domingo, noviembre 17, 2024
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Murió el hombre más solo y más libre

Se desconoce su nombre. Estaba clasificado como sobreviviente único de una etnia que fue masacrada tras varios ataques continuos en la década de los 70. Se supo de él por primera vez hace 26 años en la tierra indígena Tanaru, en el estado de Rondonia cerca de la frontera con Bolivia en la selva Amazónica. El pasado 23 agosto su cuerpo fue encontrado. Murió en su hamaca, se presume que por causas naturales. Estaba cubierto de plumas.

Su edad se calcula en 60 años. Se le clasificó como el hombre más solitario del mundo. Se le bautizó como “el indio del hoyo” por la cantidad de huecos que abría para cazar y para protegerse de animales salvajes. También en sus decenas de chozas detectadas había un hoyo, algunos sugieren que para rituales.

Su muerte significa el final de toda una tribu en Brasil. Su existencia era vigilada por quienes lo querían proteger y por quienes lo querían asesinar. Los primeros lo monitoreaban con drones y escáner de tres dimensiones operados para identificar el espacio en el que se desplazaba con la intención de cuidarlo de los terrófagos, taladores, ganaderos ambiciosos, incapaces de respetar a un hombre dueño de su territorio, heredero de unos 50 kilómetros cuadrados que pertenecían a su tribu. Ese sistema de vigilancia para su protección, aun cuando resultaba agresivo, era lo único que frenaba a quienes acechaban, pistoleros al servicio de voraces delincuentes.

Al hombre sin nombre lo querían matar por sus tierras. Sobre esa propiedad no debería haber ni discusión, mucho menos matanza. A él solo importaba su espacio y lo defendía, así como su derecho a vivir donde nació en libertad.

La historia de este hombre me conmovió.

Una imagen fugaz muestra su espalda morena, limpia, casi delicada, sobre la que caía un cabello muy largo atado en la nuca. Otra gráfica logra sugerir su rostro que tras un follaje arroja una mirada intensa.

Ya es imposible conocer su mundo interno. Los expertos, advirtiendo que es especulación, presumen que sufrió mucho por la masacre ocurrida cuando quizás apenas era un adolescente lo que potenció su sistema de defensa ante quienes ya sabía que le podían hacer daño.

Es evidente su certeza de aislamiento, lo que puede leerse como una muestra de inteligencia. Están documentadas experiencias previas sobre la altísima vulnerabilidad de los indígenas ante el hombre social. 90 por ciento muere después del primer contacto al no tener inmunidad frente a los contaminantes inherentes del hombre civilizado. Ejemplo reciente fue Jakarewyj, indígena Awá que falleció en el 2017 víctima de múltiples enfermedades contraídas por contacto con madereros. Nadie escuchó sus ruegos para que la dejaran vivir aislada.

Según Survival, movimiento global por los derechos de los pueblos indígenas, en la Amazonia están confirmadas 26 tribus indígenas que no tienen contacto regular con la sociedad.

National Geographic llevó a cabo una investigación en la isla Sentinel del Norte, parte de la India en el Océano Índico, sobre una población indígena de una edad calculada en 60 mil años que no conoce el fuego y que cualquier intento de contacto lo ha repelido con flechas. Su población se estima entre 50 y 400 personas y se considera la población más aislada del mundo. Están cuidados.

Pero no siempre es así ¿Tan difícil es comprender que esa población hay que preservarla? ¿Cómo es posible que avaros salivando aplasten a nuestros ancestros?

Lo que hace el régimen en Venezuela es un delito mundial. La élite de Miraflores ni siquiera se esfuerza en ocultar que privilegia sus intereses en beneficio de su círculo civil y militar y de sus socios del crimen organizado para la explotación de las múltiples riquezas de nuestro territorio. Lo de las minas es imperdonable. No les frena el sufrimiento que causan ni que ese camino lleve al arrase de la población indígena.

El grupo de investigación SOS Orinoco ha venido denunciando el padecimiento de los indígenas en Venezuela, que, en medio de hambre y pobreza han sido obligados a huir. Muchos de ellos son abusados, esclavizados, explotados sexualmente, detenidos, torturados, contagiados de enfermedades, contaminados con mercurio en lo que ha sido denominado un “genocidio cultural silencioso”, es decir, la destrucción de testimonios vivientes de nuestro hombre primitivo.

De nada han valido medidas cautelares otorgadas por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos en julio de 2020 en favor de los Yanomamis y los Ye´kwana.

A los indígenas venezolanos se les ha violentado su hábitat y su cultura. Guerrilleros y otras bandas armadas muchos de ellos sanguinarios pranes de las cárceles, las peores y las más poderosas organizaciones criminales, arrasan continuamente al hombre y a la naturaleza. Impunemente.

Fuente: Diario Las Américas

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