El 22 de mayo de 2021, Pere Aragonés se convirtió en Presidente de la Generalidad de Cataluña y Diputación del General del Principado de Cataluña, institución nacida al calor de la Constitución de 1978 que las facciones catalanistas fantasean con ser la continuidad, apenas interrumpida por la opresión franquista, de aquella que hunde sus raíces en el Medievo. Según esta ficción, impulsada en los días del pujolato, Aragonés, primero presidente interino, luego electo, sería continuador de una larga tradición de mandatarios catalanes que, a partir de 1714, conservarían las esencias de una Cataluña que vio cercenadas sus libertades ese mismo año.
Dentro de la lastimera y falsaria historia construida por el catalanismo, la fecha del 11 de septiembre ocupa un lugar central
Dentro de la lastimera y falsaria historia construida por el catalanismo, la fecha del 11 de septiembre ocupa un lugar central, pues en tal día la ciudad de Barcelona, último reducto del carlismo, cayó en manos de las tropas borbónicas, en las cuales se integraban numerosos catalanes poco sensibles para con las esencias del terruño. A finales del siglo XIX, una vez obtenidos los privilegios que convirtieron a Cataluña en una región próspera gracias a los restos del Imperio español, cautivos mercantilmente por obra y gracia de la política arancelaria, se comenzó a celebrar la Diada, ceremonia de claro sesgo hispanófobo que alcanzó su cénit participativo en los años inmediatamente anteriores al golpe de Estado dado por una serie de políticos consentidos y sostenidos por la irresponsabilidad de los partidos hegemónicos de la actual democracia coronada española.
La euforia secesionista, el así llamado suflé, comenzó a decaer después de que la idílica República catalana durara apenas unos segundos
La euforia secesionista, el así llamado suflé, comenzó, no obstante, a decaer después de que la idílica República catalana durara apenas unos segundos. Muchos de los que ahítos de adulación por parte de los poderes regionales se subieron al carro republicano, se bajaron abruptamente de él al comprobar que Puigdemont huía escondido en un maletero. Otros abandonaron el barco durante el juicio que condujo a los cabecillas, convenientemente indultados por Sánchez. Un lustro después del golpe, la performance ha perdido adeptos y ha enfrentado a muchos de sus protagonistas. Si en los años previos a 2017 se confiaba en la audacia de unos políticos capaces de sacudirse el yugo español, hoy los puristas del secesionismo acusan de colaboracionistas a muchos de sus representantes. En definitiva, si antes todo el resentimiento de una sociedad tan narcisista se dirigía contra los ñordos españoles, no son pocos los dedos que señalan a los que hasta ahora consideraban suyos. Consciente de esta realidad, Pere Aragonés, miembro de la franquista Ómnium Cultural y de la ANC, ha decidido no participar en una Diada en la que hubiera tenido que escuchar calificativos poco agradables.
Un lustro después del golpe, la performance ha perdido adeptos y ha enfrentado a muchos de sus protagonistas
La espantá de Aragonés, motivada por causas similares a las que han llevado a Sánchez a cancelar las actividades adscritas a su campaña El Gobierno de la gente, se debe, así lo aclaró el Muy Honorable, a que la actual Diada no busca la secesión de la región, sino la crítica a partidos que, como el suyo, apuntalan un sanchismo insuficiente para las aspiraciones lazis, incapaces de mostrar la menor indulgencia para con el indultador madrileño. De aceptar el razonamiento del de Pineda de Mar, máxima autoridad del Estado en Cataluña, este sólo hubiera participado en una manifestación coherente con el «lo volveremos a hacer», que inmediatamente pronunciaron los excarcelados. A tales extremos de corrupción ha llegado una nación que mima a sus enemigos.