domingo, noviembre 17, 2024
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Chile descubrió su verdadera realidad

“Revivió Pinochet”, fue lo único que pudo decir Gustavo Petro frente al mayoritario rechazo al texto de la nueva constitución chilena que significó un bofetón para él y su proyecto político en Colombia que se trata de una réplica de lo escrito en Chile. Gustavo Petro lo dijo, siendo el presidente de Colombia, aunque parece que lo hubiera dicho el terrorista del M-19 que solía ser.

Lo dijo porque el comunismo, desde siempre, ha tenido un discurso vacío, sin argumentos, que se basa en distorsionar la verdad y presentar la realidad como lo que no es o como lo que sus fanáticos seguidores quieren ver. Utopías baratas que compran los más ignorantes.

Esa deformación de la realidad se convirtió en la estrategia principal usada por el comunismo para tomarse el poder, estrategia que encontró su principal obstáculo en la alta calidad de la educación que fue alcanzada durante la segunda mitad del siglo XX, por lo que tuvo que esperar a anular a las generaciones nacidas en el nuevo milenio.

Un proceso lento que ocurrió en muchos lugares del mundo y tenía como objetivo central crear una generación con poca capacidad para cuestionar o desarrollar su sentido común, logrando que solo vieran y sólo creyeran en la realidad fabricada por los comunistas, descalificando de manera agresiva a todos los que no aceptaran esa falsa realidad. “Revivió Pinochet”, es un buen ejemplo de lo que digo.

No saber leer de manera crítica se convirtió en una maldición para millones de niños que quedaron a merced de adultos irresponsables que los forzaban a repetir unas letanías políticas y sociales que bloqueaba la posibilidad de formarse un criterio propio porque nunca les daban acceso a diferentes textos de diferentes autores con diferentes teorías de todas las corrientes de pensamiento.

Frente a ese fenómeno, la única forma para que estas generaciones pudieran entender la realidad y medir las consecuencias de sus decisiones en lo académico o en lo político, ha sido vivir y experimentar, en tiempo real, todo lo que no pudieron advertir por su conocimiento, impuesto por terceros, distorsionado de la realidad.

La destrucción de infraestructura civil, la quema de lugares de culto religioso, el bloqueo a la población civil al acceso a los productos básicos alimenticios, fueron acciones terroristas que afectaron a la sociedad en su conjunto y que fueron orquestadas, casualmente, por los que unos meses después fueron elegidos para redactar la nueva constitución de los chilenos.

El perfil de los constituyentes, que se vendían como los representantes de todos los chilenos a pesar de ser representantes, solamente, de sus intereses personales y de sus gustos y preferencias personales, como se vio reflejado en el texto final de la constitución.

La nueva constitución, escrita en lenguaje incluyente pero que excluye a toda la mayoría de chilenos que hablan y usan de manera correcta el idioma español, es una colcha de retazos de las realidades que cada constituyente tiene y que quiere imponer, de manera legítima, lo que no había logrado obtener a través del salvajismo y la barbarie de las protestas sociales sintéticas, ocurridas en el año 2019.

Los únicos constituyentes que se opusieron y que advirtieron que el pueblo chileno no iba a aprobar ese texto, escrito con un marcado sesgo comunista; los chilenos consideraron que ellos no representaban la realidad que, durante años, los comunistas herederos de Salvador Allende, les habían vendido como la verdadera y única realidad.

A pesar de que Chile es una democracia liberal, los comunistas decían que el presidente Sebastián Piñera era un dictador por no haber permitido que destruyeran y quemaran a todo Chile. Y a pesar de tener una de las mejores economías de la región, con altos niveles de crecimiento y desarrollo económico, los comunistas aseguraban que estaban en la ruina y padecían de una enorme “desigualdad” y los aquejaba el hambre.

Esa realidad distorsionada, fue la base para que los chilenos decidieran cambiar su constitución y luego escogieran a los constituyentes, en consecuencia con esa realidad ficticia que iba acompañada del discurso de la deuda histórica de los chilenos con los comunistas por haber tumbado, hace medio siglo, al gobierno de Salvador Allende.

Perseguir la quimera de un cambio hacia el comunismo como condición primordial para mejorar la calidad de vida en Chile, acompañada del discurso utópico del comunismo como una opción exitosa en lo económico y en lo social —a pesar de haber llevado a la ruina a todos los países en los que se aplicó la Teoría Marxista— fue el motor que movió al electorado chileno al momento de elegir a Gabriel Boric como su presidente en diciembre del año 2021.

El resultado del plebiscito en Chile, es la lógica consecuencia de lo que vivieron, experimentaron, aprendieron, sintieron, los chilenos desde el “estallido social” sintético que desató una ola de terrorismo urbano que apuntaba a generar una reacción represiva violenta de parte del gobierno del presidente Sebastián Piñera.

Pudieron constatar en tiempo real, que la realidad que les habían impuesto, distaba mucho de lo que habían propuesto los constituyentes, distaba mucho de los desmanes de algunos de los constituyentes como Rodrigo Rojas Vade que se inventó que padecía de una enfermedad terminal para ser elegido, en fin, distaba del “circo” de la instalación de la Convención Constituyente y de los debates que se llevaban a cabo en su seno que generaban burla, incertidumbre, risa y estupor.

Haber enfrentado la realidad, la de verdad, no la impuesta, hizo que la gran mayoría de los chilenos rechazaran el texto de la nueva constitución que pretendía reemplazar a la anterior que había sido proclamada en el año 1973.

Lo ocurrido en Chile, no es un hecho aislado. Es exactamente igual a lo que está ocurriendo en los Estados Unidos, en donde se da por descontado que el Partido Republicano va a retomar el control del Congreso que va a ser determinante en el regreso a la Casa Blanca del presidente Donald Trump.

Algo imposible si los estadounidenses no hubieran visto y experimentado, en tiempo real, la cruda realidad que los enfrentó con todas las crisis económicas, institucionales, sociales, que es diametralmente opuesta a la realidad ficticia que les había vendido Joe Biden y su Partido Demócrata.

Es lo mismo que sucede en Italia, en Perú, en España, en Argentina. También ocurre en Cuba y Nicaragua pero se trata de dictaduras en las que el pueblo no tiene la libertad de elegir.

Pueblos que tuvieron que vivir en tiempo real, el azote de la verdadera realidad de destrucción, de corrupción, de hambre, de miseria y de muerte que trae el comunismo, que llevó al hastío a la sociedad y quiere elegir un cambio hacía la libertad, lo que hubiera sido imposible si no dejaban llegar al poder a la extrema izquierda para que demostrara, probara, todo lo que es en la realidad.

Eso mismo está ocurriendo en la Colombia de Gustavo Petro.

Fuente: Panampost

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