La inmensa maquinaria propagandística al servicio del partido hegemónico del régimen del 78, es decir, de la transformación del franquismo –de la ley a la ley, en la actual democracia partitocrática coronada, se ha puesto en marcha para convencer a gran parte del electorado de la conveniencia de indultar al que fuera presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, nacido en Madrid en 1946 en el seno de una familia plenamente integrada en las estructuras del personaje histórico más invocado por los medios de comunicación: Francisco Franco Bahamonde.
Acostumbrados a la puesta en marcha de indultos, los millones de votantes del PSOE aceptan con naturalidad la excepcionalidad de una medida de este jaez
El PSOE, a cuya federalizante y europeísta imagen y semejanza se ha configurado la actual España autonómica, con las debidas renuncias en beneficio de las oligarquías catalana y vasca y el mimo a las restantes, ya ha dictado una sentencia que los habituales sicofantes repiten en las cadenas amigas: Griñán no se enriqueció en el caso de los ERE de Andalucía, razón por la cual debe concedérsele el indulto que le libere de la pesada carga, 6 años en la trena, por haber cometido un delito continuado de prevaricación.
El indulto [a Griñán] vendrá velado por diversas cortinas de humo que harán más digerible el final de un larguísimo proceso
Activadas todas las palancas mediáticas, la grey socialdemócrata ha asumido la sedicente sentencia. Acostumbrados a la puesta en marcha de indultos, singularmente el de los sediciosos catalanistas, los millones de votantes del PSOE aceptan con naturalidad la excepcionalidad de una medida de este jaez. Nada hay de extraño en tan excepcional maniobra. Al cabo, la gracia democrática administrada por el mismo Sánchez que hace unos años negaba rotundamente cualquier posibilidad de recurrir a esta argucia legal, favorece a un partido que se ha caracterizado por un férreo sectarismo. Ajustado a la lógica socialista, el indulto vendrá velado por diversas cortinas de humo que harán más digerible el final de un larguísimo proceso sobre el que se recorta la figura de la juez Alaya, que en su día recibiera ataques personales perfectamente encajables en alguna película de Coppola.
Don Alberto bebe los vientos por soldarse al PNV que desalojó del Congreso de los Diputados a Rajoy y al bolso de Soraya
Más difícil, aparentemente, resulta comprender la actitud de quien, a todas luces, ha sido ungido como heredero del sanchismo por los poderes fácticos españoles, muchos de ellos abiertamente antiespañoles, pero siempre interesados en mantener su patrimonio y su parcelita de poder. Según ha manifestado Alberto Núñez Feijóo, no tiene «ningún interés personal ni político». Unas palabras que podrían sorprender, pero que responden a una lógica ya tradicional en el partido del charrán. Como es sabido, el Partido Popular pasa por ser una suerte de gestor de los despropósitos económicos de un PSOE que cuando llega al poder aprueba leyes autodenominadas progresistas que los populares nunca revierten, aterrados ante la acusación de ser un partido retrógrado. Con el objetivo de llegar a la Moncloa en poco más de un año, el heredero de Fraga, que pretende serlo de Sánchez, ha optado por mantener un perfil bajo, esperando que el desgaste de Sánchez le allane el camino a tan suntuoso palacio madrileño. Así pues, nada mejor que impostar un desprendimiento que si en lo personal podría entenderse, resulta absolutamente inexplicable en el terreno político, máxime si se tiene en cuenta que el mayor reproche de Feijóo es que estas maniobras indultatorias se hacen en ausencia de diálogo.
Nada debe, sin embargo, extrañar en la conducta del alternante. Feijóo conoce perfectamente los resortes que en España conducen al poder. Sabedor de que el PSOE tiene en EHBildu y ERC a sus principales socios y facilitadores de una gobernabilidad disolvente de la nación, don Alberto bebe los vientos por soldarse al PNV que desalojó del Congreso de los Diputados a Rajoy y al bolso de Soraya y a alguna de las sectas catalanistas. España paga.
Fuente: La Gaceta de la Iberosfera
El desinterés del ungido
