al aborto, que entre otras, busca «proteger la información sanitaria sensible» y «combatir la vigilancia digital».
Algunos activistas alertan del peligro que entrañan los datos en línea, desde la geolocalización o las aplicaciones para monitorear los ciclos menstruales, que podrían utilizarse para llevar a juicio a las mujeres que hayan abortado. Lo anterior demuestra la paranoia del activismo de extrema izquierda en EEUU
Un presidente aislado hasta dentro de su propio Partido
Al parecer, los asesores del líder de la Casa Blanca desconocen las limitaciones del presidente en funciones contra los dictámenes de la Corte Suprema, la máxima autoridad judicial de la nación.
Ni en las filas demócratas creen que los llamados de Washington, visiblemente de desesperación, surtan algún efecto o impacto en los electores antes de los comicios legislativos de noviembre.
Muchos demócratas temen que este intento de movilización electoral fracase, viniendo de un [Presidente impopular] en un país con una [inflación galopante], que es lo que realmente preocupa a la población.
En las últimas semanas varios miembros del equipo de prensa de la Casa Blanca han renunciado por las exigencias de Biden sobre su imagen y la impopularidad; y por negarse a vender una realidad del país que no existe, según un artículo reciente de The New York Post y otros medios.
Más allá del derecho al aborto, algunos se preguntan si Biden, es la persona ideal para dirigir la nación rectora del planeta y cuestionan su capacidad en medio de una situación política y económica totalmente adversa no sólo para su mandato, sino para el país en general.
No hay más que leer los editoriales de los últimos días, incluso en periódicos progresistas o de centroizquierda: «¿Joe Biden es el presidente equivocado en el momento equivocado?», se preguntó The Washington Post. «¿Es Biden un hombre de su tiempo?» se leía en The Atlantic.
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